20 mar 2013

Hundidos en el club de los pobres

Por @Ruiz_senior 

 Desgraciadamente uno no puede acercarse a nada colombiano sin la sensación de que los nombres de las cosas no corresponden, que puede haber orquestas sinfónicas, universidades, periódicos, cortes de justicia, cortes legislativas y profesionales de nombres muy honrosos sin que nada de eso pudiera compararse con lo que son en países civilizados: como si todo fuera de juguete y lo consumieran personas cuya edad mental es de seis años, convencidas de que el fonendoscopio de plástico permite reconocer el interior del paciente. O como si un recluso idiota viera a sus compañeros representando una obra teatral y creyera que de verdad Julio César o los amantes del Barroco se parecen a sus compañeros.

Un buen ejemplo es el periodismo. En la última edición de Semana aparece un informe sobre la pobreza que lo deja a uno fascinado por la cantidad de sandeces y mentiras que se dicen. Bueno: cualquiera dirá que en todas partes el periodismo es propaganda e incluye la manipulación y el uso de falacias diversas. Y es cierto, sólo que la tosquedad de los recursos en Colombia impresiona, tanto como el desparpajo con que pretenden convencer a la gente de que interceptar las comunicaciones de Gustavo Petro o Piedad Córdoba es un delito que amerita cárcel y matar a miles de personas indefensas lo convierte a uno en proveedor de paz. ¡Qué ejemplos más comedidos he puesto, es porque es muy difícil encontrar algo apropiado!

Para formarse una idea de ese periodismo y de la autora de dicho informe vale la pena ver este video, donde al único que no aplaude (entre cinco) el premio de las masacres lo anulan por el sencillo procedimiento de no dejarlo hablar, de toser cuando habla, de apoyarse mutuamente los voceros del terrorismo. María Teresa Ronderos es uno de los personajes que aparecen ahí.



