Por Jaime Castro Ramírez
Una infortunada acción a que es sometida la política consiste en que quienes se dedican a utilizarla como profesión, generalmente distorsionan su verdadera filosofía utilizándola como un fortín de destinación exclusiva que consiste en ponerla al servicio de sus intereses personales. Los intereses de la sociedad, que los políticos dicen representar, cuentan solo en un escenario hipotético en el momento de hacer cuentas electorales, para lo cual se valen de las consabidas promesas para persuadir la voluntad del pueblo, promesas que luego de ser elegidos no cumplen. Lo verdaderamente contradictorio es que esta conducta egoísta de la mayoría de los políticos es validada por los mismos ciudadanos que concurren a las urnas a elegirlos, lo cual suele ocurrir, aun en el evento de conocerse tales antecedentes en un individuo.
La paz en Colombia tiene plazo
No se requiere mucha destreza de análisis político para entender la razón por la cual el presidente Santos le ha fijado un plazo perentorio a la negociación de la paz, para lo cual estableció un techo que dice que debe lograrse el acuerdo a más tardar en noviembre de 2013. Alguien diría desprevenidamente, ¿y por qué noviembre de 2013? Pues resulta que la respuesta es muy fácil de obtener, y para el presidente seguramente resulta ser muy obvia… Están de por medio las elecciones para elegir presidente de la república en mayo de 2014, y también está de por medio la posible aspiración de Santos a ser reelegido. Estos dos aspectos, pero especialmente el segundo, son los que mueven el motor que impulsa dicha idea de fijarle plazo a la paz, pues por esa época, a cinco meses de las elecciones, estará la campaña presidencial en pleno apogeo y Santos quiere entonces convertir en ‘política electoral’ el supuesto acuerdo de paz para repuntar en las encuestas en la recta final. Aquí está la paz convertida en puro cálculo político electorero de interés personal. ¡Ojalá Santos no esté pensando en una paz firmada a ‘cualquier precio’ con tal de obtener la reelección presidencial!
Sin embargo, el proceso de paz tiene muchos y graves bemoles planteados por las FARC, que desde luego harán difícil para el equipo negociador del gobierno entrar a aceptarlos porque riñen directamente con la institucionalidad y la democracia colombianas. Pero a esto se ha unido otro factor muy importante y decisivo que consiste en acatar o no el fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya que despoja a Colombia de su soberanía en el mar del archipiélago de San Andrés y Providencia, y se la entrega a Nicaragua.
Sin maniobra política
Estando ahora a año y medio de las elecciones presidenciales, a Santos se le han estrechado abruptamente los posibles caminos para conseguir la reelección. Como se dijo antes, básicamente son dos las circunstancias que determinarán la suerte de continuar o no en el cargo:
PRIMERO. La gente no acepta el hecho de que el gobierno vaya a acatar la entrega a Nicaragua de la soberanía colombiana en el mar de San Andrés, pues el 83% de los colombianos lo rechaza. Sin embargo, pareciera que Santos acatará ese fallo sin decirlo públicamente a los colombianos, como suele actuar, ‘en silencio’, por debajo de la mesa.
SEGUNDO. Al proceso de paz se le exige: verdad, justicia y reparación, a lo cual se niegan las FARC, es decir que, no aceptan la violencia generada por sus crímenes, por lo tanto no reconocen a las víctimas, solo aspiran a la impunidad total, y en consecuencia no aceptan la reparación de sus víctimas. Como complemento, las FARC aspiran a tener poder político, y a modificar las estructuras del Estado de Derecho, incluida la modificación al régimen económico, y por consiguiente al régimen democrático.
Las consecuencias de lo anterior se observan en el trabajo investigativo de las firmas encuestadoras Ipsos y Datexco, donde aparece que el apoyo de los colombianos al proceso de paz es en este momento del 57% y 49% respectivamente. Sin embargo, la investigación de Datexco dice que únicamente el 25% de los encuestados cree que el proceso de paz terminará con un acuerdo, y resulta que es justamente el acuerdo a lo que Santos le apunta.
Las encuestas igualmente dicen que si las elecciones fueran hoy y Santos participara como candidato, solo el 33% de los colombianos estarían dispuestos a reelegirlo (excepción del centro nacional de consultoría que ‘siempre’ le da resultados a favor). De tal manera que el camino de la reelección es culebrero.
En conclusión, y como lo dije en otro artículo, si Santos desacata el fallo de la CIJ, Chávez saldrá en favor de Ortega, y es posible que influya ante Castro haciéndole derrumbar el proceso de paz en Cuba; pero por otra parte, si acata el fallo, se lo cobrarán en las urnas. ¿Entonces?
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