11 jul 2005

¿Está cambiando el conflicto?

De entre todos los cambios que LEÓN VALENCIA ve en el conflicto, la mayoría parecen fruto de una obsesión, otros son torpes mentiras y finalmente hay otros que dejan ver un optimismo exacerbado, como que las FARC andan dedicadas a masacrar sólo soldados: hoy mismo se habla de una masacre de civiles en el Huila.

Hablo de optimismo porque toda la izquierda colombiana cifra su futuro en que la gente vuelva a aceptar los viejos términos en que hay una guerra remota entre unos actores guerreros y una ciudadanía pacífica que los aborrece a todos por igual, a la espera de que los militares dejen de alimentar la guerra para justificar el gasto (lo hacen de todos modos, tanto si combaten a la guerrilla como si no la combaten, siempre se enriquecen con el presupuesto y lo mejor sería que no hubiera militares para que cese esta guerra de perdedores).

Por ahí leí un comentario de alguien que sugería que yo soy de "ultraderecha". ¿De dónde viene eso? Yo creo que soy de ultraizquierda, que creo realmente que los seres humanos somos iguales y debemos disfrutar de condiciones parecidas, que creo en la libertad personal como valor supremo, que creo en la necesidad de la fraternidad entre los hombres. Y hablo de esto sobre mí porque el motivo por el que esa persona dice que soy de ultraderecha es porque me niego a pensar que personajes como el alcalde de Bogotá o como el columnista Valencia son distintos a los guerrilleros.

Y el problema es que atribuir mala fe a personajes como León Valencia parece una indelicadeza. Pero es que ellos y los guerrilleros trabajan para el mismo fin, y los horribles retruécanos de Garzón, clara expresión de la moralidad del pueblo colombiano, tienen efectos sangrientos mucho peores que la bomba de El Nogal.

Recuerdo que cuando se supo que las FARC pensaban atentar contra Chingaza, en la segunda administración de Mockus, éste propuso una protesta ciudadana, a la que lógicamente no asistió ni siquiera uno por cada mil habitantes de la ciudad. El actual alcalde le reprochó que su protesta o su acto de "resistencia civil" estuviera sólo dirigido contra la guerrilla. ¿Por qué no lo lanzaba también contra los paramilitares y contra el ejército, los otros actores violentos?

Otros cambios en el conflicto serían que las FARC no se pronuncian sobre el proceso de Ralito. ¿Para qué van a echar a perder el trabajo que ya hace el editorialista de El Tiempo, los columnistas de El Espectador, los congresistas de la izquierda, las cien mil ONG de paz y derechos humanos y la burocracia de la ONU? Cuanto menos salgan noticias sobre las FARC en la prensa internacional, más factible será la percepción de que este gobierno perdona a sus aliados. El argumento es tonto.

Lo que pasa es que mientras no se vea que todas son cabezas de la misma hidra, y que las FARC son una de las menos importantes, no se habrá entendido nada. Pero, y ese asunto parece el único sentido de que exista una página como País Bizarro, resulta que buena parte de los colombianos de clases acomodadas han estado ligados a la revolución o tienen parientes y amigos ligados a tan hermosa causa. ¡Que nadie se atreva a relacionar a esos chusmeros con la utopía de un mundo en el que cesara la explotación del hombre por el hombre! La revolución era el sueño de personas nobles, apacibles, de dulces modales y generosos sentimientos, incluso cuando se planteaban la lucha armada.

Por eso parece que va a hacer alguna falta que las FARC se pronuncien, porque pese a que compartan sus objetivos con toda la izquierda, a que pertenezcan al Foro de Sao Paulo igual que los partidos más respetables, ellos son de estratos bajos, ellos no están representados por la ONG, que son gente con clase.

Dice el columnista que las AUC sabotearon el proceso del Caguán: ¿cuál proceso? Si obstruyeron la expansión terrorista de las FARC apoyada por el gobierno del inútil, era algo que estaba en su lógica (de las AUC) más elemental. En el Caguán nunca se habló de paz sino que se aguantó todo lo que se pudo la zona de impunidad para que las rentas favorecieran a los amigos de Pastrana. Eso fue todo.