 ¿Por qué Colombia no sale del club de los pobres? 
Por María Teresa Ronderos

INFORME
Mientras los demás países de América Latina aprovecharon la bonanza económica para sacar a millones de sus ciudadanos de la pobreza, Colombia quedó rezagada y aún tiene escandalosos índices de miseria y desigualdad. Será el desafío principal del próximo Presidente.
¿Cuáles son "los demás países"? Ya se verá que las realidades de esos países no tienen nada que ver. Sin ir más lejos, siguiendo el índice NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), Colombia redujo la cantidad de personas que cabían en esa categoría del 22,56 al 17,66 entre 2002 y 2009. ¿A alguien se le ocurriría comparar los índices de pobreza con el PIB per cápita? A esta "periodista" no se le ocurre. En todo el escrito se da por sentado que Colombia no redujo la pobreza a pesar de que todas las estadísticas disponibles muestran otra cosa. ¿Queda rezagada respecto a Venezuela? Casi todos los propagandistas del chavismo pasan por alto los precios del petróleo. Lo que define a Colombia es que a nadie se le ocurre cuestionar eso.
[...] El conflicto armado es una de las razones para que a pesar de la bonanza económica de los últimos años no se haya logrado reducir la pobreza al ritmo que lo hicieron otros países del continente
Este párrafo forma parte del mismo tema obsesivo de los medios colombianos: la propaganda de la negociación. Claro que el terrorismo impide reducir la pobreza, pero ¿se ha reducido menos que la bonanza económica? ¿Cuál era el PIB per cápita en Colombia en 2002 y cuál era en 2012? 
En años prósperos del nuevo siglo, entre 2003 y 2008, Colombia creció como hace tiempo no se veía: en promedio el 5,5 por ciento del PIB cada año, y superó en desempeño a Brasil, Chile y México. Sin embargo, mientras para varios de los países de América Latina este tiempo de vacas gordas significó que muchos de sus habitantes salieron de la pobreza y la indigencia y consiguieron un empleo decente, en Colombia, el florecimiento de la confianza inversionista no nos sacó del club de los pobres.
"Los años prósperos" son una forma de decir que la mejora del ingreso no era el resultado lógico de la política de seguridad democrática sino algo externo. O si se admite que era la aplicación de la ley, se intenta a toda costa pasar por alto ese hecho: ¿cómo es que Colombia tenía un mejor desempeño que Brasil, Chile y México? ¿Por qué no compara la reducción de la pobreza en términos porcentuales en esos países con el de Colombia en esos años? Después se trata de "varios países" y no los que mencionó antes. Pero resulta que esos tres países particularmente tienen un PIB per cápita muy superior al colombiano. ¿Qué países son esos "varios"? Bah, ¿es que en Colombia muchos de sus habitantes no salieron de la pobreza y la indigencia? Y claro que el florecimiento de la confianza inversionista no sacó a Colombia del club de los pobres porque el punto de partida en 2002 era muy inferior al de los países que cita. ¿De qué está hablando? ¡Pertenecer al club de los pobres no se asocia con el PIB per cápita ni con los ingresos reales de cada país, sino con el buen corazón de las políticas!
Así, una nación enorme como Brasil pudo en esos años rescatar de la pobreza a 40 millones de personas. Y Perú, donde uno de cada cuatro habitantes pasaba hambre en 2001, consiguió reducir la indigencia a la mitad. Incluso Venezuela, a pesar de la polarización política, redujo sus pobres y sus indigentes a la mitad y Ecuador bajó los primeros en 10 por ciento.
¿Dónde están esas cifras sobre la reducción de pobreza? No las hay concretas: mientras que dice que Colombia tuvo más crecimiento del PIB entre 2003 y 2008, no tiene en cuenta que después de 2009 la economía brasileña creció muy por encima de la de Colombia, y si se tuviera en cuenta la década daría otros resultados. ¿De dónde saca la reducción de la pobreza en 40 millones de personas en esos años? ¿A qué medición de la pobreza se refiere? ¿Cómo se compararía eso con la reducción de la pobreza en Colombia, con menos de una cuarta parte de la población? Sencillamente se compara la reducción de la pobreza sin tener en cuenta el PIB real de los países sino sólo algún dato que corresponda a la propaganda. ¿Seguro que Colombia no bajó la indigencia en un 10%? Y claro que con un millón de millones de dólares Venezuela podría reducir la pobreza, olvidarse de ese dato sólo denota mala fe.
Colombia, en cambio, en materia social mejoró a cuentagotas. Bajó la pobreza de 51 a 46 por ciento, sólo 5 puntos. Y entre los pobres, el número de indigentes volvió a quedar casi como estaba en 2002, al borde de la escandalosa cifra de 18 por ciento. Esto quiere decir que casi uno de cada cinco colombianos no tiene ingresos suficientes para cubrir sus necesidades calóricas básicas, que es la manera técnica de decir que sufren de hambre.
Curiosamente encontré este documento de la Cepal en que compara los datos de pobreza e indigencia en diversos países en los años a que alude la "periodista". La pobreza en 2002 era de 54, 2 y la indigencia de 19,9. "Alrededor de 2009" ambas cifras estaban en el 45,7 y el 16,5, respectivamente: no hay que preocuparse, es para colombianos, a ninguno le va a molestar una mentira por monstruosa que sea. ¿Qué importa que una reducción de más del 8,5 se quede en el 5% y otra del 3,4% sea NADA? Para 2010, al final del gobierno de Uribe, las cifras habían llegado a 44,3 de pobreza y 14,8 de indigencia. La mentira es ya pura falta de respeto al público, pero en Colombia la ideología se puede permitir eso porque en todos los casos se trata de justificar el parasitismo del público de Semana.

