17 feb 2015

Dos campañas con dos palabras

Por Jaime Castro Ramírez

La voluntad de un pueblo es el sentir del pensamiento colectivo que actúa en base a los impulsos externos que motivan la determinación de sus actos. Este predicado conlleva la condición de dignidad que de suyo le corresponde a la majestad de la voluntad popular, y por supuesto que significa el grado de máximo respeto a su investidura como institución primaria de decisiones políticas, las cuales tienen su efecto determinante en el discurrir de los eventos que influyen en el desarrollo de los destinos de la sociedad.

Siempre será procedente reiterar la circunstancia de que engañar al pueblo es un pecado social grave, pues es atentar contra el sentido común de respeto que debe existir hacia la importancia de esa voz universal de trascendencia vinculante para los gobernantes. Sin embargo, aunque suene paradójico este irrespeto suele ocurrir por parte de quienes obviamente han recibido la condición de gobernantes por parte de la voluntad popular.

Símbolos utilizados en las dos campañas presidenciales de Santos
No es malo utilizar expresiones caracterizándolas como símbolos de una campaña presidencial para persuadir la voluntad popular a apoyar un programa de gobierno, lo que sí es perverso es que posteriormente la significación dada a esas expresiones se convierta en engaño a esa voluntad popular que dio su apoyo. En sentido realista hay que decir que esto último es grande preocupación de los colombianos respecto a los medios utilizados en las dos campañas que terminaron eligiendo a Juan Manuel Santos como presidente de la república, pues aunque se dice que ‘los medios no justifican el fin’; sin embargo, Santos no distinguió entre una cosa y otra, y comprometió su accionar político haciendo dos campañas basadas en el significado de dos palabras con las cuales consiguió el poder: La primera campaña la montó en base a la palabra URIBE, y la segunda campaña la hizo en base a la palabra PAZ.

Lo inaceptable es el resultado de lo prometido, frente a lo que esperaban sus electores, pues en el primer caso, Santos utilizó el alto prestigio de su antecesor prometiendo que continuaría sus políticas de gobierno y por cuya consigna logró que Uribe le hiciera el guiño canalizándole su capital político, razón por la cual 9 millones de colombianos procedieron a elegirlo confiados en lo prometido. Pues resulta que la promesa solo duró mientras llegó al poder porque de inmediato Santos procedió a hacer lo contrario siendo obsecuente con otras causas, de tal manera que engañó a su antecesor y al pueblo.

En el segundo caso, la reelección Santos la logró comprometiéndose con lo que él llama ‘paz’, solo que la dimensión del engaño puede ser directamente proporcional a lo que el resultado de esa propuesta no signifique paz para los colombianos, con aspectos tales como: impunidad, no entrega de armas, no reparación económica a las víctimas por parte de las Farc, entrega de territorios con la denominación de ‘zonas de reserva campesina’, entrega de curules en el congreso de la república y en otras corporaciones públicas a quienes internacionalmente han sido denominados como terroristas, etc. Todos estos factores son consustanciales con el debilitamiento de la democracia, con el debilitamiento de la institucionalidad, y por consiguiente con la entrega del país. Bienvenida la verdadera paz para los colombianos…

La razón de ser de un gobernante tiene que ser su lealtad con el pueblo y con las instituciones democráticas que conforman el Estado de derecho.

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