Por @AdasOz
Como era de esperarse, este año las FARC han arreciado
sus ataques terroristas y no es porque hayan en realidad cumplido la tregua navideña
que anunciaron en diciembre pasado, y entonces ahora han vuelto a atacar, no.
Como todo lo de las FARC, la tregua fue una farsa, pero ahora, que se definen
las candidaturas presidenciales y que la relección de Juan Manuel Santos
depende de la negociación en La Habana, incrementarán sus ataques terroristas,
se derramará mucha más sangre en toda Colombia y seguirán cometiendo crímenes
de lesa humanidad, porque saben que así doblegarán al país que se encuentra ya
en sus manos pues sus crímenes quedarán en la impunidad total.
Lo anterior no sorprende, así como tampoco despierta sorpresas
la actitud pasiva y cómplice de Juan Manuel Santos, quien se niega a dar la
cara tras los atentados o secuestros y en su lugar pone a Humberto de la Calle
como interlocutor de su indigno cogobierno con el terrorismo a decir
bravuconadas en los medios.
Lo realmente sorprendente en todo este indigno proceso
de claudicación y de entrega absoluta al narcoterrorismo castro-chavista, es
que en Colombia no haya un rechazo real, claro y contundente frente a éste. Lo
que percibo, y puede que peque por inocente, es que la posición de la “oposición”
(que realmente no lo es) frente al cogobierno Santos-FARC es bien de
conformismo o de conveniencia, y por esa razón ni se opone a la Unidad Nacional ni
tampoco va más allá de la crítica constructiva.
Para explicar mejor la crítica constructiva de los “opositores”,
pondré de ejemplo un trino que escribió la semana pasada el senador Juan Carlos
Vélez en el que dice lo siguiente:
“Insisto! El Gobierno debe suspender los
diálogos de paz hasta que liberen a los dos policías secuestrados por las FARC.”
¿Así que si las FARC liberan a los policías
secuestrados los mal llamados diálogos deben continuar? ¿Si las FARC dejan de
matar, secuestrar y traficar droga, entonces sentarse a dialogar con los
eternos victimarios de los colombianos es válido? Al parecer sí lo es, pues nadie
en la “oposición” habla con contundencia contra los diálogos de La Habana.
Nadie cuestiona el hecho de que Santos ordenó y facilitó la huida de los
principales cabecillas terroristas hacia un lugar seguro donde no los
capturaran jamás. Parece que los diálogos no son un asunto de fondo sino de
forma, así que todos, tal como lo hace el senador Vélez, opinan sobre cómo
debería llevarse a cabo la inminente claudicación y como dije antes, nadie se
opone a la Unidad Nacional. Por eso no ha habido rompimiento con la U ni con ningún
otro partido. Todos parecen estar conformes con la componenda santista y se
sientan a confeccionarla según les convenga.
Lo más preocupante es que la gente que está
esperanzada en un cambio, por fidelidad o lambonería, no se atreve a criticar
ni mucho menos a cuestionar la actitud complaciente de sus líderes. Por el
contrario, creen que hacerlo es inconveniente para sus líderes y prefieren
seguirles la corriente. El error es que si no se les exige, es muy probable que
nunca rectifiquen y continúen en el juego peligroso de Santos, que no es otro
sino el de usarlos para su propia relección. Por esta razón he sido escéptica
cuando me han dicho que el error de elegir a Santos no se comete dos veces y que
las urnas tienen memoria. Personalmente pienso que tal como están las cosas, es
muy probable que salga reelegido.
Preguntaba a alguien el otro día: ¿Acaso no es suficientemente
repudiable el hecho de que un gobierno, cualquiera que sea, se siente a
negociar la economía del país con terroristas? ¿Acaso no han sido infinitas las
demostraciones de las FARC de no querer una paz verdadera sino de imponernos el
terror? Entonces ¿para qué negociar por ellos? ¿No han sido suficientes las
víctimas del terrorismo como para cederles terreno mediático y político? Las
dos respuestas de una verdadera oposición que yo esperaría serían: rompimiento
total con la Unidad Nacional porque la oposición real se hace desde fuera, y una
posición clara que consista única y exclusivamente a la de someter a la
justicia a los terroristas.
Un cambio de actitud frente a los líderes de la “oposición”
haría mucho, pero no estoy muy segura de que los votantes estén dispuestos a
hacerlo en su carrera a veces hasta desesperada por ganarse las simpatías de
aquellos a quienes admiran.
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