Por @AdasOz
Es un hecho. Las FARC demuestran a los colombianos y al mundo que hoy son más fuertes que el Estado, contrario a lo que sucedía hace unos años cuando eran las fuerzas del Estado las que daban duros golpes militares a las tropas terroristas, logrando desmoralizarlas, replegarlas y mermarlas en número. Ésos son los grandes “logros” y “avances” que el gobierno Santos ha conseguido con la única locomotora que parece quiere que funcione: la de los diálogos de “paz”. Esa que jamás estuvo en su agenda en 2010 y que se convirtió en su caballito de batalla para las elecciones presidenciales de este año. Lo único que podía mostrar de su pésimo gobierno, porque lo demás está tan maquillado y retocado como él, pero que solo representa la humillación para el país entero.
Las FARC han conseguido su trofeo puesto en bandeja de plata en un momento del proceso en que, quizás, no se lo esperaban: secuestrar a un general de las Fuerzas Armadas junto con sus acompañantes. Contrario a lo que dicen los medios santistas y varios de los voceros de civil de las FARC, yo no pongo en duda que el general Alzate haya estado cumpliendo una misión de inteligencia, que por supuesto salió fatal, quizás con la “ayuda” de algún informante. Por esto no existe razón alguna para que el general tenga que dar explicaciones porque cumplía su labor, que sí es confidencial, y que divulgarlas no sólo pone en riesgo su carrera militar sino la seguridad de todo el país.
Tampoco es cierto que la supuesta “imprudencia” del general haya puesto en peligro el proceso de “paz” entre Santos y sus socios porque el presidente nunca ha planeado levantarse de esa gran tramoya montada desde La Habana que le permitirá terminarse de repartir el poder con los asesinos. Por el contrario, este secuestro ha servido para que las FARC y el gobierno aprovechen para hacerse propaganda, darse un baño de popularidad de grandes proporciones, pero sobre todo, les ha caído como anillo al dedo para presionar y chantajear a la opinión pública con la exigencia del cese al fuego “bilateral” o la tregua. Algo que en un país civilizado sería impensable, pero que en Colombia parece cobrar todo tipo de “lógica” que resulta muy conveniente para la organización criminal. Al día siguiente de que el frente 34 de las FARC cometiera el acto atroz, todos sus voceros de civil y sus aúlicos lo exigían. A los pocos, días la misma organización terrorista se atribuiría el plagio del general y sus acompañantes, y ésta alineaba su discurso con el de sus aúlicos. Entonces no fue cuestión de simples coincidencias.
Con la atribución del secuestro por las mismas FARC también se desmentirían las absurdas acusaciones inventadas por la maquinaria santista sobre el saboteo al proceso de “paz” por parte de Uribe y el escenario, tan confuso al principio, se aclararía. El secuestro de un alto mando desencadenaría la presión y el chantaje por un despeje militar en todo el país, es decir, harán de toda Colombia un Caguán donde las FARC sean amas y señoras.
Resultan repugnantes las mentes retorcidas de algunos colombianos que en lugar de exigir la liberación inmediata de todos los secuestrados, no sólo la del general Alzate sino la de todas y cada una de las personas que se encuentran privadas de la libertar por este y otros grupos narcoterroristas, se alinean sin vergüenza alguna con la ideología de las FARC y corren sin escrúpulos a generar cortinas de humo como el saboteo al proceso de “paz” o exigiendo el repliegue de la actividad militar en todo el país. Ellos, que se erigen hipócritamente como defensores de Derechos Humanos, “tolerantes”, “pacifistas” y “libertarios”, abogan por que en Colombia se imponga un régimen del terror del que ellos se lucrarán inescrupulosamente. Desde ya gozan de semejante beneficio.
El secuestro del general Alzate desencadenó chantaje y amenaza al mismo tiempo, como era de esperarse con estos sociópatas. El martes pasado Pablo Catatumbo exigía el cese al fuego “bilateral”, y lo pongo entre comillas porque es más que evidente que las FARC jamás cesarán su accionar terrorista, mientras que amenazaba con que se iban a presentar hechos incluso más graves. Y le creo a Catatumbo, vendrán más. La semana pasada lo demostraron con los disturbios perpetrados por encapuchados en la Universidad Nacional y con el vil ataque al puesto de policía en la isla Gorgona, que por cierto estaba anunciado desde el mes pasado, pero nuestro gobierno negligente no hizo nada para evitarlo reforzando la seguridad con más tropa en tierra, mar y aire. Esta es la forma como las FARC nos está mostrando qué tanto han logrado fortalecerse bajo el gobierno de Juan Manuel Santos.
La liberación del general se convertirá en el típico circo fariano interminable en donde los espectadores y las víctimas son burlados mientras las FARC continúan presionando a la opinión pública cometiendo más actos barbáricos para que estos terminen de doblegar sus mentes sumisas y esclavas del crimen, y así supliquen al gobierno que ceda ante dichas exigencias. Entonces el gobierno entrará en escena haciendo su patético número circense de darles “gusto” a los colombianos y así cumplirles su deseo de hacer la “paz”. Pero no se crean que esto ocurrirá mañana ni el mes próximo por ser Navidad y fin de año. La escalada terrorista va a ser épica y así nos tendrán un tiempo largo hasta que la súplica sea casi unánime. Ya nos lo anunciaban desde el congreso, la paz no se hará a través de referendo. Así será, pues, como el gobierno y las FARC, que son uno solo, llegarán al acuerdo de firmar la “paz”. El desangre de todo un país la traerá y como decía Herbin Hoyos hace un tiempo en un programa de debate: “si se firma la paz, las víctimas habrán valido la pena”.
Así es como se entiende que Santos, en lugar de ordenar un rescate militar, se encarga de presentarnos el show de las liberaciones farianas, con preámbulo y todo. La liberación del general queda condicionada a que se cumpla el despeje militar en todo el territorio colombiano, pero aun así, ni siquiera sometiéndose a eso, hay garantías de que lo liberen ni de que le respeten la vida.
Este escenario no podría ser más tenebroso y grotesco, pero según van las cosas, el barco de la falsa “paz” llegará a puerto, tal como lo ha prometido Juan Manuel Santos.
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