Por @AdasOz
Más o menos hace unos seis meses, mientras me dirigía en un taxi hacia mi lugar de trabajo, el conductor me hablaba espontáneamente sobre la inseguridad que azota a Bogotá y sobre su descontento con la actual y mal llamada administración de Gustavo Petro. Entre otras cosas, me comentaba que ya en unos barrios de la ciudad hay milicias urbanas perfectamente organizadas, por lo que se está convirtiendo en una labor casi heroica entrar a trabajar en ellos.
Es muy grave que la falta de gestión en Bogotá y el pasado terrorista del alcalde hayan desencadenado en exactamente el mismo mal causado por el dictador Hugo Chávez en Venezuela, al crear su propio grupo paramilitar: las milicias populares del barrio caraqueño 23 de Enero. No en vano Petro admiraba al tirano vecino, pues eran amigos de vieja data, desde los tiempos álgidos del terrorismo del M-19.
Cabe recordar que desde que Petro asumió la enorme responsabilidad de manejar la capital, el desorden público se ha recrudecido, siempre precedido por marchas y manifestaciones que él mismo promueve declarando días cívicos en universidades y colegios públicos, donde él bien sabe que están concentradas las milicias. Durante el paro agrario, por ejemplo, las calles de Bogotá estaban inundadas de jóvenes, muchos de ellos menores de edad, cuyo único objetivo era generar caos y destrucción a su paso, al igual que como sucedió en los años inmediatamente anteriores con las protestas contra Transmilenio que dejaron millonarias pérdidas al sistema de transporte y a la ciudad.
Recordemos también que durante el período transcurrido entre los años 2011 y 2012, época en la que los vándalos universitarios se ensañaban contra Transmilenio, al menos 8 estudiantes murieron manipulando explosivos para la creación de papas bomba. Uno de los casos más recordados es el de los tres estudiantes de la Pedagógica que resultaron muertos por esta misma razón y que en su momento la Policía investigaba por posibles nexos con la guerrilla. Nunca se supo que pasó con dicha investigación, pero a nadie parece importarle. Fue tan solo una noticia del momento.
Para el 2014, la situación que se vivió en Bogotá no era menos preocupante, pues al caos y a la inseguridad se le suma la zozobra que nos han venido dejando una serie de “petardos” que explotaron, algunos controladamente, en diferentes puntos de la ciudad. Desde mediados del año pasado los “agraciados” terroristas que dialogan en La Habana han venido sembrando terror, con la ayuda caritativa de sus camaradas del ELN, recordándonos que podríamos estarnos aproximando a revivir los peores tiempos del Cartel de Medellín. El 20 de junio del año pasado explotó un petardo en un CAI en la Plaza de Lourdes en la localidad de Chapinero, cuya autoría se atribuyó la organización terrorista ELN. Pocos días después, fueron encontradas seis bombas panfletarias de las FARC, de las cuales estallaron tres. Un mes después, los terroristas del ELN volvían a hacer de la suyas activando otros dos petardos panfletarios más y dejando listos otros tres, que afortunadamente fueron desactivados por la Policía. Por supuesto, nada de esto desveló a Petro y mucho menos tomó medidas para brindarnos a los ciudadanos seguridad, mientras estos últimos siguieron tranquilos con su rutina como si nada estuviera pasando.
En lo que va corrido del año 2015, es decir en menos de tres meses, la tranquilidad de los bogotanos se ha visto vulnerada por la explosión, en algunos casos controlada, de 7 petardos que todavía permanecen sin esclarecer y las autoridades tampoco han rendido cuentas de haber detenido ningún responsable. Lo único que sabemos es que la última explosión fue considerada un atentado a la Policía y que es muy probable que haya sido perpetrado por el ELN. Pero aún quedan muchos interrogantes por resolver, ya que cabe la posibilidad de que este grupo terrorista esté actuando en confabulación con las FARC, siendo el primero autor material y librando a los últimos de quedar directamente implicados en el crimen para que puedan posar de no haber roto el tan publicitado cese “unilateral” anunciado en diciembre pasado.
