30 oct 2013

Las trampas de la lealtad

Por @Ruiz_senior

La convención uribista terminó como muchos temían y otros anhelaban, con la designación de Zuluaga, que probablemente habría perdido en una consulta abierta. Algún malicioso señaló que la idea de la consulta abierta se planteó para favorecer a Ramos, pero que una vez encarcelado éste el resultado sería un triunfo seguro de Francisco Santos, cosa que Uribe no deseaba. Yo añadiría otra sospecha: al no haber consulta del UCD, los votantes uribistas podrían participar en la consulta conservadora y así impedir que se imponga un candidato conveniente al interés de Santos de dispersar el voto de oposición. Por ambas razones me parece un acierto de Uribe.

La posibilidad que tenía Francisco Santos de ganar en una consulta se debía a la promoción que sin mucho pudor le hacían los medios controlados por el gobierno: sería un candidato fácil de destruir a punta de chistes y aun de maltratar en un debate abierto. También tenía el apoyo de muchos activistas y de un sector del uribismo. Pero esas palabras son confusas: ¿qué es un activista? Muchas personas dedican una parte de su tiempo libre a promover sus ideas, pero muchas otras están pensando en acceder a puestos de poder, o en que accedan personas con las que tienen parentescos o relaciones personales que podrían favorecerlas, según una tradición muy arraigada en Colombia. Y un "sector" no corresponde a determinada facción definida ideológicamente sino más bien a una conjura dirigida por una camarilla poderosa.

Por eso es muy llamativo todo el malestar que dejó la decisión final de elegir a Zuluaga. Los que esperaban que el candidato fuera Francisco Santos suelen ser los más entusiastas uribistas, lo que hace pensar que a la vez que elogian sin cesar al líder pretenden imponerle decisiones, conducta que hace pensar en la adulación interesada. ¿Qué era lo que distinguía el "sector" partidario de Francisco Santos del de Zuluaga? El contenido de esas diferencias es desconocido, y se podría decir que no existían más allá de las redes de relaciones personales de los afines al candidato malogrado.

Claro que mucha gente se indignará con la idea de que la convención era "amañada", pero eso sólo hace pensar en la ausencia de una buena educación, que ante todo consiste en imbuir el respeto de uno mismo. ¿A quién representaban los asistentes? ¿Quién quiso que acudieran ellos y no otros? Si hay un partido cuya base sea un programa, un ideario y unos estatutos, los que acuden a una convención representan a los afiliados, pero a ningún uribista le ha parecido necesario que haya algo así, o que se deba echar atrás la mayor parte de los cambios del 91 (no para volver a la Constitución de 1886 sino para implantar una norma liberal). Lo que promueven, sobre todo los que querían hacer candidato a Francisco Santos, es precisamente el culto de la personalidad y la adhesión ciega al líder. Parece que mientras puedan controlarlo, cosa que suponían que podrían hacer con su candidato.

Pero además Francisco Santos como representante de un ala radical es casi un chiste. Además de su trayectoria como "socialbacán" y persona afín a la "izquierda" que dirigía su primo Enrique, es muy llamativo que siendo vicepresidente contratara a personas tan dignas de confianza como León Valencia o Gonzalo Sánchez para que conformaran el Grupo de Memoria Histórica, autor del inefable documento cuyo contenido analizamos en este video (lo pongo porque podría haber lectores que no lo hayan visto).


Más preocupantes son las respuestas que dio a María Jimena Duzán en una entrevista de septiembre de 2012 que he analizado en este blog varias veces (1-2). Por ejemplo, sobre la resistencia al proceso de La Habana.
M.J.D.: Pero si es cierto que Uribe también quería la paz, ¿por qué él se opone al proceso de manera tan integral?

F.S.: Es que eso tiene que ver con que la pelea entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe no es una pelea por la paz, sino una disputa política. 
M.J.D.: ¿Pero no es un poco mezquino que el expresidente Uribe esté utilizando la paz para conseguir réditos políticos? 
F.S.: ¿Y cuándo la política no ha sido mezquina? Pero además le digo: Santos también ha sido inmensamente mezquino con el expresidente Uribe. Pudo haber construido su gobierno sobre lo construido, pero no quiso. Si no hubiera tenido la mezquindad en varios nombramientos en los que no vale la pena entrar, Uribe estaba montado en la paz al lado del presidente Santos.
"Disputa política" no quiere decir "sobre el gobierno", sino sobre la rapiña por los puestos y las rentas, por el control del Estado como fuente de poder y negocios para algunas personas. Si el líder de los "leales" concede todos los supuestos de la segunda pregunta de la "periodista", o es un canalla o es un idiota, y no se puede decir que podría haber cambiado al cabo de un año.

Ése es el nivel, la política no obedece a valores sino a redes de relaciones y servidumbres, tras las que se ocultan intereses más bien turbios. La propia idea de la "lealtad" remite al mundo de El cartel de los sapos (y la dificultad de confiar en los amigos). De hecho, recuerda poderosamente el mundo de la mafia siciliana u Onorata società ("sociedad honorable"), cuyos miembros son los "hombres de honor" (es decir, asesinos disciplinados y leales a sus jefes y no simples malhechores desesperados). Es obvio que en la política hay intereses y lealtades personales (es típico de idiotas suponer que los políticos no deben pensar en el dinero, mientras los ciudadanos sí, como si a los dentistas se les exigiera que sólo pensaran en nuestras caries). Pero cuando no hay con los votantes una relación de respeto en torno a valores e ideas, de lo que se trata es sólo de forajidos.

A lo mejor algún día se publican las verdaderas diferencias entre los dirigentes del uribismo y las causas de tanta amargura y resentimiento. Mi experiencia es que casi todos los "pachistas" que protestan con "un mes de silencio" corresponden al activismo político que describí en una entrada de hace unos meses: la clase de gente que busca pretextos para estar contra el gobierno y realmente se opone a la "paz" por los motivos que señala Francisco Santos en las respuestas citadas. Da lo mismo que le quiten tres ceros al peso o que le entreguen el país a las FARC en La Habana, aunque lo mejor es el mar de San Andrés (no creo que muchos colombianos sepan dónde está San Andrés como para situar las ISLAS en un mapa, no hablemos de las rocas remotas que definen los límites marítimos), gracias al cual se le sale el patriota a muchos. Esos mismos, en casi todos los casos, fueron defensores del increíble Sigifredo López (nada podría desarmar la componenda criminal de Santos y las FARC más eficazmente que una denuncia contra el prócer ante la CPI y a la vez una denuncia por prevaricato contra el fiscal, sería tarea de niños sacar adelante ambas denuncias).

El futuro colombiano es desesperado y podría enderezarse un poco si los uribistas consiguen ganar las elecciones, para lo que creo que necesitarán la alianza con los conservadores. La democratización real del país requerirá, como ya he señalado otras veces, otra generación que rompa con esa cultura de la lealtad personal y las bajezas inagotables de la rapiña por los cargos públicos: que al menos exija saber qué es lo que hace preferible a un candidato sobre otro, más allá de la recomendación del amigo bien relacionado.

29 oct 2013

País sin rumbo

Por Jaime Castro Ramírez

El compromiso político de los gobernantes debe distinguirse por su lealtad con la responsabilidad de encausar el progreso del país, y para esto es necesario atender el orden mediante el cual se logra crear la confianza inversionista que permite que fluyan los capitales internos y externos hacia la creación de factorías que fortalezcan el crecimiento industrial y tecnológico, generación de empleo y por lo tanto de bienestar social. Para esto se requieren grandes inversiones en infraestructura para hacer viable en materia de costos el transporte de los productos exportables hacia los puertos, y hacia los centros de acopio para el consumo interno. Es necesario dinamizar y fortalecer la producción del sector agrario a través de apoyo tecnológico, crédito con bajo costo financiero, bancos de maquinaria, etc. Se requieren políticas macroeconómicas sostenibles para que crezca la economía a tasas razonables de por lo menos el 6% anual.

El orden de las medidas de gobierno para poder obtener progreso empieza por la seguridad nacional, pues sin este requisito indispensable no es posible atraer la inversión y por consiguiente no hay manera de que despegue el aparato productivo, generándose por el contrario estancamiento económico y consiguientemente la pobreza que hace crítico el nivel de vida de mucha gente.

La situación actual de Colombia
El país que recibió el presidente Santos el 7 de agosto de 2010 era un país con grande avance en la seguridad nacional, se habían recuperado muchas zonas del alcance del terrorismo, y por lo tanto se había logrado una economía sostenible que alcanzó a tener crecimiento cercano al 7% anual, un país con aplicación del importante concepto de la inclusión social, y en consecuencia, estos son factores que explican que la república gozaba del beneficio cabal de su salud democrática.

A pesar de este equilibrio que existía en la situación nacional, desafortunadamente hay que decir que durante el gobierno actual de Santos han desaparecido tales circunstancias de bienestar del país, y a cambio se bajó la guardia y se le ha cedido espacio al regreso del terrorismo a territorios de donde había sido desterrado, lo cual ha afectado gravemente la vida de los colombianos en varias regiones del país, y por supuesto a su economía. Un solo ejemplo es el lamentable caso de Tumaco en el departamento de Nariño donde las FARC, aparte de extorsionar y asesinar gente, hacen lo que quieren con la comunidad dejándola sin el servicio de luz durante semanas, a través de la voladura de torres de energía, y sin embargo, el presidente de la república fue a ese lugar después de 18 días de esta complicadísima situación social. Y no solo llegó demasiado tarde a Tumaco sino que los pobladores afirman que no les dio la cara sino que llegó fue a una guarnición militar. (¿Tal vez para evitar alguna rechifla?). Quizás no es de dudarlo, pues los antecedentes dicen que en el país la gente ha encontrado el mecanismo de la rechifla como la forma de protestarle al presidente por la pérdida de rumbo del país ocasionada por su forma de gobernar. Por supuesto que nada aceptable esta práctica por cuanto constituye un irrespeto a la institución presidencial.

Total incertidumbre sobre el proceso de paz que se negocia en Cuba, pues son mayores las inquietudes de pesimismo de la gente sobre el resultado positivo que allí se pueda obtener. Las demandas de concesiones al Estado por parte de las FARC no tienen límite (en buena parte motivado por el error de poner la paz como instrumento de reelección presidencial, por lo cual la agenda política de Santos depende de las FARC), ni tienen proporcionalidad alguna con lo que el Estado y la democracia pueden conceder sin lesionar la institucionalidad.

