Por Jaime Castro Ramírez
Tener una identidad de nacionalidad es algo sagrado para todo ciudadano porque lo identifica con el derecho a tener su patria, que significa, entre otros, los derechos a la protección y a la libertad. A partir de este principio surgen entonces inquietudes en cuanto a la obligación de proteger la respetabilidad de esta noción de pertenencia, y la defensa que hay que ejercer sobre todos los derechos que conforman el sentido de patria para sus asociados, que son los ciudadanos.
La compra del poder no significa gobernabilidad
En las elecciones de segunda vuelta presidencial ocurrieron situaciones incompatibles con la honestidad y la decencia de la política. Primero resultaron adhiriendo al candidato presidente los exponentes de la izquierda recalcitrante, con el argumento de la ‘paz’, pero advirtiéndole que serán contradictores absolutos a su gobierno porque lo identifican como gobierno corrupto, y además lo acusan de haber comprado votos en las elecciones legislativas con la mermelada corrupta. En segundo lugar, al haber perdido Santos la primera vuelta con el candidato Zuluaga, tuvo entonces frases muy desafortunadas para prepararse para las elecciones presidenciales de segunda vuelta, pues apareció una grabación donde le decía a un grupo de políticos, entre otras cosas, que ahora había que ganar la segunda vuelta para lo cual estaba lista “la munición y la máquina”, para referirse a cómo ganar esas elecciones, lo cual significaba nada más y nada menos que los medios disponibles para la ‘compra de votos’, es decir, acudir a lo que sea, al detestable y oprobioso ‘todo vale’.
Pues resulta que esta despreciable táctica corrupta contra la verdadera política y contra la democracia le funcionó a Santos porque en la segunda vuelta aumentó su votación en 4.600.000 votos respecto a los 3.300.000 votos que obtuvo en la primera vuelta. Las cuentas no cuadran porque de la adhesión de Clara López del Polo le habrá aportado alrededor de 1.200.000 votos, y unos 500.000 votos del Partido Verde que Peñalosa dejó a sus electores en libertad de votar por quien quisieran. De tal manera que la diferencia es de 2.900.000 votos entre 1.700.000 votos del Polo y el Partido Verde y los 4.600.000 votos en que aumentó su votación. Comprar el poder no es gobernar, es simplemente degenerar la política. Además, Santos contará con una buena dosis de oposición en el nuevo congreso de la república.
Reelección por la paz que no se sabe en qué consiste
El candidato-presidente adelantó la campaña de reelección en base a la palabra ‘paz’, pero sin explicarle al pueblo en qué consisten las concesiones que le está haciendo a las FARC a nombre del Estado colombiano, es decir, con cartas tapadas porque no podía decir la verdad de lo que está negociando pensando en que no lo reeligieran.
Puesto el tema de la paz en un escenario de esta naturaleza, no identificable en su contenido, y como único tema de campaña, la gente reeligió no a Juan Manuel Santos, sino a un mandato por la paz desconocido, para ver qué sale, pero se le confirió el poder como un cheque en blanco. En consecuencia, ahí es donde está el riesgo de incurrir en un error que eventualmente puede resultar muy costoso para la patria y para su democracia, máxime cuando se sabe de la cercanía del reelegido presidente con el castro-chavismo, y con las FARC que lo convirtieron en su candidato presidencial para poder dejarlo preso de sus ambiciones, las cuales se verá obligado a atender como reciprocidad por el apoyo electoral que le dieron a su reelección presidencial.
Ya veremos cuál es la actuación frente a los colombianos del presidente de la república reelegido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario