24 mar 2015

Paz sin entrega de armas

Por Jaime Castro Ramírez

La intención es el deseo deliberado de actuar conscientemente, de buena o de mala fe, frente a una a acción o situación específica. Filosóficamente se habla de la intencionalidad como una relación que existe entre la conciencia y el mundo exterior, es decir, que el individuo vincula el poder de su mente con el desarrollo de un hecho que conlleva a perseguir el logro de un objetivo determinado, llámese para hacer el bien a sus semejantes, o también para lograr el efecto contrario.

Paz que negocia el presidente Santos sin la entrega de armas de los terroristas
Hablar de paz requiere el soporte de unas condiciones específicas y esenciales, las cuales se tienen que cumplir en un escenario de sinceridad, pues aparte de que debe existir verdad, justicia y reparación a las víctimas, hay una condición sine qua non para que pueda funcionar la paz, y es obviamente la entrega de las armas por parte de quienes han actuado criminalmente en contra de la sociedad, y en contra del Estado de derecho y sus instituciones.

Se han conocido varias exigencias de las Farc que son inaceptables para los colombianos (así lo dicen las encuestas), como por ejemplo la impunidad total al decir que no pagan cárcel por los innumerables crímenes de lesa humanidad que han cometido, la exigencia de la concesión de territorios con el calificativo de zonas de reserva campesina que significa la división y desintegración de la unidad del territorio nacional, decir que son víctimas y no victimarios, negarse a pedirle perdón público a los colombianos, etc. Todo esto es producto del cinismo sin límites que manejan las Farc, pero lanzar también como exigencia que el gobierno Santos les acepte en la negociación ‘no entregar las armas’, esto es simplemente el colmo de lo insólito, y significa que no se puede hablar de paz si los terroristas se quedan en poder de las armas, pues sería nada más y nada menos que quedarse con el medio propicio para continuar con la violencia ante cualquier circunstancia que según su criterio consideren no aceptable en un hecho posterior a la firma del acuerdo de paz.

Lo anterior implicaría una ‘paz’ efímera por sustracción de materia, es decir, por cuanto operaría la desaparición del sustento esencial de la acción llamada paz, y que tiene que ser justamente el desarme efectivo y desmovilización de los actores que han actuado fuera de la ley. Las Farc manejan la engañosa expresión de ‘dejación de armas’, pero que para ellos no existe el concepto de la ‘entrega de armas’, con lo cual plantean una forma ficticia de paz, o dicho de otra forma, acuden a una estrategia imaginaria diferente a la realidad de la paz.

En gracia de discusión se podría decir que las Farc están en su derecho de exigir lo que les parezca en la mesa de negociación, pero todo depende del presidente Santos que es quien tiene la palabra en nombre de los colombianos para decidir qué es lo que va a firma con el nombre de ‘paz’, y de lo cual obviamente dependerá el porvenir político, económico y social de la república.

Hablar de paz con armas que queden en poder de los violentos es aceptar por parte del gobierno un grande engaño para los colombianos porque eso no es paz. Al respecto, se podría concluir con un símil diciendo que solo en un escenario donde fuera presentada la obra titulada ‘la irrealidad’, donde unos actores representen la ingenuidad, quizás enajenados, o confundidos por la mala intención de otros actores, solo allí se podría escenificar un simulacro imaginario con el nombre de negociación de paz.

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