Todo el sentido del artículo, aparte de la rutinaria propaganda de la negociación con que se premian las masacres, es demeritar el gobierno de Uribe: por eso las mentiras ridículas, los países considerados por su evolución sin tener en cuenta su PIB de origen ni los precios del petróleo: a la clase de "personas" que leen esas revistas las halaga el descontento con la injusticia, la desigualdad y la pobreza, como si no fueran ellos la única causa de que las haya. 
Otro ingrediente se añade a este triste panorama. El boom económico abrió más la brecha entre ricos y pobres en Colombia, según lo estableció la Cepal. Al comenzar el siglo XXI Colombia estaba entre los países con altos índices de desigualdad, junto con Perú, y Brasil era casi el peor de América Latina. Para 2008, Perú había bajado a la categoría media y Brasil se había salido de la lista de desigualdad extrema. Colombia, no obstante, entró a la lista de los muy desiguales.
Otra sarta de mentiras: claro que toda riqueza abre la brecha entre ricos y pobres porque cada vez que alguien tiene algo más aumenta su ventaja respecto al que no tiene nada. Colombia tenía en 1999 un índice de Gini de 58,7 y Brasil de 59,8 (lo cual no quiere decir que los pobres en Brasil fueran más pobres, porque el PIB per cápita hace mucho tiempo es superior). Es muy importante recordar que ese aumento de la desigualdad es el resultado de la Constitución de 1991: ese año el índice de Gini era de 51,3. Pero al terminar el gobierno de Uribe, en 2010, el índice de Gini era de 55,9: no sólo no había aumentado la desigualdad respecto a 1999 o a 2002 (60,7) sino que se había reducido casi cinco puntos, lo que sumado al crecimiento del PIB sólo se puede considerar como un gran progreso. Por cierto, en 2009 la desigualdad en Brasil era del 54,7 (no aparecen datos de 2010), bastante cerca a la colombiana. (Todo lo anterior se puede contrastar en este documento del Banco Mundial). Según la CIA, en 2012 el coeficiente de Gini de Brasil era de 51,9 en 2012, no tan lejos como pretende la "periodista" del colombiano, 54,8.
¿Qué nos pasa?
¿Por qué Colombia no pudo aprovechar los años de bonanza para aliviar la pobreza? ¿Por qué este país con instituciones públicas mucho más sofisticadas que las de Guatemala, más urbanizado que Bolivia y con un sector empresarial más pujante que el de República Dominicana, está con ellos en la cola de América Latina, en materia de pobreza? ¿Por qué después de haber más que duplicado su gasto público social (del 5,9 por ciento del PIB en 1990 al 12,6 por ciento en 2008) no consigue que esto se traduzca en menos pobres?
Cuando ya está sembrada la mentira resulta fácil sacar conclusiones: lo que permite reducir la pobreza es la libertad económica ligada al orden. También la desigualdad: el que tenga alguna duda sólo puede comparar la evolución de la desigualdad en la Colombia de Samper y Pastrana y en el Perú de Fujimori, Toledo y Alan García en la página enlazada arriba.
Una primera explicación es que un largo y degradado conflicto armado, como ninguno otro en la región, ha pauperizado a la población. Según encontró la Segunda Encuesta Nacional de Verificación de los Derechos de la Población Desplazada, 760.000 familias campesinas fueron forzadas a huir para salvar sus vidas entre 1998 y 2008, dejando atrás, por abandono o por despojo, 5,5 millones de hectáreas de tierra.
Como ya he señalado, todo es propaganda de la "paz", pero ¿dónde hay información precisa sobre la población desplazada? Lo de llegar hasta 2008 tiene el objeto de ocultar que todo eso se redujo considerablemente durante los años de Uribe: como si yo calculo que entre Carlos Slim y yo poseemos unos 60.000 millones de dólares. Nótese la gracieta de convertir en desplazador ¡al conflicto!, no vaya a ser que aparezca quien le vea defectos a los agentes de paz amigos de la revista.
Si antes del éxodo la mitad de esas familias eran pobres y una tercera parte tenían ingresos de miseria, después, el 97 por ciento quedó en la pobreza y el 80 por ciento en la indigencia. Esa catástrofe social perdura hasta hoy. Según el Dane, la pobreza entre los habitantes del campo está por encima del 65 por ciento, lejos del promedio nacional de 46 por ciento. Y la indigencia urbana también aumentó en el último año. 
La desigualdad, además, se profundizó con el conflicto de la última década. Según investigó Ana María Ibáñez, del Cede (Universidad de los Andes), desde 2005 el índice Gini de concentración de la propiedad aumentó hasta 0,875, el más alto de la región después del de Paraguay, un país mucho más pequeño. "Los de por sí pocos propietarios de la tierra compraron aún más predios y la propiedad se concentró a estos extremos", explica Ibáñez.
No, la desigualdad se redujo drásticamente en la última década. Si se refiere a la desigualdad en la propiedad rural, es lógico: la mayor parte de las tierras despojadas pasaron a los terroristas socios de Semana.
La guerra también nos afectó de otra manera. En la última década el país se concentró en una prioridad, reducir la violencia. A eso le apostó el gobierno de Álvaro Uribe buena parte de los recursos y de su energía institucional. Por eso, a pesar de haber aumentado tanto el gasto social, éste sigue estando por debajo de países como Brasil o Costa Rica.
Ahora que se legalizó la extorsión y los infinitos crímenes monstruosos de los terroristas son fuente de derecho y de paz, va a resultar que en lugar de aplicar las leyes hay que renunciar a ellas para tener más para el gasto social. Es la burda propaganda de las FARC.
El otro gran problema es la corrupción. Se han desviado miles de millones de pesos de gasto público social a políticos inescrupulosos o a los actores armados, como se hizo evidente en el escándalo de la para-política. Según el Índice de Transparencia Internacional que mide la percepción de corrupción del sector público en 180 países, Colombia viene empeorando en los últimos años, y en 2009 bajó del puesto 70 al 75.

