Por Jaime Castro Ramírez
Las circunstancias que circundan alrededor de un suceso generan unas consecuencias, que pueden ser para bien o para mal, en la medida de la clase de impacto que afecte intereses comunes de la sociedad.
Si la afectación genera consecuencias negativas que perjudican intereses sociales, para reparar el error, por lo menos desde el punto de vista ético y moral, es exigible a su autor(es) pedir perdón, pues de lo contrario no se está aceptando la verdad que es la responsabilidad sobre la falta cometida, y por consiguiente no puede haber perdón real por parte de la sociedad afectada. En este caso, si hay reconocimiento de la falta por parte del agresor pidiendo perdón, libera su conciencia de la pesadilla que le debe producir un pensamiento permanentemente expuesto en la realidad del mal causado, pero además dependiendo también de la gravedad de lo ocurrido, pues si se tratase de violación de derechos humanos, la situación tiene entonces una trascendencia de grande complejidad.
La paz de Colombia sin que las Farc pidan perdón
Cuando no se asumen responsabilidades sobre los propios actos, difícilmente se pueden conciliar situaciones que plantean diferencias pugnaces entre seres humanos, pues la situación se traslada a un escenario desconcertante donde la desconfianza no permite encontrar la realidad filosófica de la reconciliación. Al no aceptarse la realidad de la culpabilidad por parte de su autor, la voluntad de la contraparte queda impedida para aceptar los desafíos de la arrogancia.
En aras de de pretender lograr un entendimiento de paz para Colombia, es por decir lo menos infortunada la actitud de cinismo y prepotencia que han asumido las Farc al afirmar con la mayor arrogancia que no se arrepienten de nada de lo que han hecho y que en consecuencia no tienen de qué pedirle perdón a los colombianos. Han asumido la peregrina teoría de que la culpabilidad de la tragedia de violencia (que ellos han perpetrado) es del Estado colombiano y de su clase social.
Al no pedir perdón, no puede haber verdad completa, ni justicia, ni reparación a las víctimas por parte de las Farc, y en consecuencia, eso de ninguna manera significa la paz para los colombianos; pues incluso, mediante la trama de culpar de lo ocurrido al Estado y a la sociedad, eso tiene la intención implícita de esquivar la responsabilidad de reparar económicamente mediante la indemnización a sus víctimas, lo cual implica que sea el Estado el que asuma dicha obligación de reparación a través de los impuestos que pagan los contribuyentes.
Respecto a lo que ocurre en este trajinar del proceso de paz, en cierta forma sería carente de objetividad categorizar que sean las Farc los responsables directos de los exabruptos que se aprueben en la mesa de negociación en contra de los intereses republicanos, pues ellos están en su derecho de exigir ventajas a su favor, luego la responsabilidad es del gobierno en cabeza del presidente Santos si se aceptan condiciones que desvirtúen la histórica armonía de la institucionalidad que conforma el Estado de derecho, y lo cual dé lugar a que se lesionen la democracia y los modelos político, económico y social.
Paz con amenazas incluidas
En base al publicitado ‘acuerdo de justicia’ (el cual no se conoce) que acaban de proclamar en la Habana el presidente Santos y “Timochenko”, donde se habla de la conformación de un ´Tribunal de justicia para la Paz’; por si faltaba agregar protagonismo al hecho de no pedir perdón por los delitos atroces y delitos de lesa humanidad que han cometido contra el pueblo colombiano, de inmediato las Farc a través de Anncol procedieron a pronunciar el antípoda de la paz al proferir amenazas selectivas a colombianos; aunque pretenden el perdón de la sociedad, pero sin pedir perdón.
La pregunta es entonces ¿No piden perdón pero a cambio acusan y amenazan? ¿A eso se le podrá llamar intención de paz por parte de las Farc?
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