25 abr 2013

Candidatos

Ayer hubo una cumbre política en palacio para "calentar motores" con miras a 2014. Está claro que empieza la campaña electoral, con bastante incertidumbre acerca del rumbo que tomará el país después. ¿Se seguirá el plan de Santos de premiar a las FARC y someter al país a las órdenes de la nomenklatura de La Habana o se tomará otro rumbo?

La principal baza del gobierno es el chantaje respecto a la paz: aquellos que se opongan a premiar a las FARC resultarán acusados de ser causantes de sus crímenes posteriores, dado lo mucho que dicen que se ha avanzado en la negociación. Y la gente puesta a escoger entre los socios de los terroristas, descritos por la propaganda como ciudadanos ejemplares, y los que pidan aplicar la ley, descritos como criminales y a menudo perseguidos judicialmente como se hace en Venezuela, optará mayoritariamente por los primeros.

¿Cuáles serán los candidatos? Seguramente Santos buscará la reelección, para lo que podría servirle la muy probable obtención del Nobel de la Paz este año y sobre todo el chantaje de la paz prometida, para la que muy probablemente servirán algunos actos de horror en los meses venideros: no se trata de paz sino de miedo, y el resultado será la multiplicación de la violencia, pero no parece que vaya a conjurarse eso con señalarlo: da la impresión de que ocurrirá en un plazo demasiado largo para la capacidad de previsión de los colombianos.

Hay otros candidatos posibles del bando de la "paz", tal vez el actual negociador Óscar Naranjo, que en una encuesta encontraba más aprobación que Santos. En mi opinión, pese a su popularidad no podrá representar a ningún sector significativo y por eso no pasaría a segunda vuelta, salvo que se presentara como candidato de la Unidad Nacional. Sería una opción menos riesgosa para Santos que su propia reelección o la candidatura de Vargas Lleras, pues ambos podrían perder en una segunda vuelta frente a un candidato de oposición.

Otro posible efecto de la candidatura de Naranjo es el que tuvieron las de Parody, Luna y Galán en las elecciones municipales de 2011: dividir a la "derecha", atraer votos que de otro modo irían a la oposición.

Otra candidatura del mismo bando, aunque por fuera de la Unidad Nacional, es la de Clara López, la heredera mejor situada del clan López, que podría representar a la "izquierda" unida, tal vez sin los verdes, que irían a la Unidad Nacional, y pasar a segunda vuelta, si en el uribismo no aparece una candidatura única. Sería la jugada perfecta para que Santos pudiera mostrar la oposición a su infamia como una manía de la extrema derecha, minoritaria, y de paso forzar a la gente que no apoya a las FARC a apoyarlo. El juego de Uribe, al parecer orientado a buscar otra reelección, favorece esa perspectiva.

¿Cuál es el juego de Uribe? Un activismo confuso, que pasa de los reproches al gobierno por la impunidad de las FARC (con lo que tácitamente se reconoce que el gobierno puede negociar las leyes con los criminales) a los gestos generosos hacia algunos de los enanitos que aspiran a sucederlo. Tras el disparate fatal de la segunda reelección, que le abrió el camino a Santos, ha estado tres años tratando de conservar su cuota de poder, criticando algunos nombramientos y aplaudiendo otros y ejerciendo como consejero no deseado de Santos. Las elecciones de 2011 eran la gran ocasión de responder al cambio de rumbo del gobierno pero Uribe no hizo nada de eso, sino que se dedicó a demostrar que atraía votos, con pésimo resultado, dicho sea de paso, sin que ninguno de sus candidatos tuviera que apartarse un milímetro de la disciplina de la Unidad Nacional.

De ese modo, el uribismo, una mayoría natural que responde a aspiraciones de sentido común y que es el único sector político que no se alía con los terroristas, resulta un amortiguador útil al gobierno. No hay acciones de oposición. Cuando se convocó una manifestación contra las FARC no se vio que el presidente la respaldara. Lo mismo cuando se convocó un cacerolazo contra Santos. La única política que se emprende es la que tiene que ver con las elecciones y los apoyos tangibles a líderes de los que Uribe puede esperar lealtad, aunque curiosamente casi todos los congresistas y senadores que hizo elegir en 2010 terminaron apoyando a quienes lo persiguen.

Los precandidatos uribistas tienen el raro atributo de que nadie espera realmente que ganen y hacen recordar un chiste que circulaba cuando en Estados Unidos se enfrentaban Michael Dukakis y George Bush padre: se decía que el primero hacía pensar a las mujeres en su segundo marido, al que tienen que resignarse cuando ya sus encantos menguan y "peor es nada". Ésa es la impresión que dan.