Pero además hubo políticas públicas que impidieron que Colombia aprovechara la bonanza para mejorar de manera más radical la calidad de vida.
Siempre la mala fe: si Colombia había bajado del 70 al 75 en 2009, ¿por qué no cita datos de 2012? La respuesta es sencilla: en 2012 Colombia bajó al puesto 94. No faltaría más sino que la revista del sobrino del presidente divulgara lo que no conviene a la propaganda. Tanta indecencia produce vómito, pero es incomunicable: ¿a cuántos colombianos les molestará siquiera vagamente que se mienta tanto?
¿Política contra-pobres?
Es una verdad de Perogrullo que nadie puede combatir la pobreza si no produce más. Pero aumentar el PIB no es suficiente. Es necesario crear empleos formales que son los que llevan a la gente a salir de la pobreza. Esa es la política social más eficaz.

Este gobierno arrancó con un panorama bastante difícil: la economía apenas creciendo, un 17 por ciento de desempleo y una suma de viejas políticas que hicieron el empleo muy costoso. Crecimos, pero no logramos bajar el desempleo a menos de dos dígitos y se crearon muchos más empleos informales que formales. ¿Por qué?
El consenso entre los economistas es que si generar un empleo formal es de por sí costoso, la política económica reciente desincentivó aún más la creación de nuevos puestos de trabajo.