La economía colombiana en 2013 ha sufrido una desaceleración motivada por el decrecimiento del sector industrial, y la disminución de la inversión que ha pasado a crecer al 3% anual, cuando en el gobierno anterior crecía a un promedio del 10% anual. La meta del gobierno de crecimiento de la economía entre 4.5% y 4.8% en el año 2013, se verá limitada a un índice muy bajo de aproximadamente 3.5%, lo cual representa una situación económica de crecimiento significativamente deficiente. Y ni qué hablar de la situación lamentable de la economía agraria, pues prueba de ello fue el paro -histórico por su trascendencia en perjuicios de movilidad y sus costos inherentes- que a este sector le tocó hacer en agosto 19 de 2013 y que duró 20 días, para poder hacerse escuchar del gobierno sobre su crítica situación.

En materia de infraestructura lo que se observa es otro grande bache, si se tiene en cuenta que en más de tres años de gobierno no ha habido ejecución sino únicamente promesas de billones y billones de pesos, pero las grandes obras no se ven por ninguna parte del territorio nacional. Así es imposible pensar en un país que responda a los retos de la globalización y a los compromisos firmados en los tratados de libre comercio.

‘Quizás se vean obras como el acueducto de Aracataca que el presidente Santos estaba en plan de inauguración pero no lo pudo hacer por nada más y nada menos que por no tener agua…’ Es una verdadera pena.

Un país con todas estas dificultades de orden político, económico y social, no puede definirse diferente a decir que es un país sin rumbo, que no se sabe para dónde va.

28 oct 2013

Bogotá, una ciudad caótica

Por @AdasOz

Hace ocho días, apenas un día después de haber caído en la trampa de una alcantarilla sin tapa una niña de dos años en pleno centro de Bogotá, estuve visitando el casco histórico de la ciudad. Serví de guía turística ad honorem para una joven colombo-americana que venía por primera vez a Colombia en busca de sus raíces. En parte, ya iba preparada para lo que me iba a encontrar, pero durante el recorrido me quedé sorprendida de ver que cada día la ciudad está más descuidada, llena de grafitis por doquier que la hacen ver más fea y sucia que de costumbre, y como si fuera poco, corroboré que no es sólo una alcantarilla sin tapa sino varias, y que lo mismo sucede con las de los medidores de agua: a la mayoría les hace falta la tapa.  

En Bogotá reinan la anarquía, el desorden y la suciedad. Esa es nuestra realidad, así los “orgullosos” bogotanos no la quieran ver. Y según parece, el alcalde Gustavo Petro tampoco, dadas las insulsas declaraciones que dio tras la caída fatal de la niña entre la alcantarilla sin tapa. Parece que no está en sintonía con lo que sucede. Como ya es costumbre, se hace el desentendido como si nada tuviera relación con su incapacidad para administrar la ciudad y los recursos públicos, y como si no fuera evidente que ha descuidado la ciudad, más de lo que ya estaba, para limitarse a hacer lo único que le interesa: adjudicar contratos entre los de su mafia, hacer politiquería y demagogia con asuntos como la comunidad LGTBI, la legalización de las drogas, la "protección" de animales, fomentar la lucha de clases y promover todas las formas de lucha mediante manifestaciones que desencadenan en desmanes generando daños y pérdidas millonarias.  

Por eso no es coincidencia que bajo su administración se haya mandado a hacer una placa en remembranza de asesinos y facilitadores de la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, y en la que descaradamente se señala como victimarios al general (r) Jesús Armando Arias Cabrales y al coronel (r) Luis Alfonso Plazas Vega. Nótese en la foto a continuación dicha infamia, y cómo ellos, sin pudor alguno, quitan los títulos a estos dos militares que han sido condenados injustamente.
Bogotá día tras día se va pareciendo más a la Venezuela actual, en la que pulula el culto a personajes pertenecientes a la izquierda terrorista colombiana y castrochavista. Por lo que tampoco crean que es coincidencia que bajo la administración de Gustavo Petro se haya mandado a pintar un mural a todo el frente del Cementerio Central en el que aparece la imagen de miembros de la Unión Patriótica y hasta el mismo Manuel Marulanda, ese que alias “Teodora” pide se reproduzca en masa por el “bien” de Colombia. Y en el mural no podía faltar la palabra “paz”, como si estos ángeles caídos allí pintados fueran sus portadores y representantes. Este mural es una pequeña muestra del triunfo de la izquierda terrorista, esa que ha ordenado y justificado los crímenes de las FARC y otros grupos terroristas durante todos estos años, sobre los millones de colombianos que sumisamente aceptamos el sometimiento.  


Los bogotanos todavía no entendemos bien cuál fue el principal propósito por el que nuestro alcalde decidió peatonalizar la carrera Séptima desde la calle Octava hasta la calle 24, pero lo que sí ha sido evidente es el deterioro del trayecto. Los comercios registran pérdidas y algunos de los dueños han tenido que cerrarlos porque dejaron de ser rentables. La suciedad es permanente, los andenes invadidos de vendedores ambulantes, basura y desechos humanos y animales, obligan al transeúnte a optar por caminar por la calzada. La peatonalización de la Séptima parece más un facilitador para que los marchantes puedan tener un espacio donde puedan expresar su descontento contra el sistema, en el que pueden hacer lo que les venga en gana, incluso rayar fachadas de construcciones que son patrimonio de la ciudad y lanzar bolas de pintura que permanecen en el tiempo porque nadie en el Distrito se preocupa por limpiarlas. A Petro eso no lo desvela, es como si disfrutara del caos, de la inmundicia y de la falta de estética. El centro histórico de Bogotá podría llegar a ser el peor mantenido y el más sucio que haya conocido.  


Pero Petro no desperdicia espacio para hacer apología del terrorismo y promover al M-19. Hasta las materas de la Séptima terminan siéndole útiles para promover criminales como Carlos Pizarro León-Gómez, como si éste hubiera sido un ejemplo a seguir por su “grandiosa” cruzada terrorista.  


En la entrada principal de la iglesia de San Francisco, uno de los templos católicos más emblemáticos de la ciudad, el hedor es insoportable. Al parecer los habitantes de la calle y otros personajes han tomado por costumbre ir allí a hacer sus necesidades fisiológicas. Da pesar y vergüenza ver el descuido, no sólo de sus habitantes, sino del mismo Distrito, por los bienes de la ciudad.  

Pero la mayor sorpresa se encuentra diagonal a este moumento. En toda la fachada de un edificio está tendida de lado a lado la bandera del M-19 y a los bogotanos parece no importarles. Es como si no recordaran que estos verdugos quemaron gente viva y que se tomaron el Palacio de Justicia para jamás volverlo a abandonar.  


Así, ya adentrada en la Candelaria sintiéndome bastante indignada, me di cuenta de que sus andenes y el eje ambiental de la Jiménez son una trampa mortal. En mi época de estudiante había que ir muy pendiente del suelo para no pisar excrementos humanos o animales, pero ahora hay que tener cuidado de no ir a dar un paso en falso y pisar un medidor de agua sin tapa o en su defecto una alcantarilla destapada, tal como le pasó a la pequeña niña de dos años que jugaba a perseguir palomas en la Jiménez.  

Petro hace de nuestra ciudad lo que nosotros le permitimos, porque callamos, porque nos conformamos con lo que hay y lo camuflamos en un orgullo falso por la ciudad. ¿Si sentimos tanto amor por Bogotá, por qué no denunciamos estas irregularidades y exigimos una ciudad digna para vivir? Que los impuestos que pagamos dejen de irse a los bolsillos del gobernante de turno y su mafia, y se empiecen a destinar para lo que fueron creados. La indiferencia y la indolencia nos convierten en cómplices de lo que nos sucede. Somos víctimas de nuestro propio invento.  

Al final, nunca supe cuál fue la impresión que se llevó de Bogotá la visitante y quizás nunca lo sepa, pero doy fe de que a mí me dio mucha vergüenza mostrar la ruina de ciudad en la que vivo. Bogotá no es una ciudad digna de exhibición.

24 oct 2013

El Estado desagraviador

Por @Ruiz_senior

Tal vez el valor más característico de los colombianos es el culto de la educación, por eso los políticos, cuyas manifestaciones son verdaderos termómetros de la opinión común (dado que toda rareza los dejaría en minoría), proclaman todos los días su disposición a impulsar la educación y a brindar más educación; y todo el que puede mantener a sus hijos hasta los treinta años estudiando hace el esfuerzo y de ese modo el país cuenta con varios millones de titulados universitarios cuyas carreras no se sabe a menudo para qué sirven; mejor dicho, sirven para que las personas tengan ese adorno de su rango universitario, aunque según su origen social eso va a significar que se dediquen a la enseñanza o disfruten de rentas cómodas en el Estado (los que han ido a universidades privadas prestigiosas y tengan contactos) o que tengan que elegir entre la miseria orgullosa de los resentidos sociales y los trabajos que harían sin haber estudiado (los que van a universidades públicas o a las de garaje).

Esa noción predomina entre la gente que no ha estudiado pero, gracias a la idea de la educación como derecho fundamental, también entre la mayoría de los egresados: la educación se concibe como algo que certifica un documento y cada vez más como algo que se puede reclamar al Estado, no como el esfuerzo de superación y edificación que tenía el término antes sino como una forma de acceso a un rango social superior. El resultado, y eso lo he visto muchísimas veces, es que uno encuentra en las redes sociales profesores universitarios de periodismo que desconocen las reglas más elementales de ortografía, o que usan términos con un sentido rotundamente distinto al del diccionario, casi siempre porque en el ambiente el término se han envilecido pero a veces porque los honra usar palabras raras de cuyo uso no tienen noción.

Educación debería ser ante todo lectura, y no lectura para contestar un examen sino para entender el mundo: la primera tarea de la escuela debería ser imbuir en los educandos el hábito lector, pero eso no interesa sencillamente a nadie. Y la persona educada debería ser aquella que conoce los clásicos, que al menos los ha leído, cosa que en Colombia no son ni siquiera los profesores de filosofía o literatura de las universidades más caras. Cada "profesional" ha hecho algún esfuerzo por poder recitar las claves de algún manual de su especialidad y aun los textos más populares relacionados con esa materia los desconoce.

Pero ¿a quién se le va a ocurrir que la educación sea algo que la gente tiene que obtener con su esfuerzo y no sólo reclamar como un "derecho"? La mera idea escandaliza a las personas "educadas", que son tales porque han adoptado la ideología de las universidades, consistente en esa mezcla de pretextos para el resentimiento y a la vez para el parasitismo.

