Por @AdasOz
No es la primera vez que este gobierno arremete contra sus votantes por expresar repudio e indignación luego de haberles jugado muy sucio como candidato presidencial. Hace unos años, el mismo presidente nos llamó esquizofrénicos por andar denunciando el retroceso en uno de los temas pilares de su campaña a la presidencia: la seguridad democrática. Santos llegó a decirnos que la seguridad no se estaba debilitando sino que los atentados eran pura percepción nuestra. Como quien dice, nos enloquecimos todos.
A lo largo de estos tres años y medio hemos sido calificados con adjetivos irrespetuosos provenientes de la Casa de Nariño. Esta semana, por ejemplo, no podía faltar el “elogio” que el Ministro del Interior, Aurelio Iragorri, hizo y con el que claramente desautorizaba las quejas constantes de “un aspirante al Senado que está cazando votos con el argumento de la guerra”. Como buen cobarde, no mencionó el nombre, pero todos lo entendimos. Todos sabemos que el uso que Uribe le da a Twitter incomoda de sobremanera al gobierno de las FARC.
Pero si Uribe y el resto de críticos de este gobierno somos esquizofrénicos, ¿qué vendrían a ser Santos y su gabinete, congresistas, fiscal, magistrados y medios de comunicación? La propaganda gobiernista con la que se pretende promover la infame negociación de la estructura económica, política, social y legal del país es de proporciones demenciales.
La propaganda se entiende como una forma de comunicación que tiene como objetivo ejercer influencia en el pensamiento o en la actitud de un grupo de personas respecto de una causa y que muestra solo un aspecto de ésta. Es decir, la objetividad o imparcialidad se eliminan con el fin de lograr el fin deseado. ¿Les suena? Pues bien, eso es precisamente lo que hace el gobierno de las FARC, que recurre a todo tipo de métodos para convencernos de que la única forma de conseguir la paz es entregándole el poder a los criminales.
El unanimismo en el Congreso y de las Cortes, producto del soborno, son parte de esa propaganda que le conviene mostrar al gobierno para permear la mente de quienes se oponen al proceso de claudicación. Todos los proyectos de ley presentados por el gobierno y aprobados por los legisladores a la velocidad del rayo tienen como objetivo mostrar que no existe resistencia ante todo lo que se le ocurra a éste para que su barco de la “paz” no se hunda. Lo mismo hacen las Cortes, el fiscal de bolsillo y los medios de comunicación. Todos nos inundan de mensajes en favor de lo que el gobierno pretende para Colombia desde La Habana, eliminando o dejando en segundo plano todo cuanto pueda truncar esos planes.
Tal es el caso del reciente atentado perpetrado por las FARC en Inzá, Cauca, que los medios colombianos han dejado de mostrar en primera plana, y en el caso del diario El tiempo, ha preferido poner a José Pékerman como portada para restarle importancia al acto terrorista.
Si bien es cierto que la propaganda terrorista en los medios colombianos no es nueva, hoy, bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, es cada día más descarada. Poner la cara de un director técnico de fútbol en la portada del primer medio masivo del país un día después de ocurrida la barbaridad de ayer en el Cauca, es una vil desfachatez, es indignante y ciento por ciento repudiable. Pero ¿qué pasa que son tan pocos los que reclaman eso? La respuesta es para Santos que ve que su propaganda mediática ha logrado doblegar la mente de los colombianos. Ya nadie si quiera hace el esfuerzo de quejarse por eso. Da igual que todo se vaya al mismísimo infierno si al fin y al cabo logramos llegar al mundial de Brasil.
Lo que debiera mostrarse incesantemente en todos los medios de comunicación como muestra de rechazo contra las FARC y su accionar terrorista, son las imágenes de cómo quedó el pueblo tras el atentado. Pero esto no le conviene al gobierno de las FARC, ya que si así se hiciera, se generaría una consciencia de rechazo contra estos terroristas y el premio que el gobierno planea para ellos desde La Habana. De tal forma, es mejor anestesiar las débiles mentes de los colombianos con lo que más les gusta: el fútbol. Entre tanto, Juan Manuel Santos sale con su acostumbrado cinismo a darnos contentillo con la siguiente bravuconada:
Tenemos que seguir a la ofensiva, no darles un minuto de descanso, para que no tengan la capacidad de actos como los de esta mañana en Inzá.
— Juan Manuel Santos (@JuanManSantos) December 8, 2013
Y la esquizofrenia de la “paz” no se detiene ahí. Hace ocho días veíamos cómo nos están organizando un show futbolero entre famosos exjugadores de fútbol colombianos y el secretariado de las FARC dizque para la reconciliación. Quieren mostrarnos a como dé lugar que la entrega de Colombia a los terroristas es lo correcto y que el cumplimiento de la ley es sacrificable por ese fin. Para ello usan personajes que aparentan imparcialidad y ser ajenos al proceso, tal como pretenden hacerlo con el Pibe Valderrama. Pero lo que muchos no ven es que todo es parte del plan de claudicación, que por medio de eventos propagandísticos como el “picaíto” pretenden dominar a los colombianos. Y el Pibe se presta para ésto y me pregunto, ¿cuánto le estarán pagando? Porque no creo que lo haga desinteresadamente.
Para los que todavía no lo han entendido, usaré la definición de publicidad: la paz es un producto del gobierno entreguista y cómplice del crimen de Juan Manuel Santos, la cual esperan que muchos colombianos compremos antes de las elecciones presidenciales con el fin de que votemos por el “sí” al referendo por la paz y, aunque Santos no se reelija, al menos el pueblo haya refrendado a las FARC casi sin oponerles resistencia. Entonces, la entrega del poder a los criminales estará prácticamente asegurada.
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