También registra Valencia como novedad que las FARC no se enfrentan con las AUC. ¿Es que tienen dónde enfrentarse? Cada banda tiene su zona de control y no se aventura en la de la otra, donde sí se meten los militares con terribles resultados.

Otro cambio: que las AUC quieren que se negocie con las FARC. Pero ¿quiénes son las AUC? Es que EL PODER NO NACE DEL FUSIL. Las AUC son una banda de extraditables que estaría encantada de no estar expuesta a una nueva expansión guerrillera, ¿por qué no les iba a gustar una negociación que los pusiera a salvo? La tendencia natural de esas bandas sería repartirse el territorio y los esclavos, pero resulta que son insignificantes políticamente.

Las AUC, digo.

Las FARC no, porque al representar a las diversas facciones oligárquicas cada vez agrupan a más núcleos de corruptos y lagartos. Últimamente a César Gaviria y Rafael Pardo. El que tenga alguna duda puede echarle un vistazo a la página de este último, en la que hay más artículos de Alejo Vargas que del mismo Pardo.

Pero las FARC sólo son la tropa de rústicos, y todo el mundo está a favor de que se negocie con sus jefes porque en realidad Colombia tiene muy poca energía para hacerles frente.

Sería una cura que tendría que hacer consigo misma, algo intolerable como empezar a ver a la gente más allá de su estrato, como empezar a reconocer que los admiradores de Camilo Torres y Ernesto Guevara algo tienen que ver en el origen de la peste guerrillera, como que el antiamericanismo alimenta la cohesión ideológica de todo el sector social y político guerrillero y en cierta medida sirve de legitimación de las masacres.

Algo tan ingrato, tragarse un sapo tan grande como admitir que la guerrilla es el fruto más característico del país.

Esa cura no se hará, y por eso los cambios en el conflicto son apariencias sin sentido. La verdadera guerra hoy en día no son las masacres ni las exacciones de la tropa, sino el juego político de todos los promotores y aliados del terrorismo.

Sí, tengo que repetirlo: todo el poder tradicional. Todo el linaje impoluto de los Caballero y Góngora y el prestigio incuestionable de las instituciones sagradas de la patria.

4 comentarios:

Atrabilioso dijo...

Nos perdimos Jaime... usted ha manifestado animadversión contra la izquierda y ha señalado que el discurso de esa ideología es prácticamente una apología a la guerrilla.
Lo que manifiesta que lo identifica con la izquierda es la misma búsqueda de la derecha, solo que con métodos diferentes. Usted es defensor de la propiedad privada, del derecho de las empresas al desarrollo y crecimiento del objetivo del negocio, está en contra del sindicalismo versión colombiana, demuestra en sus escritos el fastidio contra la "educación" izquierdista que se da en colegios y universidades y deja claro que las autodefensas son efecto de arbitrariedades y no victimarios primarios.
Ideológicamente usted puede sentir una leve tendencia de izquierda, pero sus palabras, por la forma, pueden ser ubicadas a la derecha.
En lo personal, no me parece preocupante que lo señalen en la ultraderecha, si eso significa desenmascarar a los parásitos que maman de la teta del Estado con discursos y acciones de pesudoizquierda. Por el contrario, en este país de doble moral, que lo llamen ultraderecha es todo un elogio y un reconocimiento a sus convicciones y posiciones firmes.

Anónimo dijo...

Ustedes dos parecen los dos hemisferios de un mismo cerebro. No es que usted sea de ultraderecha pero definitivamente si es radical en lo que piensa. Calma, respire profundo, que igual las cosas no van a cambiar y quienes pusieron su granito de arena para llevar al pais al grado de miseria y corrupciòn tan alto van a seguir en el poder. Si no son ellos, sus parientes o me equivoco al afirmar que en las pasadas elecciones volvieron a aperecer nombres como Jattim o Name y que tal la del fin de semana, Tito Rueda.
Fiona

Ruiz_Senior dijo...

Para Atrabilioso: lo que pasa es que esos términos siempre tienen una carga de significados que hacen que cada cual lo vea como quiere. Yo tal vez soy ultraliberal, pero como en Colombia "liberal" quiere decir "socialista", pues ¿cómo voy a decir eso?