Pongamos el libro más reconocido de todos los escritos en español durante el siglo XX relacionado con historia, filosofía y política. ¿Cree el lector que el 1% de los colombianos titulados en cualquiera de estas carreras o en derecho, antropología, filología, literatura, sociología, psicología, etc. ha leído La rebelión de las masas? Yo estoy seguro de que no. Y no digo nada de la comprensión de lectura ni de la aptitud del lector.

Acerca del título de esta entrada, y también de la cuestión de la educación, voy a copiar unas frases de ese libro que vienen muy a cuento.
El Estado contemporáneo es el producto más visible y notorio de la civilización. Y es muy interesante, es revelador, percatarse de la actitud que ante él adopta el hombre-masa. Éste lo ve, lo admira, sabe que está ahí, asegurando su vida; pero no tiene conciencia de que es una creación humana inventada por ciertos hombres y sostenida por ciertas virtudes y supuestos que hubo ayer en los hombres y que pueden evaporarse mañana. Por otra parte, el hombre-masa ve en el Estado un poder anónimo, y como él se siente a sí mismo anónimo -vulgo-, cree que el Estado es cosa suya. Imagínese que sobreviene en la vida pública de un país cualquiera dificultad, conflicto o problema: el hombre-masa tenderá a exigir que inmediatamente lo asuma el Estado, que se encargue directamente de resolverlo con sus gigantescos e incontrastables medios.

Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatifícación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado; es decir, la anulación de la espontaneidad histórica, que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos. Cuando la masa siente alguna desventura o, simplemente, algún fuerte apetito, es una gran tentación para ella esa permanente y segura posibilidad de conseguir todo -sin esfuerzo, lucha, duda, ni riesgo- sin más que tocar el resorte y hacer funcionar la portentosa máquina.
El nombre de esa disposición que describe Ortega es "socialismo", esa certeza de que el mundo existió siempre sin orden ni justicia ninguna hasta que la clase de los funcionarios se propuso organizar a la sociedad para satisfacer sus necesidades. La experiencia del socialismo marxista en Europa oriental y China debería bastar para explicar el efecto de todo eso, pero también se podría decir de lo que ocurre en Europa occidental, donde el Estado-providencia ha conducido a una situación crítica de insolvencia.

En Hispanoamérica el Estado llegó "importado", ya existía cuando se fundaron las sociedades, y la casta de funcionarios ha sido la hegemónica en todo momento. En la medida en que se multiplican la población y los recursos, esa casta trata de expandir a toda costa su poder. Ése es el sentido de lo que se conoce como izquierda: no propiamente un proyecto liberador ni tampoco redistribuidor sino de concentración del poder en la burocracia, cosa que es más grave cuanto mayores sean los recursos naturales de un país.

¿Cómo hace la casta dueña del Estado para conservar el control? Primero explota esa disposición de las masas a creer que el mundo siempre ha sido como lo conoce y que cualquier bien de que haya disfrutado es natural (casi siempre es resultado de la tecnología que se inventa allí donde no hay socialismo), y a partir de ahí convierte a todos los demandantes de favores estatales en agraviados. A los agraviados se los organiza ofreciéndoles medios de relación y todo tipo de halagos, hasta que toda particularidad personal se vuelve "identidad" y lleva a los vividores que poseen esos rasgos a puestos de poder y a los demás a ser clientela que vota y opina en el sentido que conviene a la casta reinante.

Paradigma de esa labor es el conflicto cultural por las costumbres. Por ejemplo, la pelea por la dosis personal de drogas. Los comunistas colombianos vivieron durante la mayor parte de su historia gracias a los aportes del régimen soviético y tratando de imponer ese modelo en Colombia. ¿Cómo es que están tan dispuestos a promover las costumbres más libertinas que en la antigua URSS habrían llevado a cualquiera a pasar su vida en un campo de concentración? Porque eso sirve para presentar el totalitarismo como una cosa divertida. Todavía en Cuba hay muchísimas personas presas por fumar marihuana, cosa que no impide que el gobierno tome parte en el tráfico de cocaína, pero los castristas en Colombia son los más firmes defensores del derecho a consumir.

Mucha gente cae en la trampa: es decir, mucha gente que realmente cree en la libertad individual y desaprueba la prohibición. Desgraciadamente, la única oposición que encuentran los totalitarios es de gente conservadora que defiende una actitud de prohibición. La cuestión aquí es cómo el hecho de consumir drogas convierte a la persona en agraviada por los que las prohíben y le provee una "identidad" que sólo consiste en un hábito que la mayoría considera funesto. Se presenta la tradición moral como un error que van a corregir los castristas y de paso al consumidor se lo engatusa para que de su inclinación (que podría considerarse una debilidad) infiera una disposición a cambiar la sociedad. Exactamente eso hacen los islamistas con los raponeros y demás delincuentes de origen norteafricano en Europa.

Pasa lo mismo con la homosexualidad: en muchos registros de épocas remotas se encuentran referencias a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y según las épocas y culturas se toleraban o se perseguían. En la antigüedad esas personas no eran "homosexuales", no tenían una "identidad" diferente. No se encontrará una idea parecida o un adjetivo o nombre interpretable como "homosexual" en ningún documento antiguo, y ciertamente los "homosexuales" abundaban en Grecia y Roma. Tras la caída de Roma y la hegemonía cristiana en Europa esas prácticas se consideraron criminales y sólo en el siglo XX se empezaron a tolerar. Es de suponerse que siempre habría personas tentadas de experimentarlas, como con cualquier práctica en que entre en juego la sensualidad. Al igual que ocurre con las drogas, quien crea en la libertad individual debe oponerse a toda forma de condena y persecución de las costumbres heterodoxas. El problema es que los comunistas, herederos de regímenes que castigaban espantosamente esas prácticas, encuentran a otra comunidad de agraviados a los cuales desagraviar gastando dinero público y en realidad convirtiéndolos en otra clientela.

Respecto del aborto es aún más grave porque abortar no es ninguna diversión y en lugar de educar a la gente para evitar los embarazos no deseados se la convierte de nuevo en agraviada que reclama su "derecho" y requiere toda clase de gasto público y ciertamente cargos bien pagados para las feministas que salvan a las posibles víctimas de la amenaza prohibicionista.

Todo eso es el programa del socialismo después de que el viejo esquema de la lucha de clases fracasó y la gente de vocación funcionarial tuvo que inventarse otros pretextos. Aunque de hecho lo que señala Ortega es predominante. Volviendo al comienzo de esta entrada, ¿quién va a pensar que la educación es algo que asumen los padres respecto de los hijos y depende casi sólo del esfuerzo de éstos? Es un "derecho" que todos tienen que reclamar y a ninguno (literalmente, A NINGUNO) se le ocurre que en lugar de enseñar a leer el gobierno podría dar de comer. Mucha gente en Colombia podía estudiar pero no comer. Sólo es que la "educación" justifica los ingresos de una clientela más dinámica y a la vez permite adoctrinar en los valores que convienen a la casta dominante.

Nadie debe dudarlo: la expansión del Estado no es ningún progreso, sólo es la persistencia de un orden de dominación y su efecto es el que ya se vio en la antigua URSS y después en Cuba y en Venezuela. Y el activismo por las "identidades" agraviadas (en España ocurre con Cataluña, una región rica que quiere pagar menos impuestos y se aferra a un sentimiento de superioridad promovido por la educación) es una manipulación falaz de gente cuyo verdadero interés es la dominación, y cuyos resultados en el gobierno se han probado en Bogotá con las tres alcaldías sucesivas del Partido Comunista.

22 oct 2013

¿Tendencia al socialismo?

Por Jaime Castro Ramírez

Si la política origina el poder, los gobernantes por definición tienen que ser rigurosos y fieles intérpretes del sistema político que rige los destinos del país que gobiernan, lo cual significa que no les es permitido incurrir en ningún tipo de desvío ideológico, pues tal circunstancia constituiría un acto de traición a la patria por la asechanza contra la organización política del Estado y su institucionalidad, al igual que contra el orden económico establecido. Para esto se requiere el pleno ejercicio de la capacidad de entendimiento sobre los principios que integran la cualidad de ser hombres de Estado.

Colombia no puede acercarse a tendencias políticas fracasadas históricamente
Es preocupante el panorama que se observa en materia política en la región, pues el llamado ‘socialismo del siglo XXI’ ha encontrado un ambiente propicio para su expansión a través de individuos que han hecho uso del populismo y se convierten en panfletistas del comunismo produciendo un ambiente de mentiras e infamia contra la democracia capitalista, con el fin de crear una estructura política engañosa. Países como Bolivia, Ecuador, Argentina y Nicaragua, con el liderazgo y patrocinio de Venezuela como gestor de este ensayo socialista fallido, están tratando de cambiar la historia, pero para mal, pues aquí sería pertinente citar a Churchill cuando decía: “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica de la envidia, y su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Estos países han hecho causa común dentro de organizaciones regionales que les protegen sus desatinos políticos, tales como el Foro de Sao Paulo y UNASUR, especialmente esta última que fue creada por iniciativa de Chávez, secundada por sus socios políticos, con el propósito de saltarse a la OEA y a la vez dejar fuera de acción a Estados Unidos y a Canadá que les incomodaban demasiado para sus pretensiones políticas. Lo que no se entiende es por qué Colombia aceptó hacer parte de estas organizaciones cuya filosofía política no es compatible con su tradición democrática republicana, pues el socialismo del siglo XXI lo que conforma son dictaduras que restringen las libertades en todo sentido, y para defender sus despropósitos terminan acabando con la alternancia en el poder, no importa que toque recurrir al fraude electoral y a la consiguiente usurpación del poder en las urnas (caso muy comentado y conocido internacionalmente el de Venezuela en las elecciones de abril de 2013).