Una empresa debe girar casi 60 por ciento más sobre cada salario que le paga al trabajador, en salud, pensión y parafiscales. Además, después de cierto rango, al empleado le hacen retención en la fuente. Estos costos no salariales son hoy los más altos de América Latina.
El gobierno de Uribe no le hizo frente a los parafiscales, eso es cierto. Y no obstante el desempleo sí se redujo gracias a las inversiones.
La política de Uribe de confianza inversionista consistió en otorgarles exenciones a las empresas para que se animaran a invertir y a crecer y, la más protuberante, otorgó una deducción de impuestos del 40 por ciento de la inversión de capital productivo. Trabajo caro y capital barato hicieron que los empresarios reemplazaran a muchos de sus empleados por máquinas. Es decir, cambiaron la señora de los tintos por una cafetera, y al señor del parqueadero por una palanca automática.
Esto es fácil de creer para un colombiano: ¿qué es el trabajo? Si las máquinas dejaran a la gente sin trabajo, los países más mecanizados serían los que más desempleo afrontarían, y precisamente ocurre lo contrario. Sin aumentar la productividad las empresas nacionales no podrían competir, y por eso a más automatización y uso de máquinas avanzadas más oportunidades de empleo, ya que sería más factible hacer viables los negocios, exportar, crear nuevos servicios para la demanda más próspera gracias al aumento de productividad, etc. Otra mentira
[...]
Sin embargo, según Jorge Núñez, experto de la Misión de Pobreza, de todos modos los más ricos del país se están quedando con el 30 por ciento del gasto público social. La principal razón es porque los de mayores ingresos reciben el 86 por ciento de las pensiones y a los de menores sólo les toca el 0,1 por ciento. "No tiene mucho sentido hacer un gran esfuerzo de gasto social, si éste no llega en forma prioritaria a los más pobres", dijo a SEMANA.
A ver si el lector es capaz de figurarse quiénes son esos ricos que se quedan con el 30% del gasto público social. ¡Claro! Los lectores de Semana. Los empleados estatales, los tinterillos de cien mil oficinas y agencias públicas, los cientos de miles de profesores universitarios, los activistas de uno y otro lado, los lagartos... Los amigos de la paz (es decir, de las negociaciones de paz). El "conflicto", es decir, la aventura de unas bandas de asesinos obstinados en destruir la democracia, no es más que clientelismo armado: garantía para el parasitismo de los descendientes de los encomenderos. Control social e imposición de las aspiraciones de estos sectores. Si se pensara en lo que se gasta en las universidades públicas, y en subvenciones de todo tipo a las privadas, sencillamente se vería que el despojo es mucho mayor. Basta eliminar ese parasitismo para acabar con la pobreza.
El próximo Presidente colombiano tiene que diseñar una política audaz si quiere sacar a Colombia del atraso social en que se encuentra. Bajar la pobreza a cifras de un dígito como lo hicieron Chile o Brasil y salirse definitivamente de la vergonzosa lista de los países más desiguales del mundo, requiere mucho más que eficaces programas que le alivian la miseria a la gente, pero que poco ayudan a sacarla para siempre de la pobreza. Se trata de construir sobre lo ya hecho, y hacer de la generación de empleo formal y la redistribución de la riqueza un propósito nacional.
Lo cual es el programa terrorista: la creación de empleo formal sólo puede surgir de la consolidación de la economía productiva, no del rumbo chavista que le imprimió Santos al gobierno. Bastaría comparar la contratación de empleados estatales por los gobiernos de Colombia a partir de 2010 y de Venezuela a partir de 1998 para ver que se trata de lo mismo, y con los mismos resultados, sólo hace falta que los parásitos tomen todo el poder, favoreciendo al lamentable traidor para obtener su premio Nobel y asegurándole a su casta cierto dominio persistente. De resto la redistribución va por el rumbo venezolano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo más difícil de entender es cómo, si la "guerra" nos afecta de tantas maneras, no concluye uno que lo que se necesita es perseguir a quienes la inician. Queda uno con la impresión de que la guerra es una situación de generación espontánea y que siempre existe la posibilidad de perdonar/premiar a los que ponen bombas.

Es que esto es increíble:

"La guerra también nos afectó de otra manera. En la última década el país se concentró en una prioridad, reducir la violencia. A eso le apostó el gobierno de Álvaro Uribe buena parte de los recursos y de su energía institucional. Por eso, a pesar de haber aumentado tanto el gasto social, éste sigue estando por debajo de países como Brasil o Costa Rica."

¿Qué es el gasto social? A la gente le encanta hablar de eso como si fuera una pócima mágica que lo arregla todo. El gasto social es limosna combinada con consultorías carísimas, administrado (cómo no) por Fecode y sus adoctrinados.

Afortunadamente, siempre queda gente dispuesta a denunciar la basura castrochavista, el problema es que la tribuna ya está adoctrinada.