Por @AdasOz
“Nuestra
visión es la de una Colombia que sea justa, moderna y segura". Esas
fueron las palabras del
presidente Juan Manuel Santos durante su intervención en
la entrega del Premio Empresario del Año del diario La República en la ciudad
de Medellín. Cualquiera que lo oyera pensaría que nuestro país es un paraíso,
algo parecido a Suiza o algo así, pero en la realidad dista mucho de
parecerse al país alpino.
Colombia
Justa
Si interpretamos la palabra “justa”
desde el punto de vista jurídico y legal, es indiscutible que durante los tres
años de gobierno de Juan Manuel Santos la persecución a los opositores y
críticos de su gobierno ha sido un común denominador. Los calificativos
despectivos que ha usado al referirse a la oposición, que en su momento fuera
la misma que lo eligiera como presidente de la república, dan cuenta de esa
Colombia “justa”. También lo podemos ver en los directores de periódicos, de
programas radiales y de televisión, así como columnistas y periodistas censurados
por hacerle críticas a su gobierno y en el descarado atropello contra Andrés
Felipe Arias, a quien no se le ha podido demostrar dolo en el caso de Agro
Ingreso Seguro y todos los testimonios y pruebas indican que las acusaciones de
la Fiscalía son falsas, pero insisten en mantenerlo preso, violándole su
derecho al debido proceso, a la presunción de inocencia y a la libertad.
Al igual que con el
exministro Arias, nuestros militares también padecen la Colombia “justa” del
presidente. El caso contra Plazas Vega se ha convertido en el más significativo,
pero no podemos olvidar el de Arias Cabrales, el general Uscátegui, el almirante
Arango Bacci, entre otros, así como la infame persecución que existe contra el
excomisionado de paz Luis Carlos Restrepo.
Todos estos casos son el claro
ejemplo del actuar “consecuente” y “justo” de este gobierno, que eso sí, ha
sido extremadamente generoso y complaciente con los terroristas de las FARC. Tal
parece que son ellos los únicos con derecho a disfrutar de la Colombia a la JSM.
Colombia
Moderna
Seamos realistas, Colombia
no es un país moderno. Hizo el intento de serlo con las políticas exitosas del
expresidente Uribe, pero aun así seguía siendo un país del tercer mundo. Sin
embargo, con éstas, Colombia tuvo todas las posibilidades de acercarse a la
economía chilena y de marcar distancia de las republiquetas socialistas como
Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, todas sumidas a día de hoy en el
fracaso social, político y económico. En resumen, Santos recibió un país prometedor.
Dice el refrán que “la
ambición rompe el saco”, y precisamente es eso lo que le sucede a nuestro
presidente. Lejos de trabajar por el bienestar común, a él le importan más sus
intereses personales y los de su casta. Aparte del incremento sustancial de la
burocracia, cuya consecuencia directa es la corrupción rampante, Santos decidió
gobernar el país de la mano de las FARC y concederles todas sus exigencias, que
jamás conseguirían por la vía democrática, por medio de leguleyadas aprobadas
prácticamente a pupitrazo limpio en el Congreso.
Para el 2014 la incursión
del comunismo en Colombia, surgida del proceso de La Habana, será inminente y pondrá
rienda suelta al retroceso que ya padecemos, a la desigualdad que se traducirá
en incremento de la pobreza y en un evidente atraso económico, producto de las
políticas represivas que serán impuestas por los “honorables” farianos
indultados. El ejemplo lo tenemos clarísimo en los países que mencioné
comenzando este apartado y nuestro presidente insiste en que los tomemos como
ejemplo. Quien no lo crea, lo invito a leer la prensa, si es lo suficientemente
masoquista, para que se dé cuenta de ello.
Colombia
Segura
Con un evidente
recrudecimiento del accionar terrorista, que comenzó manifestándose con la
bomba contra las instalaciones del Canal Caracol en Bogotá pocos días después
de la posesión presidencial de Santos, es casi imposible imaginar que su
promesa de darle continuidad a la política de seguridad democrática de Uribe es
real. La seguridad no es una cuestión de percepción, tal como nos lo quiso
hacer creer cuando apenas comenzaba su mandato. En un país que padece el
flagelo del terrorismo como Colombia, la seguridad es y debe ser siempre,
manejada como una política de Estado ya que constitucionalmente al presidente
le obliga garantizarla dentro de los límites de nuestro territorio, protegiendo
a todos y cada uno de los ciudadanos. Sin embargo, la agenda oculta de Santos
le dicta que violar la Constitución es más atractiva que acogerse a ella y
procurarnos a todos los colombianos la tranquilidad y seguridad que merecemos.
La alianza funesta entre Santos
y Chávez trajo como consecuencia las negociaciones secretas entre su gobierno y
los principales cabecillas las FARC, quienes gozando del refugio y protección
del difunto “nuevo mejor amigo” de nuestro presidente, ordenaron arreciar la
barbarie en nuestro país. No es coincidencia que ahora que los terroristas
logran obtener todas las concesiones que exigen desde la isla cárcel caribeña,
tomen provecho de la situación para rearmarse, reorganizarse y fortalecerse en
lugares donde ya nuestras Fuerzas Armadas habían logrado controlarlos y erradicarlos.
No en vano nuestro actual presidente orgullosamente asegura que hoy existen 7.800
terroristas de las FARC, pero sistemáticamente ignora que cuando él empezaba su
mandato en 2010 eran 6.800 y que en el año 2000 eran alrededor de 30.000
hombres. Teniendo en cuenta este dato, ¿no creen ustedes que el presidente
debería avergonzarse de publicar tan mediocre resultado en seguridad, siendo
este uno de los pilares fundamentales entre sus promesas de campaña en 2010?
No conocemos a ciencia
cierta los acuerdos definitivos que han surgido en La Habana, pero las
noticias que a cuenta gotas nos van llegando reflejan que Colombia se aleja cada vez más de la posibilidad de ser justa, moderna y segura.
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