Al actual gobierno de Colombia, en cabeza del presidente Santos, le sería aconsejable, por el bien de la república y su democracia, poner en práctica el adagio popular que dice: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Desde aquel 10 de agosto de 2010, día del abrazo del oso en Santa Marta y la desafortunada frase del “nuevo mejor amigo”, son varias las ocasiones en que se han dejado dudas en cuanto ‘para dónde va Colombia’ en manos de nuestro gobernante, pues pareciera simpatizar políticamente con los mencionados ‘ensayos fallidos’ del socialismo del siglo XXI. Primero muchos abrazos y coincidencias con Chávez, luego con Maduro, incluso se apresuró a reconocerle el fraude electoral y viajó de urgencia a UNASUR a confirmarlo en el poder, ninguna crítica al apoyo del gobierno venezolano a las FARC en su territorio, y por si faltaba, la influencia de los Castro de Cuba. Ahora dice Santos estar jugado por la negociación con las FARC, y sin saber el pueblo colombiano a qué atenerse en cuanto a las concesiones que les hará a nombre del Estado colombiano. ¿Será que está dispuesto a firmar ‘lo que sea’ con tal de decir que hizo la paz? Y si así fuera, ¿a eso se le podría llamar paz?

¡Es posible que el gobierno venezolano esté interesado en otro satélite político de su socialismo, quizás el más importante para sus intenciones expansionistas, que sería Colombia, y el gobierno colombiano no se haya percatado de tal intención! Esto equivaldría a decir que Venezuela vería con buenos ojos un gobierno en Colombia con suficiente influencia de sus camaradas de las FARC.

En conclusión, las altas instancias de la política democrática colombiana, incluida la academia, deberían hacer un ejercicio de análisis patriótico serio para determinar si existe una eventual intención de desviación ideológica que afecte nuestro régimen político-democrático y económico. A la historia de Colombia no se le puede permitir tener que registrar una tragedia de esta naturaleza para el país.

21 oct 2013

Los colombianos y la ley

Por @Ruiz_senior

El hispanoamericano es una especie de europeo "asilvestrado", perdido en una tierra desconocida en la que la vieja tradición moral y espiritual del viejo continente se pierde: manda la pura fuerza y las leyes se van inventando o acomodando según la conveniencia del momento.

Pero la definición de ley supone que es algo fijo porque si se puede cambiar en cualquier momento no es ley. Claro que toda la vida se han cambiado las leyes, pero su duración y reconocimiento, así como el consenso con que se cambian, define el nivel de desarrollo (y de orden, prosperidad y armonía) de una sociedad.

Tal vez el núcleo de la problemática colombiana sea la actitud de los ciudadanos ante la ley. No sólo de los que la transgreden, que son muchos, sino de todos los demás. Ante cualquier circunstancia se encuentra uno con lo mismo: no sólo que algunos obren frívolamente respecto de la ley sino que son muy raros los que ven algún problema en esa disposición. Voy a poner algunos ejemplos para que se entienda que es verdaderamente el rasgo más típico.

En las facultades de Derecho en que influía el marxismo, se enseñaba que "El Derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en ley". La teoría de la lucha de clases servía para deslegitimar la tradición jurídica universal, y ello resultaba grato a los jóvenes de clases acomodadas que aspiraban a cargos de poder (baste pensar que hacia 1970 la mitad de los colombianos eran analfabetos, con lo que la inmensa mayoría de quienes llegaban a la universidad serían de los primeros centiles de renta). ¡Reproducía la resistencia TRADICIONAL a someterse a normas precisas e inamovibles! El marxismo y la revolución eran y son pretextos en los que cabalga esa vieja costumbre de los de arriba de hacer lo que les da la gana.

Claro que los abogados también quieren estar por encima de la ley y por eso todos apoyan la llamada "acción de tutela", impuesta por los comunistas del M-19 en la Constitución de 1991 y aplicada por jueces "formados" en esos preceptos. Se trata de la abolición de la ley, que se desmorona ante la discrecionalidad del funcionario: precisamente hay leyes para que se sepa hasta dónde puede llegar el poder del Estado o de una autoridad, cuando basta invocar un "derecho fundamental" para ordenar cualquier cosa, lo que hay es un atropello que favorece al gremio de abogados, que ni siquiera necesitan conocer las leyes y sólo tienen que mantener buenas relaciones con los jueces. En otras palabras, se trata de la persistencia de un orden de dominación que anula cualquier noción formal de democracia e igualdad ante la ley que figure en la constitución. El gremio de "juristas" es el agente de esa dominación.

Es muy frecuente que los mismos jueces proclamen su disposición a ir más allá de la ley para aplicar sus concepciones ideológicas. Es otro rasgo de barbarie que misteriosamente los demás colombianos no reconocen como crimen: el único dolo concebible es el lucro, las buenas intenciones lo justifican todo. El supuesto altruismo de una disposición resulta menos grave que el egoísmo de querer prosperar, y teniendo en cuenta el trasfondo ideológico y la ignorancia, frecuentísima, de los jueces en materias ajenas a su cargo (típico en las querellas laborales), termina siendo más funesto que la simple concusión o el simple cohecho.

Se podría parafrasear aquella frase de Nietzsche ("Decís que una buena causa justifica cualquier guerra y yo os replico que una buena guerra justifica cualquier causa") con esta variación: "Decís que una buena intención justifica estirar la interpretación de la ley y yo os replico que el respeto estricto a la ley justifica cualquier intención".

Esa legitimación por la buena intención afecta a todos los ámbitos de la vida: durante décadas fueron tal vez mayoría en Colombia los que simpatizaban con los Robin Hood de las guerrillas, sobre todo del M-19, que secuestraban a los hijos de los mafiosos para hacer realidad sus ideales. Muy pronto descubrieron que aliarse con los mafiosos era más útil para sus fines que cualquier altruismo y terminaron asaltando el Palacio de Justicia por encargo de Pablo Escobar (cosa que reconoce la misma Comisión de la Verdad nombrada por la Corte Suprema de Justicia).

En otro sentido, la idea de la buena intención es un pretexto para saltarse la ley: parece que lo que importa es el fin, pero es sólo un pretexto. Lo que importa es asegurarse privilegios, el primero de los cuales es el de mandar sin tener que someterse a no pisar determinadas líneas marcadas previamente.

La idea de reelegir a Uribe en 2006 fue un primer designio de cambiar la ley a la que se debería obedecer. La causa que se invocó era en cierta medida razonable: el peligro de un retorno de los cómplices del terrorismo, y el consenso también fue amplio, pues casi dos tercios de los votantes lo apoyaron en las elecciones. Respecto a la ley misma, conviene tener en cuenta que la reelección por una vez es permitida en las principales repúblicas presidencialistas, como Estados Unidos y Brasil. Pero la ligereza con que se quiso volver a cambiar la ley para conseguir otra reelección (si hubiera prosperado, ahora habría otra propuesta parecida) ya era manifestación de esa inclinación típica de los colombianos.

El caso de las corruptelas de los funcionarios, de que se habla mucho recientemente por el escándalo de la mafia judicial, merece una atención distinta: lo que indigna a los colombianos no es la transgresión de la ley sino el enriquecimiento de los transgresores. El nombre de eso es envidia y en absoluto tiene que ver con una disposición a valorar la ley.

Y es que si la ley no es sagrada todos la van a quebrantar en aras de su propio interés: la exigencia de buenas intenciones y solidaridad por parte de personas que no pueden enriquecerse prevaricando o desfalcando es en definitiva pura inmoralidad. Lo que impide los prevaricatos y peculados es la ley y no el buen corazón de los que no tienen ocasión de cometerlos. Si esos delitos son moneda corriente es porque la mayoría no milita en la defensa de la ley sino cuando encuentra algún halago o alguna utilidad práctica a su interés particular. En la realidad, cada vez que les conviene violarla lo hacen porque no es algo que la comunidad valore.

Sería bueno comparar el caso de los jueces corruptos con la voluntad de "paz" de la mayoría de los colombianos respecto de los grupos terroristas. La envidia hace ver a esos funcionarios como monstruos sin escrúpulos mientras que los que están dispuestos a reconocerse iguales a los asesinos de las FARC y el ELN resultan personas excelentes que tienen la mejor intención de que cese la violencia. Claro que, como he explicado muchísimas veces, esa disposición es la principal causa de la violencia, pero no es lo importante. Tampoco las mentiras atroces en que se basa.

Lo importante es que se viola la ley. Esos pacifistas son tan perversos y deshonestos como los corruptos del poder judicial porque el contenido de esa negociación es la supresión de las leyes que prohíben matar. El interés del pacifista bienintencionado y simpático es impedir que sus hijos vuelen por la explosión de una bomba, pero el de los corruptos también es impedir que sus hijos pasen penurias. Se dirá que los jueces corruptos perjudican a personas concretas, pero ¿los cientos de miles de personas asesinadas por los terroristas no son personas concretas? ¿No lo son sus parientes y amigos?

El contenido de esa "paz" es una alianza con los criminales, no sólo del gobierno o los grandes poderes del Estado y la sociedad, sino de la mayoría de los colombianos que opinan y votan, que desisten de la justicia que exigen otros (sí, los muertos son los primeros que exigen justicia porque víctimas de homicidio lo somos todos potencialmente) en aras de ventajas personales que esperan obtener y por eso, por ese miedo y ese interés espurio, es por lo que "compran" esa retórica repulsiva de la "guerra" y la "reconciliación" (cuando no tienen un interés particular en el ascenso colectivista y en la multiplicación del gasto público, que tantas rentas produjo a los parásitos estatales sobre todo a partir de 1991, gracias al triunfo del M-19, ciertamente).

Claro que hay otras razones de ese "pacifismo" criminal (sobre todo, la conveniencia de no disgustar a los de arriba, que son los grandes valedores de la "paz"), pero el núcleo es la incapacidad de aceptar que debe primar la ley. Naturalmente que los terroristas consideran la claudicación como un triunfo y multiplicarán sus crímenes, también si se los premia (el ELN mató a mucha más gente después de que tuvo una parte legal financiada por el Estado, la actual Corporación Nuevo Arco Iris): no van a dejar negocios rentabilísimos como los de la cocaína, la extorsión o la minería ilegal, se los dejarán a otros mientras ellos ascienden a posiciones de poder y buscan la paz. De hecho, ¿cómo creen que surgieron las primeras leyes? No sería porque los opresores triunfantes se reconciliaran con sus víctimas.

Pero ésa es otra historia: de momento debe quedar claro que esa buena disposición a premiar a los terroristas violando la ley es una endemia que basta para explicar el terrorismo, y que despertaría el mayor desprecio en cualquier país civilizado en que se entienda.

16 oct 2013

Los frutos del centralismo democrático

Por @Ruiz_senior

Disensiones en el "Uribe Centro Democrático"
Las agresiones entre dirigentes del uribismo por las listas al Senado y después por la selección del candidato suben de tono día a día y generan entre los activistas y seguidores toda clase de inquinas y maledicencias. En mi opinión más que de la perversidad o deslealtad de uno u otro dirigente se trata de la cultura política local y de los valores que la definen. Intentaré comentar los rasgos de esa cultura y los efectos que tienen sobre el destino del país.

