Por @ruiz_senior
Cuando el Buda tenía treinta y dos años quiso salir de su
palacio y así presenció por primera vez el sufrimiento: la enfermedad, la
vejez, la muerte y la renuncia del asceta que se aparta del mundo. La idea
central del budismo es la determinación de vencer el sufrimiento desistiendo de
los deseos, que son lo que lo causa. Pero ¿cómo podríamos definir la vida del
joven príncipe, en la que no hay dolor?
El ejemplo del Buda se me ocurre porque cada día se comprueba más claramente la
vuelta del comunismo, ya hegemónico en el mundo universitario en Europa
occidental y sin duda influyente en Estados Unidos. Cada vez es más descarado
el propósito de apropiarse de los bienes de todos en nombre de la justicia,
aunque ahora no se pretenda colectivizar la agricultura ni expropiar las
fábricas, basta con subir sin cesar los impuestos y cebar a un «pueblo» al que,
según se descubrió en los regímenes comunistas, se puede mantener resignado
permitiéndole descansar y gastando los recursos de los ricos, aunque la
realidad es que en las sociedades occidentales la carga de mantener a las
multitudes que no trabajan sino que viven del gobierno cae sobre los que sí lo
hacen. Como es habitual en el comunismo, el despojo de unos parásitos es el
pretexto con el que los peores parásitos explotan a los que producen.
En el discurso de esos profesores, el despojo de los ricos es legítimo porque
son gente que no produce nada pero se enriquece cada vez más gracias a las
fortunas heredadas o acumuladas en negocios audaces muchos años antes. Si
pienso en esos ricos me acuerdo del Buda cuando era un joven príncipe: encaja
en la descripción. ¿De dónde provenía el esplendor en que se crio? ¿Qué era lo
que propiamente producía y de qué forma contribuía a la solución de los
problemas de los pobres?
Lo que se diga del joven Buda se podría decir de las personas ricas de
cualquier lugar y época: no tienen que cargar cosas pesadas ni que madrugar a atender
toda clase de tareas penosas, no corren el riesgo de pasar hambre ni de dormir
a la intemperie. En la propaganda de los comunistas son parásitos y su
propiedad proviene de un despojo a los demás.
Es necesario detenerse en esa idea porque mucha gente cree eso. Si los dueños y
accionistas de las grandes empresas tecnológicas tienen miles de millones de
dólares es porque nos los han quitado a los demás. ¿Nos han empobrecido por
inventarse los sistemas operativos, los protocolos de internet y la telefonía
móvil? Al contrario, han creado una riqueza generalizada que antes no existía. En
realidad se puede decir lo mismo de cualquier comerciante, si pudiera ganar
mucho dinero no trabajaría sino que viviría a cuerpo de rey, y su riqueza
procede del margen que aplica a lo que vende. El paso siguiente en el engaño de
los comunistas es creer que el comercio es la causa de la pobreza.
El comercio es la causa de la riqueza, y la mentira de los viejos y nuevos
comunistas es en realidad una invitación al saqueo, que es lo que ocurre
siempre que hay desorden y las leyes que protegen la propiedad no funcionan
(aunque en Japón, donde los terremotos pueden causar situaciones de caos, la
propia mafia impide los saqueos). El acoso tributario de los partidos de
«izquierda» a las rentas altas es un saqueo organizado cuyo efecto es la
miseria, como cuando reina el saqueo espontáneo.
Cuando un país castiga desproporcionadamente las rentas altas y el patrimonio,
lo que consigue es que los ricos se lleven sus fortunas a otros países y que un
dinero invertido en actividades productivas se vaya a cebar clientelas. El
empobrecimiento que se deriva de esas políticas es inevitable, y el ejemplo de
los países que han pasado de pobres a ricos, y viceversa, lo demuestra.
¿Se puede considerar legítimo que haya personas ricas que no trabajan y sólo
consumen? Sí, siempre y cuando su riqueza haya sido adquirida por medios
lícitos. Nadie cuestiona que los ricos deben contribuir a los gastos comunes ni
que la tributación debe ser progresiva, y esa riqueza siempre está invertida en
crear más riqueza, más empleo productivo y más ricos. Sencillamente, la riqueza
es aquello a lo que todos aspiramos, la plenitud vital, y se alcanza antes
cuanto más se respete y proteja la propiedad. Los países en los que la inmensa
mayoría tiene acceso a todos los bienes básicos son aquellos en que se ha
permitido a la gente prosperar.
Al lado de esos parásitos hay que pensar en los profesores comunistas: casi
siempre herederos de un rango elevado en la sociedad, su labor consiste en persuadir
a los jóvenes de las ideas que corresponden a sus ambiciones económicas y de
poder, pues a diferencia de los parásitos cuyos ancestros organizaron
industrias o redes comerciales que crearon riqueza y que arriesgan su dinero en
proyectos que la crean, ellos derivan sus considerables ingresos de los impuestos.
Ya no es que la sociedad mantenga a unos individuos improductivos que sólo
tienen por misión divertirse y cumplir ciertas condiciones de su rango, como la
familia de la serie Downton Abbey,
sino a unos individuos dedicados a destruirla.
Si se piensa en estructuras injustas de la sociedad no hay más que ver a
Sudamérica, donde las mafias políticas comunistas han estado empobreciendo a
países riquísimos, como Venezuela, ciertamente con la asesoría de los
profesores comunistas españoles, a tal punto que la situación de millones de
personas en pleno siglo XXI es casi de hambruna. Lo grotesco es que la supuesta
denuncia de la injusticia sea un argumento de la peor injusticia, y que al
parecer no haya recursos en la población para resistirse. Al contrario, ese
parasitismo de los profesores comunistas sólo reproduce el del clero de los
siglos anteriores, por eso no sorprende que los altos jerarcas de la Iglesia
católica sean extremadamente benévolos con los asesinos comunistas. Ni que a la
mayoría de la gente no la escandalice ese parasitismo ni el descarado fomento
de la envidia.
Ni que uno de esos asesinos ahora en la presidencia se jacte de pertenecer a
los pobres que toman cerveza en la acera, como si eso pudiera ser honroso de
por sí y el hecho de rodearse de personas elegantes y finas fuera motivo de
vergüenza. Y claro que Petro y su familia, y los profesores comunistas, se
enriquecen y dejan herederos, como Chávez, pero no será por haber prestado
ningún servicio a los demás sino por haberlos despojado, pues su dominio del
Estado es la continuación de la industria del secuestro por otros medios.
2 comentarios:
Por medio del periódico Libertad Digital" del periodista Federico Jiménez, que Ud nombró hace poco, nos enteramos de que el terrorista Petro recibió una ovación en el Senado español cuyos miembros lo aplaudieron largamente y de pie; si eso es en la Europa civilizada...
También es doloroso ver a nuestros profesores comunistas como Medófilo, que mantenía fluida correspondencia con su amigo Alfonso Cano, o como Miguel Ángel Beltrán, alias Cienfuegos, o multimillonarios como Gonzalo Sánchez, Eduardo Pizarro o Francisco Gutiíerrez Sanín.
En España no fue el Senado sino el Congreso (la cámara baja, que es la que elige al presidente y aprueba las leyes) el que aplaudió a Petro, salvo por los diputados del partido Vox.
El Partido Comunista y las FARC siempre han sido lo mismo, y claro que el comunismo es una opción de las castas superiores de la sociedad. Son criminales impunes a los que los demás les baten la cola.
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