El peor de todos ellos es con mucho Francisco Santos. Ya he dedicado dos entradas de este blog a analizar sus respuestas en septiembre a María Jimena Duzán (1-2), pero la entrevista contiene perlas aún más enternecedoras. Tras quedar claro que aprueba la negociación y cree que si Santos consigue "la paz" será "el rey del universo", y que considera mezquino "conseguir réditos políticos con la paz", resulta que además se considera el instigador de los diálogos.
M.J.D.: ¿Qué opina de las gestiones de su primo Enrique Santos Calderón?
F.S.:
Pues mire: el jugó un papel clave en todo esto porque los conocía, y su presencia generó una gran confianza. Es más, yo le dije al principio de este gobierno esta frase: “ ¡Lo que usted ayudó a armar ahora ayúdelo a desarmar!”, ¡Es que por la revista Altenativa pasaron todos los grupos guerrilleros!.
Ya no es sólo que el líder intelectual del terrorismo quede siempre impune y sea cada vez más poderoso, sino que es quien va a resolver el entuerto gracias al espaldarazo de su primo, que después espera-conseguir-réditos-políticos-con-la-paz usando las famosas vallas, que hacen creer a los admiradores de Angelino Garzón que el precandidato se opone a la negociación que promovió.

Pero es que además la ocurrencia de ampliar el periodo de Santos también se le podría atribuir, pues la propuso mucho antes que Piedad Córdoba:
M.J.D.: ¿Alguna duda de que Santos se quiera reelegir?
F.S.:
Ninguna, aunque yo creo que la reelección es dañina.
M.J.D.: ¿Qué me dice? ¿No fue usted quien más la empuñó y más la impulsó a pesar de todos los males que ella encarnaba?
F.S.: Creo que habría que ampliar al periodo a cinco o seis años y eliminar la reelección. A esa conclusión llegué viendo lo que pasó en la segunda reelección de Uribe. En general he visto que a los presidentes la reelección les genera un desgaste en su gobernabilidad porque les hace perder independencia ante el Congreso. Y no me diga que Santos no ha dado puestos.
M.J.D.: Debo entender que a usted le gusta solo la reelección de Uribe pero no la de Santos.
F.S.: ¡Nooo!. En el proceso de la primera reelección de Uribe se generaron hechos positivos para el país. Pero el proceso político fue desgastador. Si el presidente tiene seis años para gobernar se dedica a eso. Si tiene cuatro con posibilidad de ocho, gobierna dos años y los otros los dedica a su reelección. Colombia no es una democracia madura como para meterse en ese tema todavía. Ahora, si Santos hace la paz y no se reelige, ¡es el presidente del universo!. Y si encima de eso deja el proyecto de la eliminación de la reelección con la ampliación de periodo, sería una jugada magistral, propia de un pokerista.
Es verdad que no propone directamente ampliar el periodo de Santos, pero ¿por qué no hacerlo si ya está puesta la idea sobre la mesa? El par de años para asentar la paz se justifica plenamente.

El hecho de que Uribe participe en actos conjuntos con Francisco Santos muestra hasta qué punto el uribismo no puede apartarse de una concepción vulgar, torpe y mezquina de la política. Al igual que la indiferencia sobre las cuestiones que discute la sociedad, donde el terrorismo tiene una actividad continua y eficaz, como ocurre con el "matrimonio igualitario".

Martha Lucía Ramírez es otra aspirante a la presidencia por el conservatismo que tampoco se opone mucho que se diga a la negociación política con los terroristas, y ni siquiera se aparta de Santos, a cuyo gobierno se limita a hacerle críticas constructivas.

Óscar Iván Zuluaga ha mostrado en los últimos meses una actitud más firme de rechazo al gobierno, sin que se sepa muy bien si propone no acatar lo que lleguen a acordar los terroristas y el gobierno cómplice en La Habana. Su mayor lastre es la falta de carisma, y su lealtad al gobierno, cuyo primer año aprobaba y al que se declaraba leal en fecha tan reciente como febrero de 2012.
3. Mi posición frente al Gobierno del Presidente Santos es constructiva, reconociendo sus logros y aportando ideas para corregir problemas y equivocaciones. Le apuesto al éxito del Gobierno porque ello representa el éxito del país y del Partido de la U.
Supongamos que en febrero de 2012 no tuviera conocimiento de que el gobierno se proponía negociar con las FARC y que las complacía con atrocidades morales como la Ley de Víctimas, ¿cómo puede aspirar a ser presidente alguien tan distraído? La lealtad al Partido de la U es, si se quiere, aún más grave, porque los congresistas y senadores de ese partido, que son la única razón de su existencia, participaron desde el comienzo del gobierno Santos en la persecución al uribismo.

José Félix Lafaurie es en términos generales más firme y creíble como opositor a la negociación con los terroristas y al plan de Santos. Pero en el supuesto de que Uribe le mostrara su apoyo incondicional, cosa para la que falta mucho, tendría que soportar la presión de las calumnias contra su gremio, además del chantaje de la paz que expliqué al principio. Sencillamente, la inmensa mayoría de la población del país es urbana y tendría grandes resistencias para identificarse con un candidato del gremio ganadero.