Guerra de camarillas
La carta en que Óscar Iván Zuluaga le pide a José Obdulio Gaviria que renuncie a estar en la lista cerrada al Senado no obedece, claro está, al pretexto que alega (Fernando Londoño también remite a los malos modales en las respuestas a Pastrana, personaje que siendo expresidente debería sustentar sus acusaciones y no basar sus agresiones en que alguien es primo de otro: deja ver que hasta los presidentes del país son patanes de patio de prisión). Se trata de un forcejeo por el poder entre diversas camarillas ("roscas"), que intentan desplazarse mutuamente y entretejen toda clase de intrigas que dejan muy mal las lealtades y patriotismos que invocan sin cesar.

"Centralismo democrático"
La resuelta hostilidad que encuentra José Obdulio Gaviria también tiene relación con su estilo de dictador al interior de las organizaciones de que forma parte, cosa de la que ya se hablaba cuando era asesor presidencial. Todo eso tiene que ver con la inexistencia de órganos de decisión sólidos y de estructuras organizativas definidas, pero también con la trayectoria personal e intelectual de Gaviria, que según lo que aparece en la prensa se formó en los grupos de izquierda radical de los años setenta. Es decir, en la cultura del leninismo que siempre determina las dictaduras internas que definían a todos los partidos comunistas y que se conocen como "Centralismo democrático".

Historia y vida
Esa trayectoria tiene mucho interés porque podría explicar muchas cosas del uribismo, y aun de la historia colombiana reciente. Por ejemplo, ¿es verdad que tenía relación con el Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista? La única parte de este partido maoísta que contaba era el EPL. Según leí en KienyKe ahí debería haber conocido al joven Diego Murillo, que llegaría a ser alias Don Berna (la revolución es el comienzo del crimen, la carrera de un gran capo mafioso es como el paraíso en la Tierra para un revolucionario). Pero es que él mismo reconoce que al final de los setenta formaba parte del movimiento Firmes, que era el brazo legal del M-19. Muy curioso: en el libro Razones de vida Vera Grabe cuenta esto: 
Los mágicos (mafiosos) nos ayudaban y nos cuidaban. Era más bien una relación de ellos hacia nosotros: nos ayudaban pero jamás pedían un favor a cambio … Nos prestaban sus casas y fincas, espacios cómodos, con billar, piscina, jardines, televisores y salones gigantes, dónde hacíamos las reuniones de la dirigencia M-19-EPL en Antioquia. Nos ayudaron a trasladar y curar a compañeros heridos que venían del Valle” (citado por Mauricio Rubio.)
De modo que había algún tipo de conexión entre el M-19 y el EPL y por tanto entre sus aparatos políticos, es decir, entre el PCC-ML y el movimiento Firmes. Muy interesante.

La facción del movimiento Firmes de Gaviria terminó en el "Sector Democrático", que era entonces la disidencia del Partido Liberal que dirigía Uribe. Eso era a mediados de los ochenta y de entonces viene la relación política de ambos personajes. Del "Sector Democrático" Uribe pasó al "Poder Popular", de Ernesto Samper. Como líder político que aspira a cargos, sus miras siempre han tendido a ser de corto plazo y por eso, para poner un ejemplo, cuando el escándalo de los "narcocasetes" defendió a Samper.

La visión estratégica corría más bien por cuenta de Gaviria, que, al ser su jefe la cabeza del bando antiterrorista para las elecciones de 2002, le dio alguna elaboración teórica al discurso y se dispuso a desbaratar las falacias de la prensa terrorista, como la del "delito político".

Límites de la ideología
Como asesor, Gaviria aportaba ideas más modernas que las puramente godas de un Fernando Londoño y que sin duda fueron muy importantes para articular en términos ideológicos el respaldo popular a Uribe. Pero al ser sus nociones aprendidas en el marxismo también determinó el rumbo funesto que llevaría el país tras su segundo triunfo en 2006. A pesar del éxito clamoroso del primer gobierno y del apoyo popular masivo, no se pensó nunca en convocar una Constituyente que deshiciera el engendro de 1991. Eso tenía que ver con que el propio Uribe había apoyado dicho proceso, tal como después había sido ponente de una ley que confirmaba la impunidad del M-19. Ese cambio en la ley fundamental debería haber sido el punto central del programa de un Partido de la Libertad que permitiera organizar la respuesta a la conjura terrorista. Me sorprendió releer un escrito mío de 2004 en el que ya planteaba la necesidad de una Constituyente. Los uribistas no han visto todavía esa necesidad.

Cultura democrática
La noción de democracia ya es complicada en cualquier parte, mucho más en Colombia, donde todo código flaquea y nadie quiere usar las palabras siguiendo el sentido del diccionario: un señor en Twitter llegó a afirmar tranquilamente que las leyes de Núremberg y el despojo de los judíos eran "democráticos" porque se supone que los aprobaba la mayoría. Para la inmensa mayoría de los uribistas ese mismo criterio permite suponer que la reelección vitalicia de Uribe habría sido también perfectamente democrática (se certificaba por el triunfo en las urnas, como los tenían Porfirio Díaz, Stroessner o Somoza). ¿Qué es democrático? Lo contrario al terrorismo totalitario. Todavía es rarísimo el que concibe otra solución que no sea el retorno de Uribe a la presidencia. Los estrategas del uribismo no estaban para corregir eso porque su formación era maoísta, de ahí que Gaviria sacara del sombrero la perla del "Estado de opinión" y que ante la "hecatombe" que podría sobrevenir en 2010 no tuvieran mejor idea que buscar otra reelección de Uribe, como si las cortes surgidas del 91 no fueran manifiestamente afines a los terroristas (el candidato del Partido Comunista en 2006, Carlos Gaviria Díaz, había sido presidente de la Corte Constitucional). La coherencia entre las proclamas democráticas y el anhelo de reelección vitalicia corresponde a esas nociones burdas de democracia, pero también a la lógica del gato de Cheshire: es democrática porque surge de los demócratas, que es como se llaman ellos (a pesar de no ser del "Polo Democrático").

Noción de democracia
La democracia en el lenguaje político moderno es el régimen que impera en los países de Europa occidental y Norteamérica, siempre a partir del ejemplo de Estados Unidos, que también inspiró la Revolución francesa. En los países de Hispanoamérica siempre se ha tendido al poder concentrado en un hombre, siguiendo una tradición que Octavio Paz atribuye a un legado árabe. Tras crisis violentas con amenazas comunistas surgen sectores mayoritarios que se identifican con programas drásticos y regímenes concentrados en un líder: eso fueron los seguidores de Franco, de Pinochet y de Fujimori. Eso mismo son la mayoría de los uribistas pero se niegan a reconocerlo. La clave está en que el estratega del uribismo y su think tank no son demócratas, no buscan un régimen como el de las democracias sino el poder a toda costa, y por eso no pensaron en un partido cabal (Alfredo Cristiani lo sacó de una organización de trayectoria criminal). Es decir, en una asociación de ciudadanos que cotizan una cantidad al mes, adhieren a un programa, a un ideario y a unos estatutos y reconocen unos órganos de dirección. Más sencillo les parecía, al igual que hicieron Fujimori y Chávez, multiplicar la presencia del líder en la televisión y fomentar una especie de "culto de la personalidad", para el que estaban bastante predispuestos por las lecturas juveniles del Libro rojo.

De fracaso en fracaso
Esa lógica daría sus frutos: como de alguna parte había que sacar congresistas, ¿qué mejor que aliarse con la clase política de siempre y crear un partido clientelista y de componendas? A fin de cuentas todo parecía ir bien contando con el poder ejecutivo. A ninguno se le ocurrió preguntar qué sería la Unidad Nacional que pregonaba el nuevo partido, ni recelar de la trayectoria del muñidor. Así, la mayoría que rechazaba a las FARC y a los políticos ligados a los gobiernos de las décadas anteriores terminó votando por personajes que hoy en día son casi unánimemente socios del terrorismo. Como no existe la crítica sino el servilismo y a menudo el interés mezquino de acceder a puestos, a nadie se le ha ocurrido pensar que podría haberse hecho algo mal. La mayoría que se oponía al terrorismo totalitario fue llevada por esos líderes a elegir a toda la vieja hampa de la política, sin que se haya oído la primera voz que dude de que se les sale a deber a esos líderes. (De nuevo, parece que el promotor de Juan Manuel Santos dentro del gobierno de Uribe era el mismo José Obdulio Gaviria.)

El hombre que pone los votos
Ese vacío de identidad fue particularmente visible durante las elecciones de 2011, cuando en lugar de oponerse al "nuevo rumbo" de Santos Uribe acompañó a "su" partido en las elecciones, aplicado a la tarea de demostrarles a los congresistas y al gobierno que era él quien ponía los votos. Si se hubiera presentado a la Alcaldía de Bogotá probablemente habría ganado y resultaría más difícil para Santos contar con todo el poder del segundo cargo del país en manos de una de sus fichas. Pero al menos debería haber un candidato que siguiera las directrices de un partido. No lo hubo: Peñalosa había estado el año anterior contribuyendo a las calumnias de la campaña de Mockus, y a Santos y el Foro de Sao Paulo (es decir, a los terroristas y Chávez) les bastó promover otras campañas que permitieran dispersar los votos de rechazo al PDA para hacer elegir a Petro. Tampoco funcionó la bendición del Gran Timonel en Medellín, y entre tanto se lo vio haciendo campaña por el hijo de Roy Barreras y muchos otros personajes del PSUN. A nadie se le ocurrió que se podría haber cuestionado el santismo, para la mayoría de lambones bastaba con que lo decidiera el Gran Timonel para que estuviera bien, y obviamente se le salió a deber y no se podía pensar que algo se podría haber hecho mal. Si no reinaran la deshonestidad y el servilismo, alguien podría reconocer que Santos estaba ya claramente aliado con las FARC y que se proponía premiarlas. Oponerse a tal infamia no estaba en las cuentas del Gran Timonel ni de su estratega ni de ninguno de los que aspiran a sucederlo. Mucho menos van a pensar en mostrar al mundo la relación entre el poder judicial, las bandas terroristas y el gobierno de Santos que se evidencia en la impunidad de Sigifredo López, personaje convertido por los medios en héroe al que los líderes uribistas siempre han visto como posible aliado, lo mismo que al vicepresidente que va a agradecerle a Fidel Castro en nombre de Colombia su aporte a la "paz".

