Colombia camina por una cuerda floja sobre la que
intenta mantener el equilibrio para evitar caer definitivamente en ese profundo
abismo que la espera con ansias en caso de que se firme la claudicación. Para
los entusiastas que animan al gobierno, que yo hable de claudicación y no de
paz, es inadmisible. Para ellos soy una enemiga de la paz, una retrógrada, una
guerrerista y una fascista empedernida, una sanguinaria de las peores y no sé cuántos
adjetivos más. Mientras tanto, ellos desde su posición sumisa y derrotista, conformista y cómplice a
la vez, se convierten en una suerte de seres superiores entre los más
evolucionados que existen sobre la faz de la Tierra. De tal forma, son ellos quienes presionan porque
llegue pronto el nuevo orden social, político y económico, así como el jurídico
y legal.
Esta “súper raza”, la de los “bien pensantes”, es aquella
que exige la aniquilación de todo aquel que piense diferente a ellos. Son los
que quieren hacernos creer que la “mayoría” está por encima de la ley por el simple hecho de ser “más”. Eso está por verse, pues puede que sean los que más
ruido hacen, pero eso no implica que sean mayoría. Son aquellos que buscan a
toda costa que asimilemos, por las buenas o por las malas, que los malos ahora
sean redimidos de todas las atrocidades que han cometido a lo largo de más de
medio siglo, y que por lo tanto tenemos que aceptarlos como gente buena y
honorable a quienes tenemos el deber de respetar sin importar lo que hayan
hecho en el pasado.
Entre tanto, nosotros los buenos, que acatamos las
leyes, que trabajamos, que pagamos impuestos y que intentamos llevar una vida
digna y honrada, de repente nos hemos convertido en un estorbo para ellos.
Somos una suerte de cáncer para la sociedad al que se debe combatir en nombre
de la “paz”. Somos los victimarios insurrectos contra esa “noble estirpe” que
ha trabajado duro por la “democratización y la paz con justicia social”,
extorsionando, vacunando, secuestrando, reclutando y violando menores,
asesinando y traficando droga.
Al ver semejante nivel de cinismo, es inevitable que malas
palabras no salgan de nuestra boca, y aunque castizas todas, para los “bien pensantes”
se convierten en un acto tanto o más reprochable que secuestrar, torturar y asesinar
gente. Crímenes que de por sí, no pueden ser cuestionables por nadie una vez
han sido absueltos de ellos sin cumplir la más mínima penitencia.
Fue así como a finales de los años ochenta acogimos a
una banda narcoterrorista, que hoy desde el Senado, la Alcaldía de Bogotá y
otros cargos públicos importantes, ejercen presión sobre las mansas masas para
que aceptemos y nos arrodillemos ante la ilegalidad del proceso que se adelanta
en La Habana. Entre tanto, compran jueces y magistrados que les ayuden a poner
tras las rejas a todo aquel que los haya combatido en nombre de la democracia y
del Estado de Derecho, y que de estar libres podrían arruinarles el castillo de
arena que han construido en torno a la mentira.
Es así como los entusiastas de la “paz” sueñan con ver
a Timochenko y a Iván Márquez de parlamentarios antes que asesinando civiles y
soldados en el monte, mientras que a los verdaderos demócratas aspiran verlos
podrirse en una cárcel así sea con pruebas fabricadas y falsos testigos. La
conjura de la “paz” es un círculo vicioso del que muchos colombianos son
adictos y consiste en premiar, no sólo con impunidad sino con cargos públicos a
los terroristas, que pasarán a ordenar a las bandas que no se acogieron al
proceso los futuros crímenes, mientras seguimos siendo gobernados por las
mismas corruptas castas políticas de siempre.
Yo sueño con todo lo contrario. Aspiro que se aplique
la ley sobre los eternos victimarios de los colombianos, así como a todos los
que desde la sociedad los han apoyado y publicitado durante tantas décadas, pues
ninguno de sus crímenes es legítimo ni justificable de ninguna manera. También,
clamo por que se haga justicia con todas y cada una de las personas que hoy son
víctimas del terrorismo que se ejerce desde el poder judicial y recuperen
inmediatamente su libertad. Esa, estimados lectores, es la única forma de hacer
la verdadera paz y de dejar de caminar por la cuerda floja cada vez que al gobernante de turno se le antoje.
2 comentarios:
Es el deseo de muchos, q se haga justicia contra estos bandidos. Excelente
Muchas gracias, Fanny, por sus comentario.
Cordial saludo
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