1 oct 2015

La reciprocidad de la verdad

Jaime Castro Ramírez

Al hablar de paz se requiere el sentido de pertenencia social para encausar las directrices de la convivencia en igualdad de condiciones, y obviamente tiene que haber meridiana claridad en los preceptos que han dado lugar al entendimiento, pues el pueblo necesita enterarse de los detalles tratados y convenidos en base a la filosofía social aplicada al proceso, pues para el buen suceso del propósito de entendimiento social no deben quedar incluidas ventajas sociopolíticas a favor de algunos y en factor de desigualdad para otros, pues esto puede dar lugar a circunstancias que desvirtúen el propósito de paz.

La importancia de la verdad
En un proceso de negociación de paz, si no se reconoce la plena verdad sobre los crímenes cometidos, no puede haber real reconocimiento de las víctimas, y por consiguiente no habrá lugar a condiciones de real justicia ni reparación, y en consecuencia, eso no se llama paz.

Según el acuerdo de ‘justicia’ firmado por Santos y “Timochenko”, así como a las Farc se les exige la verdad en el proceso de paz que se negocia (ojalá cumplan con la verdad), también al gobierno el pueblo le exige reciprocidad informando la verdad sobre lo que está negociando, es decir, que exponga con claridad cuáles son las concesiones que está haciendo para que la conciencia nacional pueda formarse un juicio de valores sobre lo que realmente significan las condiciones de paz para el país.

El objetivo fundante de la paz es el pueblo, el pueblo es el origen de la política que otorga el poder, luego el pueblo tiene que estar bien informado sobre las condiciones en que el gobierno se compromete en uso de ese poder que le ha sido conferido, en este caso las concesiones que hace a las Fsarc en la negociación de paz en nombre y representación de la sociedad colombiana.

El gobierno habla de refrendación popular a lo que negocie con las Farc, pero es obvio que sin conocimiento claro de lo que negocia no es posible hablar de refrendación por parte de la sociedad colombiana. Al pueblo no se le puede citar a las urnas a refrendar con su voto lo que no conoce con pleno conocimiento de causa.

Tampoco ha informado el presidente Santos cuál será el mecanismo o procedimiento legal, jurídico y constitucional que utilizará para esa presunta refrendación. Primero prometió un referendo, pero para sorpresa de los colombianos luego dijo que el referendo era “un suicidio”. Lo primero que cualquier desprevenido observador se pregunta es cuál es entonces la confianza del gobierno en la conveniencia para el país en lo que negocia si cree que es un suicidio presentárselo al pueblo para que lo apruebe, lo que significa que de hecho lo da por improbado, ¿quizás por impresentable?

Según esta manifiesta desconfianza en el pronunciamiento popular, ¿cuáles son los temores del presidente Santos si tiene patriótica convicción de lo que está negociando, para dónde cree entonces que lleva al país, cuál es el futuro político, económico y social que le espera con lo que llama paz?

Con esta posición negativa sobre el presunto ‘suicidio’ con el referendo, el mismo presidente de la república crea desconfianza pública, y al pueblo le queda la incertidumbre de que pareciera que la llamada paz tiene inaceptables para la sociedad colombiana, y que por lo tanto se le pone atención a aquello de que “el que tiene rabo de paja no se arrima a la candela”, lo que significaría que no se arrima al referendo porque tiene que explicar en detalle a los colombianos en qué consiste lo acordado con las Farc.

¿Será entonces que pretenden modificar la constitución para evitarse la explicación de lo que aspiran a hacer refrendar por el pueblo, es decir, inventarse una figura abstracta en su contenido que solo implique preguntarle a los ciudadanos en las urnas si están de acuerdo con la paz y pare de contar? Preocupante la situación para los colombianos, pues esto sería ni más ni menos que un engaño colectivo.

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