Deriva letal
Lo mismo se puede decir de toda la deriva posterior: ¿está el uribismo a favor o en contra de la negociación de La Habana? Casi todos los precandidatos la aplaudieron y en algunos casos le encontraron defectos consistentes claramente en que no les dieron un puesto. Naturalmente nadie piensa en crear un partido cabal sino que el nuevo embeleco se llama "Centro Democrático", cosa concebida con el genial propósito de negar que sean la extrema derecha (parece que la inclusión de un asesino del M-19 en las listas al Senado tiene el mismo objetivo de "adecentar" las listas, Colombia es el Reino del Revés). La idea de lanzar varios precandidatos podría ser también idea de Gaviria, esta vez para negar que el candidato es el que decida Uribe (como si alguien se propusiera votar por alguien que el Gran Timonel no aprobara, como si tuviera prohibido apoyar a algún candidato). El resultado es que por los cálculos que sean se terminó favoreciendo al primo de Santos, personaje que apoyó el Caguán hasta el final y que se entusiasmó con la negociación de La Habana. Es el candidato del citado Gaviria, y los medios no tardaron en darle un protagonismo incesante gracias al cual ganaría cualquier consulta: a fin de cuentas fue el que contrató al Grupo de Memoria Histórica y encargó el infame informe. Una cosa es que no sea culpable de lo que hacen sus primos, otra cosa que se empeñe en llevarlos a la prisión en la que deben estar.

La generación siguiente
No se sabe si Santos y las FARC conseguirán su objetivo o si habrá una respuesta de la mayoría de los colombianos, lo que sí es seguro es que no puede haber democracia donde no hay demócratas. Las probabilidades de triunfo electoral de un candidato uribista (todas las demás opciones son disfraces de la conjura terrorista) me parecen escasas, dada la confusión de sus discursos y valores. La creación de un Partido de la Libertad parece tarea de la generación siguiente, pero debe empezar por la siquiera vaga noción de que el asesinato no debe ser la forma correcta de hacer carrera política (los uribistas comparten eso y aplauden a Everth Bustamante, a tal punto que uno me pidió en Twitter muestras de que hubiera delinquido después de dejar la "insurgencia"). El uribismo es un fruto combinado de las viejas tradiciones clientelistas y de las doctrinas leninistas y aun si triunfara sería incapaz de fundar una verdadera democracia.

15 oct 2013

Paz que no es paz

Por Jaime Castro Ramírez

La paz justa, por principio filosófico es un derecho propio del ser humano. El hecho de considerarse paz justa, implica el reconocimiento de equilibrio para que las razones que hacen posible consolidar el patrimonio social de tranquilidad que se denomina paz, logre el resultado esencial: que sea duradera y con igualdad de condiciones.

Un esquema de esta naturaleza requiere primero que todo de la sindéresis de las partes involucradas en el proceso de aplicación de los postulados que conllevan a establecer el entendimiento social. Aplicaciones diferentes, es decir, sin atender el necesario equilibrio de razonabilidad en el tratamiento de los temas afines a la paz (por ejemplo ventajas de impunidad a victimarios), pues difícilmente obtendría el resultado esperado, y por lo tanto concluiría en un fallido proceso porque conllevaría a una paz débil en su concepción política e ineficaz en la convivencia social.

La paz que se negocia el gobierno colombiano en la Habana
La poca información que se conoce (valga reiterar que por parte de las FARC, porque el gobierno no informa), traslada el análisis de un eventual acuerdo de paz a los siguientes escenarios que infunden temor, desconfianza y pesimismo en el pensamiento de los colombianos:

1. Impunidad total, pues los jefes de las FARC expresan que no están dispuestos a pagar ni un día de cárcel por sus crímenes. Este estropicio al ordenamiento judicial lo ‘argumentan’ diciendo con excesiva dosis de cinismo que las “víctimas son ellos”, lo que conlleva a que no reconocen a sus verdaderas víctimas; es decir, que por parte de ellos no habrá verdad, justicia, ni reparación, elementos estos indispensables para poder lograr conciencia de pacificación a través del mencionado entendimiento social.

2. Concederles a las FARC poder político por medio de curules regaladas en el congreso de la república. Este punto crea mucha resistencia a ser aceptado por parte de los colombianos, pues nadie entendería que no solo se les conceda impunidad, sino que aparte se les premie políticamente regalándoles curules. Distinto sería que creen su propio movimiento político y que lleguen al Congreso a través del requisito de la democracia que son los votos en las urnas.

3. Las zonas de reserva campesina. Este tema es demasiado polémico por cuanto las FARC exigen estos territorios libres de injerencia del Estado, entiéndase libres en el sentido de que quienes quieren ejercer el poder de mandar y administrar esas zonas son justamente las FARC (pero que sea con presupuesto del Estado), con el agregado de que la fuerza pública no tenga acceso. Pues significa ni más ni menos que una figura representativa de una especie de repúblicas independientes que disgregarían políticamente la unidad geográfica del país.

4. No entrega de las armas. No es posible concebir un acuerdo de paz sin entrega de las armas por parte de los victimarios en un conflicto armado. Sería simplemente un remedo de paz porque el elemento material de violencia, que son las armas, quedarían en poder de los ejecutores de la violencia. La no entrega de las armas refleja lo que sucedería en materia de inseguridad ciudadana en las zonas de reserva campesina donde piensan ejercer el poder las FARC, y por supuesto la inseguridad en el vecindario que quedaría como unidad de país. Esto explica también el juego de palabras que utilizan en el sentido de que ‘dejan’ las armas, pero que no las ‘entregan’, es decir que las guardan para retomarlas en el momento que quieran sorprender. Y sorprender para las FARC puede ser pensar en que el país debilitado en su unidad política y geográfica, les facilite su sueño de tomárselo por la vía armada, y ahí si volverlo a unificar en manos de un poder totalitario comunista.

Y falta ver hasta dónde llegarán las FARC con la exigencia de negociar el modelo económico y modificar las estructuras del Estado de Derecho.

Además queda en el ambiente la duda en cuanto a la integridad de la paz, pues los beneficiarios de las concesiones del Estado serán los jefes de las FARC, y viene entonces la pregunta obvia en el sentido de saber qué va a pasar con los supuestos ocho o nueve mil guerrilleros rasos. ¿Será que al no ser beneficiados directamente por los convenios del acuerdo de paz terminarán integrando las consabidas bandas criminales? Muy importante conocer la respuesta por parte del gobierno.

Se concluye entonces en que los anteriores elementos constituyen una serie de dificultades para la democracia colombiana, y lo único que podrían generar sería una extraña figura de paz, no compatible con los cánones de la verdadera identidad de la paz.

En últimas, la palabra la tiene el presidente Santos si es que está dispuesto a firmar un acuerdo de paz con los mencionados sesgos que afectan la democracia y la confianza de los colombianos en la paz. Para negociar la paz debe haber concesiones de ambas partes, aunque aquí parece que solo las debe hacer el Estado, pues las FARC saben que negocian con un presidente débil, pero que además ha incurrido en el error de convertir el tema de la paz en instrumento político de reelección, y por eso le exigen más y más concesiones.

14 oct 2013

Un chantaje llamado paz

Por @AdasOz

La paz como estrategia para hacer política es un despropósito, todo un irrespeto a las víctimas del terrorismo, pero ante todo, es un chantaje de las FARC del que el gobierno de Juan Manuel Santos también hace eco descaradamente. Siendo realistas, los colombianos no tenemos un gobierno que represente nuestros intereses dentro y fuera de nuestras fronteras, pues la verdad sea dicha, éste se ha dedicado a ser el representante de una minoría que no votó por él y que usa el terror como arma política.  

Colombia nunca podrá llegar a pacificarse premiando criminales con curules en el Congreso o con cualquier otro cargo público, pues esto solo los alentará aún más para seguir cometiendo crímenes atroces. No importa cuánto tiempo pase, pueden ser meses, lustros o décadas, pues saben que siempre habrá un comodín que llegue a la presidencia dispuesto a negociar las leyes para otorgarles amnistía e indulto y como si esto no bastara, para darles participación política. Con Juan Manuel Santos las FARC vieron la luz al final del túnel y lograron, como bien lo ha mencionado el canalla, avanzar como nunca antes lo habían hecho. Su principal finalidad es usurpar en su totalidad el poder en Colombia y van por buen camino porque desde ya han empezado a tomar decisiones sobre temas fundamentales para el país, como por ejemplo el agro o la economía.  

El único medio que salvaría a Colombia del terrorismo perenne es aplicando la ley a rajatabla, sin excepciones ni sacrificios ni mucho menos favoreciendo a minorías que chantajean cometiendo crímenes a diario. Algo tan sencillo como esto, sumado al fortalecimiento de las instituciones del Estado y al respeto por las mismas, nos conduciría por el camino correcto, los índices de criminalidad disminuirían considerablemente y pocos serían los que se atreverían a levantarse en armas con fines políticos y mucho menos el presidente se atrevería a comprar senadores con salarios exorbitantes para que le aprueben los proyectos de ley que favorecen sus intereses, que vienen a ser los mismos de los narcoterroristas.  

Pese a esto, el gobierno Santos decidió enarbolar la misma bandera de las FARC y sus ya bien conocidos auxiliadores: la paz, entendida como método para chantajear a todo un país para que se sometan a esa minoría, porque de no ser así, habrá más “guerra”. Y quien no apoye esa “paz” es inmediatamente señalado como enemigo y debe ser mandado a acallar de cualquier manera. Pero lo que ellos llaman “guerra”, es terrorismo crudo. Hacen terrorismo las FARC con sus masacres, atentados, secuestros y demás crímenes atroces, al mismo tiempo que Juan Manuel Santos lo hace diciendo “Colombia está ante la última oportunidad de conseguir la paz”.  

