En España las principales ciudades cayeron tras las elecciones del 24 de mayo en manos de chavistas o afines con el apoyo del PSOE, que había prometido no aliarse con ellos. Al constituirse los nuevos ayuntamientos, ya se detectó el "avance" del país: abucheos, insultos y amenazas a los concejales de los demás partidos, proclamas demagógicas cuyo último sentido es la confiscación de bienes privados, etc.: lo que hacen los chavistas en cualquier parte. Poco después se conoció la trayectoria de los nuevos concejales ligados a la franquicia cubana: uno preguntaba en Twitter cómo se podía meter a cinco millones de judíos en un 600 ("topolino"): en el cenicero. Otro se prodigaba en propuestas para asesinar a los dirigentes del Partido Popular, otra está procesada por participar en una protesta blasfema en la capilla de la Universidad, otra posa con un pene de plástico de tamaño natural como colgante... Eso sólo para aludir a la capital.
Hay gente escandalizada e indignada con esta clase de personajes, aun entre quienes votaron por ellos, pero se corre el riesgo de simplificar y reducir la cuestión a un puro plano estético. Si se propone una mínima exigencia moral, basta con leer lo que escriben sobre Colombia para entender que la vileza es más bien lo que predomina, aunque sus protagonistas no sean siempre tan toscos.
Durante muchas décadas en toda América se legitimó a ETA con el cuento de que eran "los vascos", la gente que hablaba así fue la que después creó los narcorregímenes bolivarianos. Hay algo muy parecido en la complacencia de los medios españoles con las FARC y el régimen que las premia: son los criterios morales en los que creen, aunque de momento tengan dificultades para aplicarlos. Incluso el diario monárquico-católico ABC publicó hace unos meses un editorial aplaudiendo la infamia de La Habana, en el que no hay una sola frase que no sea una mentira repugnante.
Hay gente escandalizada e indignada con esta clase de personajes, aun entre quienes votaron por ellos, pero se corre el riesgo de simplificar y reducir la cuestión a un puro plano estético. Si se propone una mínima exigencia moral, basta con leer lo que escriben sobre Colombia para entender que la vileza es más bien lo que predomina, aunque sus protagonistas no sean siempre tan toscos.
Durante muchas décadas en toda América se legitimó a ETA con el cuento de que eran "los vascos", la gente que hablaba así fue la que después creó los narcorregímenes bolivarianos. Hay algo muy parecido en la complacencia de los medios españoles con las FARC y el régimen que las premia: son los criterios morales en los que creen, aunque de momento tengan dificultades para aplicarlos. Incluso el diario monárquico-católico ABC publicó hace unos meses un editorial aplaudiendo la infamia de La Habana, en el que no hay una sola frase que no sea una mentira repugnante.
Esta semana fue el turno de El País, periódico de propiedad de la misma empresa que Caracol Radio y con viejas relaciones con Samper y el Grupo Santodomingo. Lo que publican en ese periódico sobre Colombia se puede clasificar en dos grupos: los panegíricos inverosímiles sobre Santos y la propaganda abierta de las FARC. Esta semana se lucieron con otro editorial:
Impulso para Colombia
La creación de una Comisión de la Verdad debe ayudar a acelerar el acuerdo entre Gobierno y FARC
Se ha anunciado crear una "Comisión de la Verdad" en la que el gobierno y los terroristas nombrarán a personajes afines (no hay ninguna diferencia ideológica ni moral entre el gobierno y las FARC, a tal punto que el jefe de los negociadores es un antiguo militante de la Juventud Comunista y el creador de la negociación, el hermano mayor de Santos, es el representante más o menos abierto de los Castro en Colombia). Sólo es otro pretexto para el latrocinio y la propaganda. Ya crearon un "Grupo de Memoria Histórica" dedicado a ese fin, y una Comisión Histórica, formada por los ideólogos del terrorismo. De modo que la anunciada comisión sólo es "de la verdad" en el nombre, cosa que el editorialista tiene que saber pero oculta porque los negocios de su periódico se basan en la relación con esa poderosa organización y sus socios en el gobierno.
En lo que sí acierta plenamente es en lo de "Impulso para Colombia". Hacia el hoyo. Cada vez hay más violencia terrorista porque cada vez se la reconoce más. La Comisión de la Verdad será otra inversión en propaganda del crimen, algo tan evidente como los pagos a la empresa colombiana del Grupo Prisa por el gobierno de Santos.
En lo que sí acierta plenamente es en lo de "Impulso para Colombia". Hacia el hoyo. Cada vez hay más violencia terrorista porque cada vez se la reconoce más. La Comisión de la Verdad será otra inversión en propaganda del crimen, algo tan evidente como los pagos a la empresa colombiana del Grupo Prisa por el gobierno de Santos.
La creación de una Comisión de la Verdad en Colombia para investigar hechos sucedidos durante el medio siglo de enfrentamiento armado entre el Estado y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) es una importante noticia que no debe quedar oscurecida por la muerte de dos militares colombianos a manos de la guerrilla en las últimas horas así como graves atentados contra infraestructuras. Al contrario.
La noticia no es nada, otra inversión en propaganda que es lo único que han producido tres años de farsa: la dedicación del Estado a legitimar los negocios de una banda criminal relacionada con las familias que lo controlan desde el siglo XIX. Pero ¿hay un enfrentamiento armado entre el Estado y las FARC? Eso es puro lenguaje legitimador: cada vez que alguien sale a matar entra en un enfrentamiento armado con el orden legal. ¿No había un enfrentamiento armado entre el Estado español y ETA? Casualmente eso nunca se dice en El País. ¿Desconoce el editorialista la mentira monstruosa que introduce en su texto? Sólo lo desconocen o lo miran de forma sesgada los lectores españoles. Por eso se lo permite.
