Por @AdasOz
Me cuesta trabajo creer que la reunión de Juan Manuel Santos con Henrique Capriles en Bogotá haya sido un paso en falso que puso en riesgo el idilio diplomático entre Colombia y la Venezuela chavista, especialmente conociendo el carácter calculador de nuestro presidente y la manía conspiracionista propia del comunismo.
Según Henrique Capriles, Nicolás Maduro tenía conocimiento sobre su viaje a Colombia, quien a su vez se manifestó al respecto, pero en su momento no enfatizó mucho sobre ello y prefirió enfocar su discurso en los recientes “logros” conseguidos en La Habana entre el equipo negociador del gobierno y los terroristas de las FARC. Pese a esto, una vez el líder de la oposición venezolana y Santos se reunieron, estalló la “bomba” diplomática desde Miraflores.
Pensemos por un momento qué hubiese sucedido si dicha reunión hubiese tenido lugar en tiempos de Chávez y de Uribe, este último siempre crítico del régimen chavista y al cual denunció sin descanso durante sus años de mandato por complicidad con las FARC. Sin duda alguna, de haberse dado dicha reunión, está hubiera sido otra de las tantas “bombas diplomáticas” para el mandatario venezolano, dándole más motivos de los que quiso tener para armarle la guerra a Colombia tal como lo manifestó en repetidas ocasiones.
Sin embargo, hablando en tiempo presente, no resulta creíble que aun cuando el gobierno venezolano haya tenido conocimiento sobre dicha reunión, solo la hubiese hecho noticia como un escándalo diplomático luego de llevarse a cabo, especialmente cuando Santos ha apoyado de la forma más descarada y cínica el nuevo régimen madurista que se impuso ilegalmente en Venezuela hace ya casi dos meses. Tampoco se puede creer que el presidente de Colombia, quien se lo ha jugado todo por la claudicación y quien ha concedido a las FARC lo que ningún gobierno anterior había hecho, sea tan torpe de poner en riesgo ese proyecto en el que participan activamente los hermanos Castro en Cuba y los herederos de Hugo Chávez Venezuela.
Por esta misma razón, creo firmemente que la “crisis diplomática” fue un acuerdo entre el régimen de Maduro y el gobierno criminal de Juan Manuel Santos pues ambos mandatarios se encuentran en crisis y son igualmente impopulares. Para nadie es un secreto que hay sectores dentro del chavismo que sienten una gran animadversión hacia Maduro dada la escasez de víveres de primera necesidad, al igual que los índices de inseguridad y violencia siguen incrementando. ¿Cuán conveniente resulta entonces para el mandatario venezolano despertar ese sentimiento nacionalista entre los chavistas, especialmente entre esos que no lo apoyan, haciéndoles creer que Colombia nuevamente es una amenaza para la estabilidad social, política y económica de Venezuela?
Santos, por su parte, tampoco se queda atrás en cuanto a niveles de impopularidad se refiere, a pesar de las múltiples encuestas que ha ordenado hacer con el propósito de mostrarnos números inflados sobre su gestión. En realidad lo único que ha logrado hacerle ganar a Santos popularidad es la cantidad de dinero despilfarrado en comprar conciencias a cambio de recibir apoyo a su gobierno entreguista y criminal, pues de no ser así, estaría solo y como consecuencia de esto no hubiese podido avanzar tanto hacia la entrega del país a los terroristas.
Ahora bien, en tiempos previos a las elecciones presidenciales Santos necesita ganar niveles de aceptación popular entre las diferentes esferas de la sociedad colombiana, especialmente entre los antichavistas, que por fortuna siguen siendo mayoría en Colombia, y nada mejor que mostrarse ahora como el enemigo del régimen madurista al mismo tiempo que se hace amigo del líder de la oposición venezolana. Qué más da, si todo lo concerniente con este gobierno es cuestión de imagen, solo importa la fotografía de primera plana en los diarios, en lugar de centrarse en una gestión decente y consecuente con lo propuesto en campaña. Al final, si Santos logra ganar puntos entre la población podría asegurarse, aún más, su relección, que a su vez convendría a las FARC y al proyecto de claudicación. ¿O acaso es mentira el hecho de que el grupo terrorista no ha intentado ganar tiempo, terreno y espacio con este falso proceso de paz?
De esta forma, encuentro que la “bomba” diplomática con Venezuela no es más que una conveniente estrategia acordada por los gobiernos pares de ambos países para mejorar su imagen y así asegurarse la permanencia en el poder.
1 comentario:
El aparente riesgo fue la payasada del jugador de cartas; como lo diría mi tío Carlos tiene cara dura y arriesga poco juega con cartas marcadas.
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