Llama la atención lo que señalo en rojo de un artículo publicado por el diario El Espectador horas después del atentado del jueves pasado:
Los medios reciben toneladas industriales de mermelada del gobierno, especialmente este pasquín, por lo que se han dedicado a publicar este tipo de sentencias tendenciosas que antes de informar generan dudas y zozobra en la ciudadanía. ¿Recuerdan cuando explotó la bomba contra Fernando Londoño en el semáforo de la Calle 74 con Av. Caracas, cuando los medios aseguraban que la “extrema derecha” había sido responsable del atentado, pero en realidad se confirmó que fueron las FARC? Bueno, así mismo están haciendo con los recientes casos de terrorismo en Bogotá. En Colombia el periodismo investigativo es una especie en vía de extinción.
Ahora bien, ya son tantos los casos de terrorismo en Bogotá, que para el alcalde ya es imposible sostener la mentira de que se trata de “casos aislados”, tal como nos ha querido hacer entender. También se hace evidente la falta de comunicación que existe entre la Policía y la administración Petro. Es más, me atrevería a decir que por alguna razón las autoridades están maniatadas frente a la investigación que todos estos casos merecen, pues ya era hora de que se hubieran tomado medidas conjuntas que conduzcan a la captura de los responsables y nos den certeza de quiénes están tras los hechos. Pero no ha sido así. Petro pone toda la responsabilidad sobre la Policía Metropolitana para él lavarse las manos hábilmente y salir rápido del problema.
Las bombas no parecen preocuparle al alcalde, pues así lo ha demostrado y su cuenta de Twitter da cuenta de ello:
Como ven, he elegido esta secuencia de trinos del alcalde no sólo para mostrarles la poca importancia que refleja Petro ante los actos terroristas que azotan a Bogotá sino también para que vean cómo él mismo desorienta y distrae sobre lo ocurrido el viernes pasado. Solo un cómplice actúa de dicha forma y se me antoja decir que el alcalde lo es. Tan solo dos trinos dedica al acto terrorista: el primero para dar cuenta de que no hubo muertos, con lo que minimiza el hecho, y el segundo para simplemente informar que fue un atentado contra la Policía. ¡Vaya tarea exhaustiva del alcalde! Habrá quedado sin aliento después de esos dos trinos.
Pero la gravedad del asunto no es esa sino el trino que lanza tan solo diez minutos después de confirmar el atentado. ¡Pero qué coincidencia, al alcalde lo están “amenazando” de nuevo! ¡Rápidamente recurre al viejo truco de las autoamenazas para victimizarse y zafarse de toda responsabilidad! Si bien es cierto que la noticia de las “amenazas” contra él y otros personajes de la izquierda armada fue publicada dos días antes del atentado, no es coincidencia que Petro la haya reciclado el día del suceso. A ustedes podrá engañarlos, pero a mí no y no estaría de más que se le abriera una investigación por denunciar falsas amenazas y por los actos terroristas ocurridos en Bogotá.
A los ocho minutos de haber utilizado las autoamenazas como distractor de la bomba contra la Policía, convoca a una nueva marcha por la “paz” el 9 de abril. ¡Bogotá no aguanta más movilizaciones!:
Ese “No Pasarán” me recuerda al “no volverán” chavista. Es el reflejo de la inversión de los valores morales promovida desde un cargo de alto poder donde las masas pueden ser fácilmente influenciables. Terroristas posando de adalides de la democracia, la libertad, la paz y los Derechos Humanos, mientras quienes se les oponen son acusados con delitos que nunca cometieron y son encarcelados sin derecho a defenderse. Bogotá ya es un enclave chavista, pero sus ciudadanos están todavía hechizados y no se sabe cuándo vayan a reaccionar.
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