Por @ruiz_senior
Durante mucho tiempo me pareció que lo que ocurría en Colombia era muy distinto
de lo que ocurre en los países democráticos de renta alta, y que fenómenos como
la conquista completa del poder judicial y de la educación por los comunistas
eran imposibles en otras partes. Ahora descubro que sólo ocurrió antes.
Colombia va a la vanguardia.
¿Qué ocurre en Colombia? Que los viejos clanes del poder encuentran una forma
eficaz de mantener el statu quo
gastando el presupuesto en cebar a una casta parasitaria —a su vez heredera de
un rango elevado en la sociedad ancestral— que domina a la sociedad a través de
la mentira y la violencia. La riqueza de los hidrocarburos y del narcotráfico
permite a esa casta crecer y prosperar mientras la gente trabajadora se
mantiene en la miseria. El conflicto agrario y las guerrillas comunistas son
herramientas de esos grupos sociales. El resultado es ese reino del crimen en
el que cualquier disidente de las FARC sigue matando y acumulando una gran
fortuna a través de la extorsión y el narcotráfico porque cuanto más lo haga
más urgente e importante será un acuerdo de paz, y que Colombia sea uno de los
países más desiguales del mundo, porque los afiliados de la CUT, la
organización sindical del Partido Comunista y de las FARC, hegemónica en la
función pública, cobran sueldos mucho más altos que los demás y pensiones
millonarias a edades en las que a los demás les quedan quince años de trabajo,
y los recursos se gastan en darles ocasión de reclutar prosélitos en las
universidades.
Si se piensa en la conquista del poder judicial por los comunistas, es algo que
ocurre en muchos sitios, aunque no tan rotundamente. Que haya camarillas
oligárquicas cebando a una casta parasitaria es algo evidente en todas partes,
aunque algo va del parasitismo de Harvard al de la Universidad Pedagógica y de
los Clinton a los Samper. Cada presidente demócrata en Estados Unidos es más
descarado que el anterior, Obama se apoyó en los radicales más que Clinton, y
Biden más que Obama. Fenómenos como Antifa y sobre todo Black Lives Mater ya
son medios de guerrilla urbana, controlados por militantes marxistas y
dedicados a intimidar a la gente. Cuando cuenten con las altas cortes y la
mayoría de los jueces ya se permitirán las proezas de las FARC y el ELN en los
noventa.
En casi toda Iberoamérica domina la llamada izquierda, que se apoya en la
delincuencia, como en Venezuela, en el griterío universitario, como en
Colombia, en el narcotráfico, en todas partes, al igual que en el
adoctrinamiento y en la destrucción del tejido productivo. Pero esa izquierda
aliada con el régimen iraní tiene mucha influencia en el primer mundo, por
ejemplo a través de los lobbies y think tanks afines al Partido Demócrata
en Estados Unidos, así como de la diplomacia y los grandes negocios con esos
países. Un ejemplo de cómo cada vez más el modelo se extiende al primer mundo
es el claro fomento de la delincuencia que contiene la ley de vivienda del
gobierno de Pedro Sánchez, que protege a los okupas, como han denunciado muchos
comentaristas.
Parece como si lo que está ocurriendo en el mundo fuera lo que pretendieron los
filósofos del Partido Comunista Francés en los años setenta, y que alguna
organización comunista, como el G2 cubano, lo hubiera estado aplicando con
fervor después de contar con el dinero de Venezuela porque sus “cerebros” hubieran
leído a Jacques Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Louis Althuser y Félix
Guattari. No hay que olvidar que los académicos españoles Juan Carlos Monedero,
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ganaron reconocimiento ante los poderosos
cubanos y venezolanos porque habían leído a Laclau y tenían un mapa del tesoro.
Lo cierto es que la sociedad occidental se ve subvertida por una insurrección
generalizada cuyo fondo es el cuestionamiento de todos los valores e
instituciones heredados, la expansión del gasto público y el predominio de la
casta a la que el economista marxista Thomas Piketty llama «élites
brahmánicas», en alusión a la clase sacerdotal de la sociedad india tradicional,
pero que también se podría llamar «élite progresista», formada por los que se
han apropiado de la educación y cada vez más del poder judicial en la mayoría de
los países. La clase de gente que se forma en la universidad y corre a
educar a los demás con los recursos públicos.