El chantaje no podría ser más evidente, pero hay mucho ciego que sigue comiéndose el cuento, y es así de fácil de explicar: poniéndolo en los mismos términos del tahúr profesional que es Santos, la supuesta “paz” es el as que tiene el canalla bajo la manga para lograr la reelección y por eso alinea su discurso con el de los terroristas y el de sus auxiliadores. Por un lado, el presidente, a pocos meses de las elecciones parlamentarias y presidenciales, nos muestra ésta como la última oportunidad para vivir en paz, y a los opositores nos manda una clara amenaza de muerte:  
“Hay quienes parecen preferir más años de conflicto, más años de dolor y muerte, a la posibilidad de la paz”.
 Así las cosas, el presidente busca que vayamos a las urnas con un cuchillo en la nuca y si no votamos por el “hombre de la paz” entonces somos guerreristas, enemigos de la paz, y sobre nosotros debe recaer la culpabilidad: somos responsables de que en Colombia haya terrorismo. ¡Pero, claro! ¿No se dan cuenta de que es lo que las FARC y su gobierno necesitan? Inmediatamente las FARC se convierten en víctimas, el gobierno las reconoce como tales, y quienes nos oponemos a premiarlas pasamos a ser su objetivo político.  

Ese es el juego de las FARC y de su gobierno, un chantaje histórico nunca antes visto en otro país, y que como bien dijo la vocera de las FARC, Piedad Córdoba, “el proceso electoral en el que está inmerso Colombia se va a dirimir entre la guerra y la paz”. Y no duden que en ese lapso de tiempo en que los diálogos sean suspendidos, arreciarán los atentados y las masacres, y el número de secuestros y extorsiones también incrementará.  

¿Están ustedes dispuestos a dejarse chantajear? Exijamos una Constituyente que nos asegure una renovación de raíz del Poder Judicial para que la ley se aplique en derecho y no se venda al mejor postor, que en nuestro caso resulta ser el más sanguinario de los victimarios: el narcoterrorismo ligado al comunismo internacional.  

Nota al pie: los amigos de la “paz” volaron en este puente tres torres de energía y 43 vagones de un tren del Cerrejón, Tumaco lleva una semana sin luz gracias a ellos, un auxiliar de policía fue secuestrado en Nariño, cuatro militares murieron en combate contra los amigos en Arauquita, un vehículo fue incinerado en la vía entre Medellín y Quibdó y el departamento de Chocó sufre un nuevo aislamiento por un paro armado decretados por los amigos. La lista de hechos de “paz” continúa y usted insiste en dejarse chantajear.

9 oct 2013

Colombia sí se parece a Sudáfrica

En un artículo reciente sobre la negociación de La Habana, Sergio Araújo afirma (respecto a un visitante sudafricano que predica el pacifismo):
Sus palabras, ejemplarizantes, develan como nuestro “sueño de paz” padece de una incorrecta formulación pues se procura entender el fenómeno con parámetros convencionales, haciendo paralelismos imposibles con Sudáfrica, Irlanda, y otras naciones; por eso los apóstoles de paz que vienen a darnos valiosos testimonios, como Lapsley, Desmond Tutu, y tantos otros, cuyas visitas agradecemos, traen un mensaje que genera admiración, pero no identidad en esa población que opina en las encuestas.

La razón está en que Sudáfrica e Irlanda, por ejemplo, sufrieron penosos años de confrontación por una división verdadera, y significativa en términos porcentuales, entre grandes segmentos poblacionales definidos; en el primer caso por intolerancia racial, y en el segundo por hondas confrontaciones religiosas. Así las cosas, las palabras tolerancia y aceptación, podían desembocar en perdón, verdad, reconciliación y convivencia.
Todo en Colombia acusa ese nivel de superficialidad. ¿Cuáles eran o son las "hondas confrontaciones religiosas" que dividían o dividen a los norirlandeses? Siempre es así, uno tiene que vivir explicando que Alá no es una entidad diferente de Dios ni tampoco de God ni de Gott ni de Dieu, o que Batista o Sihanouk no eran radicales anticomunistas. ¿Unos norirlandeses odiaban o combatían a otros por no participar del culto mariano o por no creer en la teoría de la predestinación? ¿No les perdonaban el amor al papa o la consideración de Lutero o Calvino como herejes? Es impresionante.

La causa de la confrontación en Irlanda del Norte era el anhelo de la minoría aborigen, étnicamente afín a la mayoría de los habitantes de la República de Irlanda, de separar al país del Reino Unido e integrarlo en la república (que ocupa la mayor parte de la isla y se independizó de la corona británica a comienzos del siglo XX). Había un bando republicano y otro lealista, expresión de grupos étnicos distintos, uno de cuyos rasgos era la religión (la mayoría de los norirlandeses protestantes son afines étnicamente a los escoceses y sus antepasados emigraron a Irlanda después de la Edad Media, bajo el dominio británico). En absoluto una cuestión de odios religiosos, los protestantes en la república de Irlanda jamás encuentran ninguna hostilidad causada por sus creencias.

Esa misma fractura étnica definía el conflicto en Sudáfrica y ciertamente no tenía ninguna relación con intolerancia racial. Sencillamente, el grupo mayoritario de los descendientes de invasores europeos era dueño del Estado y pretendía excluir del gobierno y sobre todo del disfrute de las rentas fabulosas de las minas del país a la mayoría de la población negra. Es decir, el Apartheid  no era un proyecto derivado de teorías racistas sino un programa para asegurar a los dueños tradicionales del Estado el control político y las rentas. Al respecto no está de más citar lo que dice Franz Oppenheimer sobre la esencia del Estado.
El Estado, totalmente en su génesis, esencialmente y casi totalmente durante las primeras etapas de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo de los vencedores sobre el de los vencidos, y de resguardarse contra la rebelión interior y el ataque desde el exterior. Teleológicamente, esta dominación no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores.
Y es una definición que corresponde con toda precisión tanto a Irlanda como a Sudáfrica (y que coincide además con la teoría marxista). El Estado sirve a los intereses de los descendientes de los conquistadores, la etnia dominante, y surge una oposición que intenta destruir ese orden, en Irlanda con base en la reivindicación de la unidad de la isla, en Sudáfrica con base en las aspiraciones de la mayoría negra. El origen del Estado es el mismo en Colombia, como no podría ser menos, y el núcleo del conflicto también. De ahí que la confrontación sea tan "verdadera y significativa" como en esos casos. La idea de que las diferencias religiosas lleven a matarse por motivos reales y los intereses económicos son motivos ficticios ya forma parte de un mundo de irrealidad.

En el párrafo siguiente, Araújo considera lo que hace diferente a Colombia:
En Colombia no es así, aquí somos el mismo tutti frutti racial, somos mayoritariamente cristianos, y las consignas raciales y religiosas en todo caso no generan las pasiones que producen violencia. Como si fuera poco, nuestro marco legal fomenta la tolerancia, y protege casi excesivamente las minorías.
Se puede decir que la exuberancia reproductiva de los conquistadores produjo una mayoría de población mestiza en la que es imposible sacar a partir de rasgos físicos a un grupo étnico dominante, y aun puede que hubiera menos mezcla con aborígenes o negros en grupos que no se pueden definir como "etnia dominante", como podría ocurrir con los antioqueños respecto de los bogotanos. El problema aquí es la definición, esta vez sí racista, de lo que conforma los grupos étnicos. Es decir, un aspirante a un cargo en Sudáfrica podría tener ventajas por el mero hecho de ser blanco, pero si su familia fuera la de un ministro su ventaja sería mayor. En Colombia ocurre lo mismo: el grupo étnico (es decir, de familias y clanes) que ocupaba los cargos públicos en el periodo colonial no se distingue por el color de la piel, pero eso no quiere decir que haya igualdad de oportunidades para todos.

Toda la historia republicana en Colombia, por el mero hecho de la expansión del modelo liberal estadounidense, es ese forcejeo entre la resistencia del orden de castas colonial y la asimilación a la democracia. El conflicto con las guerrillas es sólo la continuación: el magno esfuerzo de las castas dominantes por congelar el orden jerárquico y excluir toda forma de competencia. Antes de explayarme sobre eso, sobre lo que he publicado decenas de entradas de este blog, sigo con el escrito de Sergio Araújo.
Nuestro problema es diferente, aquí, la guerrilla pasó de reivindicar –hace 50 años- una pequeña franja campesina sin ideología distinta a su necesidad de subsistencia viable, e hizo una metamorfosis hasta someterla e incluirla en un esquema de guerra de guerrillas sin esperanza de triunfo.
Hay que presuponer la honradez del señor Araújo, pero lo que escribió en ese párrafo es rotundamente falso: la guerrilla de las FARC es sólo el Partido Comunista en el campo. Décadas antes de llamarse FARC seguían la ideología comunista y formaban parte de la estrategia de ese partido. Al respecto se puede leer por ejemplo este párrafo del dirigente comunista Álvaro Delgado:
La resolución del Comité Central que el 22 de octubre de 1949 ordenó a su militancia la formación de comités de autodefensa allí donde fuera necesario para enfrentar la violencia latifundista planteó “al proletariado y al pueblo la necesidad de defenderse, replicando a la violencia de los bandidos fascistoides con la violencia organizada de las masas” (Estudios Marxistas, 1975, No. 10, p. 5). La autodefensa campesina no es despliegue de violencia contra los enemigos sino resistencia organizada contra la violencia oficial. La temprana cercanía del partido con las formas de lucha ilegales –impuesta por los gobiernos represivos bajo los cuales se desarrolló– lo convirtió en víctima principal de las persecuciones entre los grupos políticos nacionales.
Acerca de la esperanza de triunfo, no estaría mal que el interesado leyera este esclarecedor escrito de Carlos Romero Sánchez. O esta respuesta del líder estudiantil alias Andrés París:
PL: ¿Piensa que una Colombia en Paz será posible? 
Es posible, y una Colombia en paz es parte y paso de un proceso mucho más amplio de transformación hacia el socialismo en nuestro país.
De momento la esperanza de triunfo es bastante fundada: ya no una posibilidad sino un hecho consumado: los colombianos aceptaron que se premiara el crimen, ya ocurrió en 1991, esta vez se han asegurado el éxito y todo lo que ocurrirá será sólo el acostumbramiento a algo que ya ocurrió. Unos párrafos más abajo asegura Araújo.
Pero, sin duda, aquí no hay una división poblacional violenta. No hay una confrontación racial, religiosa, y ni siquiera ideológica, y apenas quizá un descontento oscilante entre segmentos socioeconómicos que en efecto viven en condiciones que requieren atención urgente y patrocinio estatal para su desarrollo.
¿Quién va a oponer dudas ante lo que se proclama "sin duda"? ¿No hay una confrontación ideológica? ¿Hay tal vez alguna afinidad entre la gente que quiere una sociedad democrática y la que vomita odio todos los días contra Uribe?