Resumiendo lo anterior, mientras el gobierno y el Polo "Democrático" tienen bazas formidables como el chantaje de la negociación, el uribismo ni siquiera tiene claro que la rechaza. Ya no el expresidente o sus precandidatos, sino la mayoría de los activistas y seguidores: es frecuentísima la incapacidad de resistir al embrujo de la paz. La idea de que las leyes no se pueden negociar con los criminales resulta extremista a muchísimos usuarios de Twitter, que se entusiasman protestando por la "impunidad", como si para amnistiar a las FARC hubiera que estarse años discutiendo con ellas o como si no fueran asesinos impunes Angelino Garzón o los anunciados precandidatos que acompañarán a Uribe en las listas al Senado: Rosemberg Pabón y Everth Bustamante.

Esa confusión parte también de la incapacidad de reconocer los errores anteriores: Uribe no fue sólo un defensor durante casi dos décadas de la Constitución de 1991 sino que además fue el ponente de la ley de reindulto del M-19. Está en desventaja para deslegitimar ese orden que está en la base de la expansión terrorista posterior, sobre todo a partir del dominio que alcanzaron en la función pública y en el poder judicial.

Es decir, mientras no se plantee que el M-19 forma parte de la misma conjura que las demás bandas criminales y que desde la legalidad ha estado promoviendo y cobrando, al igual que el Partido Comunista y Arco Iris, el ELN "emergido", los crímenes de las FARC y el resto del ELN, se estarán dando palos de ciego.

Lo cual lleva a cuestionar las negociaciones de paz de los últimos treinta años, porque en todos los casos se trató de someter la voluntad del pueblo a la de unas organizaciones criminales. Proponer eso es complicado porque la mayoría de los colombianos ya se acostumbraron a la absurda solución de resolver el crimen premiándolo, lo cual sólo puede tener la consecuencia de que se multiplica. Pero la verdad es que ni se va a poder presentar Uribe de nuevo ni ninguno de los precandidatos uribistas podría ganarle a Santos en una segunda vuelta, porque aparte del presupuesto y del arraigo de los grandes medios serviles tendría el apoyo de la "izquierda", de la Iglesia, de los grandes partidos y aun el respaldo del probable Premio Nobel.

Mi propuesta es "retomar el rumbo", pero no en el sentido en que emplean el término los miles de consejeros no deseados que tiene Santos en las redes sociales, que todavía esperan que rectifique y se vuelva el continuador del uribismo, sino el rumbo de movilización cívica contra el terrorismo que produjo su mayor derrota histórica, que fue la marcha mundial del 4 de febrero de 2008.

Ojalá se detuviera el lector un minuto a pensar en la imposibilidad de hacer frente al régimen con sus mismas armas, con las verdades a medias, con el burdo marketing de los profesionales de las componendas que ni siquiera se apartan de los fines de la negociación de La Habana. Esa clase de oposición es exactamente la que necesita Santos para su decorado, una minoría confusa y pusilánime a la que puede atribuirle los crímenes que día tras día le inventan a Uribe hasta confundir a millones de personas desinformadas.

Pero para insistir en esa movilización de objetivos simples y claros hay que volver a ellos, dejar claro que de ningún modo se aceptará nada que el gobierno acuerde con los terroristas porque significa la abolición de la democracia. Eso podría convocar a las mayorías urbanas y plantear una elección de reivindicaciones que fuera de Colombia son obvias para todo el mundo: libertad, democracia y justicia, que son las bagatelas que sucumben gracias a la "paz" que busca Santos.

Leyendo hace poco un viejo artículo de Mario Vargas Llosa sobre esa movilización me di cuenta del impacto que tuvo esa marcha y de la fuerza de su mensaje. Invito a leerlo para darse cuenta de que no desvarío sino que hago un llamado a algo muy sensato.

Y entonces "retomar el rumbo" comporta pensar en una candidatura diferente. Yo propongo que el candidato de rechazo al terrorismo y a su premio sea Óscar Morales, que tiene suficientes partidarios para representar una fuerza considerable por sí mismo y que podría significar un revolcón en el juego electoral de 2014.

La sorpresa no tiene sentido. No es muy joven alguien de 39 años, que en cambio sí puede conectar con millones de votantes jóvenes que desprecian la politiquería. No es un político profesional, pero eso puede ser una ventaja, y en varios años de activismo ha mostrado que entiende muy bien de qué se trata, sin hablar de que su única posibilidad dependería del apoyo de Uribe y de los activistas del uribismo. Es decir, que en caso de ganar lo haría como candidato de ese bando y continuador de la gestión del expresidente.

(Perdón por tener que aclararlo: siempre apoyé al gobierno de Uribe y siempre lo he defendido de las calumnias de los cobramasacres, si considero erradas muchas de sus actuaciones políticas no es porque tenga nada en común con sus enemigos.)

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