Al mando de la «izquierda» que promueve y coordina esa insurrección está el
sistema universitario, como ya ocurría en Colombia en los setenta con el
camilismo y el M-19. Ya han renunciado al comunismo del Estado empresario y la
igualdad económica, ahora explotan particularismos y agravios de sectores que
descubrieron que si se organizaban y luchaban obtendrían rentas del Estado,
como los líderes del colectivo LGBTI, que se desagravian con sueldazos que les
permiten ligar con ventaja y hacer una política cuyo eje es la leva de partidarios
y votantes a punta de caricias.
Colombia también lidera el fenómeno iberoamericano de alianza de las «élites
extractivas» y las «élites brahmánicas», sin ir más lejos, el Grupo
Santodomingo ha sido promotor del narcoterrorismo desde mucho antes de 1991.
El viejo comunismo está integrado en ese segundo
comunismo y mueve los formidables presupuestos de casi toda Iberoamérica en
el fomento de esos particularismos. Es una clientela de gobiernos como el de
Pedro Sánchez pero también está presente, por ejemplo, en el ecologismo alemán.
Quien piense que es conspiranoico creer en una conjura comunista tendrá que
admitir que esos filósofos charlatanes (Octavio Paz decía que habían convertido
a la filosofía en un género de la oratoria) acertaron en reconocer el mundo que
llegaba pero no tuvieron influencia en la realidad.
Pero, recuerden, primero Colombia, como con las naciones autóctonas de la
constitución pablocomunista de 1991 —que trataron de replicar en Chile—, y que
hoy son una fuerza de choque del gobierno mafioso de Petro. Chávez llevó a la
realidad drásticamente el sentido de esa constitución, que es el control del
Estado por gente inepta y fanatizada que sólo trabaja en servicio del poder de
su facción. Esa hegemonía, que por ejemplo Pedro Sánchez ha impuesto al poner a
sus fichas en el Tribunal Constitucional, es una amenaza en muchos sitios. El siglo xxi será el siglo de los petros.
¿Alguna esperanza de revertir eso? Primero debe haber una mayoría social que los rechace, algo que podría darse en España con una amplia mayoría del PP y Vox, y en Argentina con un, menos probable, triunfo de Milei. Pero lo importante son las elecciones de 2024 en Estados Unidos, donde la persecución contra Trump de los jueces y fiscales adscritos ideológicamente al radicalismo «progresista» a la vez lo refuerza frente a los demás aspirantes republicanos y lo desprestigia para que termine perdiendo.
Aunque usted no lo crea, todo lo que ocurre ocurre en la cabeza de la gente,
cuando usted cede a la idea de que Trump es un tirano que niega el resultado
electoral y mandó a sus huestes a tomarse el Congreso para desconocerlo, pasa
por alto que es absurdo que unos cientos de exaltados vayan a poder entrar a un
edificio como ése y sembrar el caos, lo intentaría Al Qaeda por sorpresa. Y hay
pruebas de que los invitaron, tal como el montaje en Brasil antes de la
posesión de Lula. Y que Trump los invitó a manifestarse pacíficamente frente al
Capitolio, como hacen en todas partes los candidatos que se sienten víctimas de
un fraude. Y que ese escrutinio fue muy extraño porque la ventaja de Trump era
clarísima en varios estados, donde pasaban semanas y semanas antes de que se
conociera el resultado definitivo, porque los votos que llegaban al cabo de
tres semanas eran casi todos por Biden. Eso no prueba que hubiera fraude, pero
explica por qué la inmensa mayoría de los votantes republicanos crean que lo
hubo.
Cuando usted pasa por alto todo eso y cede a la intimidación, que eso es la
propaganda, empieza a desear que el presidente no vuelva a ser Trump. Ya estará
de parte de un gobierno amigo de Petro, ya habrá caído en ese bando, como
millones de personas en todo Occidente piensan que Petro es un buen gobernante
y que Vox es el nazismo.
Bueno, en eso del antiamericanismo Colombia no va más adelante que el resto de
los países iberoamericanos, pero tampoco detrás. La descolombianización del
mundo, como decía, depende de mayorías que se impongan de forma contundente en
las elecciones, y por desgracia no es lícito esperar que Colombia vaya a estar
a la vanguardia en ese proceso. Por ejemplo, ¿cómo van las candidaturas
unitarias antipetristas en todas las localidades y departamentos?
2 comentarios:
Como desde los años 30 en Europa, y luego por todo el mundo, el agitado-prop comunista se sigue imponiendo y engañando a los incautos que tienen ojos y no quieren ver ni siquiera la tragedia de nuestros vecinos venezolanos. Desgraciadamente blogs como el suyo son muy escasos y los Mass media no tienen ningún interés en publicarlos. Muchas gracias.
El problema no es la cantidad de blogs como éste sino la cantidad de lectores.
Gracias por su comentario.
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