Esta cuestión sería la más importante si no hubiera otra, íntimamente relacionada: la de si se puede pensar o discutir. Es completamente imposible discutir con los colombianos o tratar de acercarse a la verdad. Toda duda sobre las certezas sobreentendidas en ese párrafo se entiende como "ganas de joder". ¿Qué son las FARC? ¿Representan a alguien? ¿Hay alguna responsabilidad de quienes las apoyan? Yo creo que las personas que establecen alguna relación entre los terroristas y quienes los promueven son apenas unas decenas, los demás parten del supuesto de que surgieron sin ideología defendiendo a unos cuantos campesinos pobres y después son puros "bandidos" sin ideología.

Esa cuestión de la prohibición de pensar merece muchas reflexiones, pero de momento conviene atender a la representatividad de las FARC: ¿qué defiende hoy en día Ernesto Samper Pizano y la gente que lo acompaña, como Piedad Córdoba, su hermano Daniel, María Emma Mejía, Alfonso Gómez Méndez, Amylkar Acosta, Sigifredo López y demás angelinos? La benevolencia con que Sergio Araújo ve a Samper explica esa afirmación de que no hay un conflicto ideológico. La profunda indigencia intelectual y moral de la mayoría explica que no se pueda discutir sobre eso.

Araújo lo dice claramente:
Si nos aventuramos a los números, quizá entenderíamos que la guerrilla no es ni representa el 1% de la población. Así las cosas, ¿tiene sentido sentarse a “refundar la patria” con quienes no representan mas que eso, y quizá mucho de ello solo a la fuerza?
Es decir, las universidades son ajenas a la guerrilla, al igual que Fecode, que la CUT, que la MANE, que los grupos políticos PDA, PCC, Marcha Patriótica, Progresistas, Verdes, etc. ¿Lo dice o no lo dice?

Otros creemos lo contrario. Los uribistas son seres humanos tan enternecedores que creen ambas cosas. No les plantea ningún problema, todo lo que sea evaluar la realidad más allá de sus proclamas de lealtad al Gran Timonel produce respuestas como las que darían los niños discutiendo teorías psicológicas.

Para acabar con las citas del escrito de Araújo tengo que aclarar que ese argumento de la no representatividad de las FARC es falaz: en el País Vasco los portavoces abiertos de ETA obtenían a menudo más del 15% de los votos, eso no podría legitimar una negociación, tampoco si fuera el triple. Las instituciones democráticas no se negocian con criminales, sea cual sea la representatividad que ostenten. En el caso sudafricano el régimen no era democrático, en el irlandés sólo se abrió el camino para la desmovilización.

En Twitter le expliqué al señor Araújo que en mi opinión sí existe una extrema afinidad entre el régimen de Apartheid sudafricano y el que impera en Colombia, y que las FARC sí representan a una franja de población; me contestó esto:

El origen de las guerrillas comunistas es la Guerra Fría y el esfuerzo de los comunistas, copiosamente incentivados por los soviéticos, por reproducir en las selvas colombianas (y en las de Indochina, Indonesia y muchas otras regiones) la experiencia exitosa de la "guerra popular prolongada" que llevó al poder al comunismo en China. Su gran refuerzo fue el éxito de la Revolución cubana, que generó formidables corrientes a favor en todo el continente.

Lo que al parecer nadie se pregunta es quiénes crearon esas guerrillas y de dónde procedían. La historia registrada sobre el M-19 es muy elocuente:
Por esos primeros días de diciembre Enrique Santos desarrolló una amplia discusión con Jaime Bateman Cayón, cuyo grupo también se disponía a lanzar el M-19, prácticamente al tiempo que se lanzaría el primer número de Alternativa (el “Eme” el 17 de enero de 1974 y Alternativa el 18 de febrero). Juntos encontraron una gran afinidad entre los dos proyectos, pues coincidían en la necesidad de generar formas de comunicación política superiores al sectarismo, el dogmatismo y la hiperideologización que caracterizaba a la izquierda de la época. 
A partir de ahí el M-19 participó en la vida de Alternativa periodísticamente y, en algunos periodos, económica y administrativamente. Pero la participación del M-19 fue mucho más allá. De la fundación de Alternativa hicieron parte personajes que durante 1974 se convirtieron en militantes de primera línea en la organización subversiva, entre ellos, Carlos Duplat, que se encargó de organizar en los primeros números el diseño y maquetación de la revista y Carlos Vidales —el hijo del poeta Luis Vidales—, que acababa de escapar de Chile luego del golpe militar, y que asumió como redactor y fiscal de la publicación. Asimismo, Carlos Sánchez, redactor y fotógrafo; Sebastián Arias, redactor; y Nelson Osorio, escritor y redactor; ya eran militantes del “Eme” cuando surgió Alternativa. Según estas cuentas, además del diálogo entre Bateman y Santos, el hecho era que, por así decirlo, la mitad del equipo de Alternativa en 1974 era del M-19; aunque algunos de ellos ni lo sabían, por el grado de compartimentación que existía.
El comunismo fue la elección casi unánime de los profesores y estudiantes universitarios de los años sesenta y setenta. ¿Tiene eso alguna explicación? Lo tragicómico es que todo el mundo en Colombia cree que los que más saben son los más tontos (sinceramente y a la vez tristemente, creo que soy el único que lo duda). ¿Por qué el grupo social más rico se identifica con un discurso de resentimiento que predica la distribución de la riqueza entre los pobres? No recuerdo casi a ningún colombiano que quiera encontrarle una explicación racional a eso. Y es sencilla: de lo que se trata es de la protección del rango y las rentas de los grupos superiores de la vieja sociedad, amenazados por el ascenso de cualquiera que acumule dinero o mérito. Desde el mismo mundo de las sectas estudiantiles y la "épica del bochinche" se nota el predominio "natural" de los privilegiados sociales, que están a salvo de cualquier competencia gracias a las camarillas que los protegen. Las cúpulas de todos los grupos radicales estaban formadas por personas de origen social muy alto que esperaban acceder a cargos de poder, por jóvenes que fueran.

Lo "exótico" de esa explicación sólo habla de la escasa información que maneja el señor Araújo: fue lo mismo en toda Hispanoamérica. Por eso Octavio Paz, a quien no parece haber leído mucho, señala que el autoritarismo de la izquierda mexicana es expresión de una "modernidad inauténtica", mientras que Guillermo Cabrera Infante señala que la Revolución significó el ascenso de la minoría blanca urbana, que en una sociedad de libre empresa estaba en desventaja y gracias a las expropiaciones accedió a rentas y lujos que no habría obtenido en condiciones de competencia. Eso mismo se puede decir de Centroamérica, con las universidades de jesuitas dirigiendo la revolución.

Lo fascinante en Colombia es que la "izquierda" impuso su programa en 1991 y desde entonces todos los gobiernos están sometidos a la letra de la Constitución impuesta y sobre todo a las autoridades surgidas de entonces: las altas cortes (prácticamente todos los magistrados que se retiran y opinan sobre política son defensores de Piedad Córdoba). El resultado, para que se deje de dudar sobre la identidad entre la llamada izquierda y las castas superiores de la vieja sociedad, es que entre 1991 y 2002 el coeficiente de Gini pasó de 51,3 a 60,7, el efecto natural de la acción de tutela y la multiplicación del gasto público impuesta por esa constitución (sólo en Colombia es concebible que durante décadas haya habido personas que empezaban a cobrar pensión a los cuarenta años, o que la mitad de los empleados estatales esté en el primer decil de renta).

Es casi tedioso insistir en la identidad entre la izquierda y las clases altas, baste pensar en los lectores de Semana y en los discursos de sus columnistas. Más complicado es entender la rotunda identidad que hay entre los grupos comunistas y las guerrillas. Pero sólo por el freno que hay en las cabezas colombianas para encontrar en el terrorismo y el crimen organizado la esencia del país: ¡tiene que ser que los profesores de la Universidad de Los Andes, de la Javeriana, del Externado, de EAFIT, del Rosario, etc., entienden menos el mundo que el primer exaltado que descubrió que el terrorismo es malo!

Sencillamente, las bandas terroristas no serían nada sin el apoyo que reciben desde el poder judicial y desde instancias políticas. Aun con eso, no serían nada sin la disposición de los gobiernos y los políticos a sacar réditos de premiarlas con negociaciones de paz. Es decir, en el ascenso del programa comunista los crímenes son una pequeña parte que refuerza algo mucho más complejo que es el dominio del aparato estatal por las redes civiles del comunismo. Es verdad que éste es una "ideología foránea", pero su éxito consiste en encarnar los intereses de los grupos que siempre han sido dueños del Estado, exactamente igual que en la Sudáfrica del Apartheid.

Otra cosa es que alguien acepte eso: ¡hay que decidir si yo soy un chiflado con ocurrencias exóticas o si Uribe y Araújo son dos imbéciles! Ya es imposible encontrar a un solo colombiano que quiera admitir que las FARC no son simples traficantes de cocaína sino que tienen un programa político, no faltaría más sino suponer que Uribe no lo entendiera todo mucho mejor que Octavio Paz o que necesitara leerlo o siquiera leer algo. En la China de la Revolución cultural cualquier idea eficiente de un ingeniero era atribuida al presidente Mao, el uribismo, guiado por maoístas que no vacilaban en destruir la democracia para implantar una presidencia vitalicia, sigue con lo mismo y ciertamente cualquier preocupación por la verdadera naturaleza del terrorismo o por los motivos por los que unas políticas tan exitosas como las que se aplicaron durante la presidencia de Uribe encuentran tanto rechazo entre las clases altas e intelectuales es propia de locos: el motivo no puede ser otro que la inferior inteligencia de los miembros de esas clases comparada con la de los uribistas.

Con esos presupuestos cómicos y con esos designios opuestos a la democracia será imposible hacerle frente a la conjura terrorista. Como no hay valores claros no es en absoluto sorprendente que el uribismo esté por lo general apoyando la negociación de La Habana e intentando mejorarla, promoviendo al Senado a los asesinos del M-19 y a la presidencia al primo de Juan Manuel Santos, un personaje tan comprometido con la izquierda como él (fue quien contrató a los angelinos del Informe de Memoria Histórica). Es normal: el programa uribista no es más que los sueños de poder de una secta maoísta, la lagartería de personajes que no se distinguen mucho de Roy Barreras (con quien Uribe hacía componendas en una fecha tan reciente como febrero de 2012) y la manipulación de un efecto supersticioso muy parecido al que explotan los chavistas.