Debe servir de impulso urgente para culminar las negociaciones de paz que se llevan a cabo en La Habana antes de que cunda el cansancio y el desánimo y el proceso entre en una senda peligrosa de frustración. El acuerdo en torno a la comisión se produce en un momento en el que la atmósfera del diálogo se ha enrarecido peligrosamente.
El editorialista sabe que la única "culminación" del proceso es la destrucción total de las fuerzas armadas legítimas y la toma del poder por los terroristas, para lo cual hacen falta precisamente muchos más asesinatos que los 250.000 cometidos hasta ahora y que él legitima con tanto descaro. Mientras tanto las negociaciones tienen que seguir porque es la forma en que los negocios de extorsión, cocaína y minería ilegal se expandan. No hay senda peligrosa de frustración, como es bien sabido, cuantas más personas mueran, cuanta más destrucción haya, más seguro es el avance terrorista porque su único fundamento es el miedo.
¿O no se le habrá pasado por la cabeza que negociar las leyes con una banda de asesinos es sencillamente la abolición de la democracia? ¿En qué país del mundo no importa lo que los ciudadanos acuerden y elijan sino lo que sus gobernantes acuerden con unos asesinos con los que tienen toda clase de nexos?
¿O no se le habrá pasado por la cabeza que negociar las leyes con una banda de asesinos es sencillamente la abolición de la democracia? ¿En qué país del mundo no importa lo que los ciudadanos acuerden y elijan sino lo que sus gobernantes acuerden con unos asesinos con los que tienen toda clase de nexos?
Son elogiables los términos en los que se creará y actuará la Comisión de la Verdad: tras la firma de la paz y sin pretender actuar como un tribunal de justicia ordinaria. Es decir, sus trabajos y los testimonios que recogerá —sin duda dolorosos— en ningún caso condicionarán ya las difíciles negociaciones. Las reconciliaciones en las sociedades que han sufrido tanto deben producirse en el seno de las familias, las comunidades y en los libros de historia. Elegido el camino de la paz, el pasado puede explicar el presente, pero no condicionarlo.
Es decir, la institución de propaganda formada por los mismos que encargan las masacres se dedicará a legitimar todos los crímenes y a igualar, como hace el gobierno de Santos, como hace el poder judicial colombiano, como hace el mismo editorialista de El País, a quienes secuestran niños con quienes intentan liberarlos. El papel de estos propagandistas en Europa no es menos atroz que el de los mismos asesinos.
Para ver hasta qué punto el redactor de ese editorial es mucho más perverso y asesino que los concejales de Podemos baste pensar en las "sociedades que han sufrido tanto". ¿Quién ha sufrido? ¿Los jefes del terrorismo, profesores universitarios con ingresos nominales de unas 15 veces el promedio de los ciudadanos por adoctrinar y reclutar a los que les aseguran rentas? ¿Los redactores de la revista Alternativa, hoy hegemónicos en los medios colombianos y en su mayoría procedentes de familias poderosas? A la mayoría de los colombianos humildes esos personajes los han condenado a la miseria y los han oprimido de mil maneras, y gracias a la dominación que alcanzan en forma de "paz" los humillarán y explotarán muchísimo más, tal como ocurre con los cubanos y venezolanos.
Para ver hasta qué punto el redactor de ese editorial es mucho más perverso y asesino que los concejales de Podemos baste pensar en las "sociedades que han sufrido tanto". ¿Quién ha sufrido? ¿Los jefes del terrorismo, profesores universitarios con ingresos nominales de unas 15 veces el promedio de los ciudadanos por adoctrinar y reclutar a los que les aseguran rentas? ¿Los redactores de la revista Alternativa, hoy hegemónicos en los medios colombianos y en su mayoría procedentes de familias poderosas? A la mayoría de los colombianos humildes esos personajes los han condenado a la miseria y los han oprimido de mil maneras, y gracias a la dominación que alcanzan en forma de "paz" los humillarán y explotarán muchísimo más, tal como ocurre con los cubanos y venezolanos.
Pero no bastan las palabras. La paz debe existir también sobre el terreno. Y sin mucha más demora.
¿Se entiende? No se trata de que los terroristas desistan de imponer nada a la sociedad sino de que esta se apresure a premiarlos por todo lo que han hecho. ¿O en alguna parte hay el más remoto interés en insistirles en que cesen en sus crímenes? ¡Se está tardando demasiado en reconocerlos y ofrecerles ministerios y embajadas! Parece que todavía hay soldados que no desertan y oficiales que no se dedican a perseguir y amenazar a los críticos del gobierno. Ésa es la prisa del editorialista.
No habrá firma de ninguna paz hasta 2018 porque sin la amenaza y el control total será imposible impedir una derrota electoral. Pero si la hubiera quedaría otra banda o una facción de las FARC explotando los rentables negocios de ahora. Eso no preocupa al editorialista, cuyo público es capaz de concebir que la conversión de los violadores de niñas en miembros de la Comisión de la Verdad va a poderse llamar "paz". El que dude de lo anterior puede averiguar la trayectoria de Javier Giraldo, sacerdote jesuita señalado como instigador de asesinatos por varias personas que poco después caían y miembro de la Comisión Histórica.
Si en Colombia hubiera siquiera un atisbo de civismo estas publicaciones de propaganda del genocidio serían contestadas: los que no están de parte de los criminales son fatalmente serviles, y los asesinos aliados de este editorialista los esclavizarán y masacrarán cada vez más.
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