Con "ultraderecha" ocurre que a menudo se interpreta como racismo, machismo, rigidez respecto al aborto, las drogas o la homosexualidad, simpatía por la arbitrariedad o aun por la violencia, militarismo, darwinismo social, identificación con las grandes desigualdades sociales y con la exclusión, etc. Todo lo que no soy en absoluto.

Esos términos, "izquierda" y "derecha" se prestan a grandes confusiones, lo mismo que "corrupto", "extremista", "fanático", etc.

Pero hay algo que me interesa mucho, algo con lo que me he encontrado con la mayoría de la gente de la blogosfera y que antes era más raro. Tal vez porque el que se pone un blog es un poco narciso y como que elabora más su personaje que el que se asoma a un foro anónimo.

Ese algo es la equidistancia.

Si dicen que soy de ultraderecha es por decir que Garzón y en general el Polo Democrático son lo mismo que las FARC. El equidistante no quiere parecer fanático ni extremista, y entonces pasa por encima de cualquier análisis de lo que realmente proponen y significan esos políticos. No hay ningún problema en pensar que son radicalmente distintos, para eso existe la discusión, pero ¿por qué ha de ser de ultraderecha pensar eso? Por el deber de moderación y tolerancia que en última instancia se vuelve sólo la vieja cuestión de los estratos y sus modales. La verdad sobra por completo.

Yo he conocido gente que se fue a la guerrilla y si pienso en esas personas concretas me inspiran más respeto y simpatía que los equidistantes. Una cosa es participar en un proyecto criminal porque se cree que un Estado nuevo salido del esfuerzo y la abnegación de los justos va a acabar con la crueldad de la vida colombiana, otra estar sólo a medias en contra del secuestro, no estar ni con el gobierno ni con la guerrilla, etc.

De verdad, no puedo pensar en los equidistantes sin sentir mucho asco.

Ruiz_Senior dijo...

Para Fiona: lo que pasa es que, ya se lo he dicho, ese vértigo de las grandes verdades me gusta. Si quiere es un juego que practico con ventaja, pero la calma y la moderación sólo vendrían a quitarle sal al asunto.

Por ejemplo, y no crea que es por agresividad personal sino por pasión por el tema, esa idea de que el país ha caído en un grado terrible de miseria y corrupción me sumamente conservadora. Antes había más miseria, la esperanza de vida era mucho menor, los abusos eran frecuentísimos, etc. Respecto a la corrupción, basta con recordar la esclavitud para quitarle hierro al asunto.

Las cosas cambian lentamente poco a poco. Si yo pienso en el ambiente colombiano por ejemplo tomando como mojones los años que son múltiplos de 5, me acuerdo de Bogotá en 1995 con todos esos lagartos festejando el despilfarro de su gobierno amigo, y en 2000, con tanta gente ilusionada con Castaño y compañía, por no hablar de los que estaban ilusionados con Tirofijo, y siento que se han dado grandes pasos, que la reflexión crítica de la gente ha cambiado mucho, que muchos se dan cuenta del precio de las distracciones morales del periodo anterior y que hay un consenso en cuanto a la importancia de la seguridad.

Y los robos de los "corruptos" son menos importantes de lo que se cree. Colombia se gasta cada día en pensiones estatales que no se pagarían en el Primer Mundo más de lo que se robaron con el caso Dragacol. Y aun eso habría que multiplicarlo por diez si se piensa en el gasto militar, inevitable para contener a la guerrilla, en los intereses de la deuda, contraída para pagar esas pensiones y prebendas, en otras formas de despilfarro, como las universidades públicas...

La verdadera corrupción es que la gente dependa del Estado para comer y pagar sus gastos. Si creciera suficientemente la proporción de personas empleadas en empresas particulares y se redujeran los trámites y la inseguridad, el país podría asumir los robos de esos políticos, que de todos modos existen en todo el mundo.

Casi todos los que odian a los corruptos cambiarían de opinión si un pariente suyo llegara a ministro. Es lo malo de que haya roscas, que no lo dejan entrar a uno.